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30/10/2024

Hasta los gringos ya se olvidaron de “Lindy”

Juan A. José / Miércoles, 22 Mayo 2024 - 01:00

Por azares, ahora sí que del destino, recientemente tuve la oportunidad de interactuar decenas de veces al día con estadounidenses ante los que me presenté, por razones de seguridad, con un pseudónimo, mismo que terminó siendo “Lindy”, como “Lucky Lindy”, apodo que los norteamericanos le dieron a partir del 20 de mayo de 1927 a su paisano de nombre Charles A. Lindbergh, nacido en Detroit, Michigan en el año 1902 y fallecido en Maui, Hawaii en el año 1974.  Por cierto, hay que tener cuidado con lo que nos informa el señor Wikipedia, toda vez que indica que el aviador murió en Kipahulu, donde efectivamente tenía una casa que fue su último domicilio legal y en donde está enterrado, cuando en realidad murió en una habitación de la casa de un médico en la Villa de Hana, al sur de dicha isla.

Si bien me queda claro que a los modernos gringos, especialmente a los jóvenes, la historia les viene valiendo un comino, tanto así que apenas recuerdan quién era John Kennedy y se han olvidado hasta de un Neil Armstrong, de alguna manera pensé que al eventualmente interactuar con alguien de mi generación, tal y como efectivamente sucedió, mi original alias les llamaría la atención y en una de esas lo relacionarían con quien al final de cuentas fue en su momento el hombre más famoso de mundo. Error de mi parte.

Cualquier proveedor de servicios que se presentase con tal nombre desde finales de los años 20 del siglo pasado y hasta por ahí de 1977, es decir, unos cincuenta años después del vuelo, seguramente sería cuestionado si tenía o no relación con el aviador que llevó en solitario un avión sin escalas desde Nueva York a París entre el 20 y 21 de mayo de un 1927, cuya primavera marcó un antes y un después en materia de aviación.

Lo cierto es que no solamente nuestros vecinos del norte, sino de hecho casi todos los seres humanos le estamos dando una prioridad sumamente baja a los temas de historia en todos los sentidos, algo que me parece lamentable, comenzando por que termina por matar ahora sí que para siempre a aquello o a quienes pudieran tener algún valor histórico. No en balde Antoine de Saint-Exupéry, otro grande del vuelo humano en lo más alto de mi admiración e interés clamaba que “no pedía ser eterno, sino que de pronto sus actos no perdiesen sentido”.

Refiriéndose a sus héroes aeronáuticos y literarios, Richard Bach, autor de “Juan Salvador Gaviota”, afirmaba: “Si los buscamos, podemos mirar el mundo con ellos, reírnos con ellos y aprender con ellos. La única manera en que estos hombres puedan morir es que sean completamente olvidados. Tenemos que hacer por nuestros amigos, lo que ellos han hecho por nosotros: ayudarlos a vivir”.

Es por esta razón que no dejo de referirme a mis héroes aeronáuticos en las columnas que tengo el privilegio de ver publicar, especialmente en aquellas que mando a mis editores en fechas cercanas a alguna de sus efemérides.

Hablando de fechas históricas, aprovecho el espacio para saludar a mis colegas aeronáuticos que además de disfrutar el legado de nuestra industria, ponen su grano de arena en aras de su preservación. Estoy hablando de decenas de hombres y mujeres, civiles y militares, muchos de ellos lectores de este espacio editorial y para mi fortuna, en varias instancias, amigos de alta calidad.

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