En esta columna exploramos cómo la Operación Telaraña marcó un hito estratégico, demostrando la evolución táctica de Ucrania en la guerra moderna. Con más de un año y medio de planeación cuidadosa, se desplegaron casi 120 drones dentro de camiones de carga para asestar un golpe sin precedentes a la aviación estratégica rusa en cinco bases aéreas, destruyendo más de 40 aeronaves. Este ataque, comparable a un “Pearl Harbor” contemporáneo por su alcance y factor sorpresa, no solo redujo la capacidad de Rusia, sino que también demostró la eficacia de las tácticas de enjambre de drones. A lo largo de este texto, compartiremos, de manera detallada, cada etapa de planificación, ejecución y consecuencias, apoyándonos en datos para comprender mejor cómo este caso de éxito redefine las tendencias en innovación bélica y ofrece lecciones valiosas para todos los que seguimos de cerca estos temas.
¿Te imaginas que un grupo de pequeños drones pueda cambiar el curso de un conflicto? Así fue como, entre la noche del 1 y el 2 de junio de 2025, la Operación Telaraña sorprendió a Rusia —y al mundo—, marcando una nueva forma de concebir ataques en guerras y potencialmente en escenarios de grupos criminales/terroristas. Bajo la guía del presidente Volodímir Zelenski, esta iniciativa silenciosa y contundente se llevó a cabo en cinco bases rusas, dejando fuera de combate más de 40 aeronaves estratégicas de distinto tipo. Este movimiento no fue solo militar, sino también político: coincidió con la apertura de negociaciones de paz en Estambul, enviando un mensaje claro sobre la capacidad ucraniana para golpear muy lejos y muy rápido.
1. Contexto y tendencias en la guerra de drones
Desde febrero de 2022, la guerra entre Ucrania y Rusia nos ha mostrado cómo los drones han pasado de ser herramientas secundarias a protagonistas principales en el campo de batalla. Aquellas primeras misiones de reconocimiento y ataques puntuales evolucionaron rápidamente hasta convertirse en enjambres coordinados capaces de saturar defensas enemigas, tanto en zonas cercanas al frente como en puntos del interior ruso que hasta entonces se consideraban seguros. Con Operación Telaraña, Ucrania dio el salto de alcance: de cientos a miles de kilómetros, desafiando la idea de que las regiones más remotas de Rusia eran intocables.
1.1. Cómo surgió la idea
Imagina a un grupo de estrategas, analistas y técnicos ucranianos reunidos durante meses, puliendo cada detalle. Desde finales de 2023, el presidente Zelenski dio luz verde para desarrollar drones compactos, diseñados para pasar desapercibidos en los radares y a simple vista. Estos dispositivos eran tan pequeños y silenciosos que cabían en compartimentos ocultos dentro de camiones de carga, listos para activarse en el momento justo sin levantar sospechas.
1.2. La tendencia global del enjambre
Operación Telaraña se convirtió casi de inmediato en un caso de estudio para ejércitos y analistas en todo el mundo. Hoy, muchos se preguntan: ¿qué sucede cuando tu defensa antiaérea está diseñada para interceptar misiles de gran tamaño y, de pronto, se enfrenta a decenas o cientos de pequeñas plataformas aéreas coordinadas? Esta experiencia demuestra que el futuro de la guerra —e incluso de escenarios de violencia de grupos criminales— pasa por la “masificación tecnológica”: sistemas al alcance de cualquiera que pueden poner en jaque a un gobierno.
2. Caso de éxito: ejecución y resultados
Operación Telaraña no fue un simple acto de fuerza al azar, sino un caso de éxito meticulosamente planificado.
2.1. Planificación: el cuidado en cada detalle
- Alianzas y liderazgo: Desde septiembre de 2023, Zelenski y el jefe del SBU encabezaron las reuniones estratégicas, decidiendo metas muy específicas: impactar la aviación estratégica rusa y evitar que la alerta temprana funcionara con normalidad.
- Inteligencia de campo: Equipos reducidos de expertos tecnológicos y analistas trabajaron a partir de señales satelitales e informes sobre el terreno para identificar rutas menos vigiladas que permitieran el paso de los camiones sin levantar sospechas.
- Camiones repletos de misterio: Cada camión llevaba más de 20 drones, baterías de repuesto y equipos de vuelo, todo oculto en compartimentos falsos. Cada 200 a 300 km había puntos de control donde se hacían verificaciones discretas para cambiar baterías y coordinar la siguiente etapa.
- Simulacros cercanos: En zonas controladas de Járkov, se probaron estos mismos modelos de drones contra sistemas de defensa rusos, afinando algoritmos de vuelo en enjambre hasta que los resultados fueran consistentes.
