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26/04/2024

Calladitos están más monos

Juan A. José / Viernes, 10 Marzo 2017 - 08:16

Con cada vez mayor frecuencia nos estamos enterando de pasajeros que son “invitados” a bajar de un avión. Las causas son diversas y en muchos casos absurdas, rayando inclusive en la discriminación y otras injusticias. Los que profesan la fe islámica y quienes provienen naciones árabes o hablan en dicho idioma o algo parecido tienden, a ser particularmente etiquetados tanto por otros pasajeros, autoridades o por tripulantes.

Lo he dicho repetidamente: En aras de una mala interpretación del concepto seguridad se está abusando del pasajero tanto en terminales aéreas como dentro de las aeronaves en todo el mundo. Esta condición tiene un claro y dramático detonante: Los ataques terroristas del 11 de septiembre del año 2001, en Estados Unidos, luego de los cuales la industria del aerotransporte cayó en un total desconcierto, regulatorio y operativo, del que no ha logrado salir y que en buena manera explica, más no justifica, cierto maltrato contra los usuarios.

Y es que si bien el interior de una aeronave nunca ha sido el mejor escenario para manifestar comportamientos extremos, molestia exacerbada, desobediencia o faltas de respeto, en especial hacia las tripulaciones, lo cierto es que la posición de estas y de las aerolíneas para las que trabajan se ha radicalizado a tal grado que deja a los pasajeros dentro de ellas en una situación en la que, aún en circunstancias justificadas, es mejor mantenerse callados hasta abandonar la aeronave y acceder a otros espacios en los que las consecuencias de manifestar las quejas no equivalen a lo que sucede a bordo de una aeronave, ya sea en tierra como en vuelo.

Nunca voy a olvidar cuando intervine para aconsejar a un pasajero que volaba en la misma aeronave de American Airlines que yo, y que acababa de aterrizar un aeropuerto estadounidense, y quien se quejaba airadamente contra una sobrecargo, que mejor se calmase y guardase su evidentemente justificada indignación hasta abandonar el avión, debido a que---le dije, “no es lo mismo armar un pancho dentro de una aeronave que fuera de ella”. Afortunadamente comprendió que estaba corriendo el riesgo de ser acusado de atacar a los integrantes de la tripulación y que eso le podía hacer acreedor a fuertes sanciones, inclusive penales. Le sugerí que tomase nota del nombre de la sobrecargo y tan pronto saliese del avión y del pasillo telescópico y cuando se encuentre ya en el edificio terminal, de manera calmada manifieste lo que quiera a un supervisor en tierra, asegurándose de que este levante un reporte de su queja, a la que podría acompañar con una queja formal por escrito a la aerolínea. Y eso que este evento tuvo lugar antes del 11 de septiembre de 2001; no me quiero imaginar las consecuencias que hubiese tenido que asumir este pasajero en el ambiente del aerotransporte posterior a los ataques al World Trade Center.

Si bien estoy convencido que hay que tratar de guardar la calma y no provocar a ese monstruo de varias cabezas en el que se ha convertido una tripulación moderna y que por cierto tiene razones valiosas para estar muy sensibles en lo que toca a temas de seguridad, creo que es tiempo también que la sociedad y los consumidores del aerotransporte en particular, de la raza, nacionalidad o religión que sean, manden un mensaje a las aerolíneas y las autoridades que las regulan que no están dispuestos a soportar más abusos en aeropuertos y aeronaves; que una cosa es intentar garantizar la seguridad aérea y otra es violar derechos humanos, excediendo la aplicación de autoridad, por ejemplo, cuando un pasajero habla un cierto idioma, pertenece a cierta raza o cultura, o está algo nervioso por las circunstancias del vuelo, terminando por ser considerado o tratado como delincuente o potencial amenaza.

No cabe duda que la línea que divide lo que es un comportamiento aceptable o no dentro de una aeronave no es fácil de distinguir; sin duda hay comportamientos por parte de los usuarios que deben ser sancionados, pero no hay que olvidar que los pasajeros son clientes con derechos y no convictos.

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