Cada etapa se vivió con la tensión propia de un proyecto de ingeniería de alto riesgo; un solo error podía echar todo a perder. Pero la confianza en el trabajo riguroso y en la tecnología probada creó un ambiente de determinación compartida.
2.2. La noche del ataque: emoción y precisión
En la medianoche del 1 de junio de 2025, mientras muchos rusos dormían confiados en la profundidad de su territorio, 117 drones fueron liberados desde posiciones estratégicas cerca de cinco bases aéreas: dos en la región occidental de Siberia, una en el Ártico, otra más al este e incluso puntos intermedios.
- En las bases más remotas, los drones lograron destruir o incapacitar varias aeronaves.
- Los sistemas de alerta temprana y radares en algunos sitios quedaron fuera de servicio por horas, dificultando la reacción rusa.
- En otras bases, hubo daños en hangares y pistas que impidieron las operaciones aéreas durante uno o dos días
En total, más de 40 aeronaves quedaron fuera de combate, lo cual representa alrededor de un 34 % de la capacidad de proyección aérea rusa en esas regiones, con un valor aproximado de 2 000 millones de dólares.
2.3. Cómo se esquivaron las defensas rusas
Lo más asombroso para muchos analistas fue la aparente pasividad de las defensas antiaéreas rusas:
- Perfil bajo y vuelo rasante: Los drones volaron a muy baja altitud, trazando trayectorias entre bosques y colinas que minimizaban su firma en radar durante varios minutos antes de atacar.
- Saturación coordinada: Al golpear cinco bases simultáneamente, los pocos sistemas antiaéreos disponibles quedaron rápidamente sobrepasados.
- Fallos de comunicación: Se detectaron errores internos en la fusión de datos de radares, lo que retrasó la emisión de alertas tempranas en algunos puntos.
Fue un ejemplo palpable de cómo la combinación de sigilo y sincronización precisa puede dejar obsoleta, en cuestión de minutos, la inversión de años en sistemas de defensa convencionales.
3. Análisis de tendencias y lecciones
A partir de esta experiencia, surgen varias reflexiones para expertos militares, analistas y también para quienes seguimos la evolución tecnológica:
3.1. El poder de la masificación tecnológica
Cuando un sistema antiaéreo avanzado puede costar decenas de millones de dólares, un enjambre de drones con un costo unitario de unos cientos de euros puede cambiar radicalmente la ecuación. Hoy, los ejércitos del mundo se preguntan: ¿cómo invertir en contramedidas capaces de detectar drones pequeños y neutralizar amenazas múltiples al mismo tiempo?
3.2. Impacto psicológico y geopolítico
Más allá del daño material, el golpe de Operación Telaraña dejó una huella psicológica profunda en la retaguardia rusa: la sensación de vulnerabilidad en lugares que antes se consideraban seguros. Muchos expertos comparan este efecto con Pearl Harbor: no se buscaba derrotar por completo al adversario, sino obligarlo a replantear toda su estrategia.
3.3. Integración civil–militar
Un detalle fascinante es que muchos componentes de estos drones —baterías comerciales, sistemas GPS de uso civil e incluso piezas impresas en 3D— provienen del mercado civil. Esta sinergia entre lo civil y lo militar sugiere que en el futuro las amenazas podrán surgir de tecnologías que no necesariamente nacieron en un laboratorio militar.
3.4. Innovaciones en detección de drones
En columnas anteriores hemos abordado cómo se han ideado sistemas de detección de drones mediante firmas acústicas. Estos sistemas complementan los radares tradicionales, captando el sonido característico de los rotores incluso cuando el dron vuela a baja altitud. Su implementación en zonas vulnerables puede marcar la diferencia al brindar una alerta más temprana y precisa, especialmente contra enjambres pequeños y silenciosos.
Conclusión
Operación Telaraña nos recuerda que, en el siglo veintiuno, la unión de ingenio, colaboración y tecnología puede redefinir lo que consideramos “seguro” o “bien protegido”. Un sencillo enjambre de drones, cuidadosamente planificado y respaldado por inteligencia de campo, cambió el tablero de la guerra.
Hoy, te invitamos a pensar: ¿estamos preparados para enfrentar enjambres de drones que puedan aparecer de la nada? ¿Qué pasaría si la delincuencia organizada —por ejemplo, en episodios como el “Culiacanazo”— empleara estas tácticas? ¿Cómo deberíamos reasignar recursos entre radares tradicionales, sistemas de detección acústica, contramedidas electrónicas y ciberseguridad? Compartamos experiencias, inquietudes u opiniones: este caso de Ucrania es un claro llamado a repensar la estrategia militar y la innovación tecnológica en un mundo donde lo civil y lo bélico se entrelazan cada vez más.
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