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26/04/2024

El arte de poner un nombre a una aeronave

Juan A. José / Miércoles, 28 Septiembre 2016 - 10:14

En el transporte marítimo lo más común es identificar al vehículo que se va a emplear para un cierto traslado por medio de su nombre. Virtualmente todas las embarcaciones tienen uno y los pasajeros de un barco lo conocen, pero rara vez sabe el designador o número de su viaje. En el ambiente de las aerolíneas sucede lo contrario: es muy difícil que un pasajero conozca el nombre de la aeronave en la que va a volar---si es que lo tiene, pero tiende a poder identificar y de hecho le es requerido hacerlo, su número de vuelo.

En el marítimo hay casos de nombres verdaderamente famosos, como el Titanic o el Queen Elizabeth II. En el aéreo el honor se lo pelean el Spirit of St. Louis de 1927, el dirigible alemán Hindenburg de 1936, el bombardero B-29 Enola Gay del que cayó la bomba atómica de Hiroshima en 1945 y el avión presidencial norteamericano Air Force One, que en sí no es un nombre sino una designación. Sin embargo, ninguno de ellos formó parte de aerolínea alguna, como fue el caso del China Clipper, el más conocido de los nombres que la legendaria Pan American dio a sus aeronaves, a la mayoría de las cuales llamó Clipper (palabra inglesa empleada para referirse a cierta clase de buques de vela del siglo XIX), vinculando de alguna manera a la navegación aérea, como siento corresponde, a tradiciones de la navegación marítima.

La decisión de ponerle o no nombres a la totalidad o a parte de la flota de una aerolínea es un tema complejo que tiene mucho que ver con el momento que vive la empresa, su estrategia comercial, la voluntad de los propietarios o directivos y la política. Si bien las aerolíneas procuran destacar la cultura de sus países o los mercados que sirven, lo cierto es que eligen nombres de todo tipo y circunstancias, lo cual genera algunos casos curiosos como los que expongo a continuación:

• Con el fin de reconocer la lealtad de algunos de sus pasajeros que más millas han acumulado en su programa de viajero frecuente, United ha puesto sus nombres a varias de sus aeronaves Boeing 747.
• Los Boeing 727-200 de Mexicana llegaron a tener tres o más nombres diferentes a lo largo de su operación con esta aerolínea.
• El nombre Clipper Pocahontas lo recibieron tres Boeing 727-21 de Pan Am.
• Un mismo nombre ha sido puesto en aeronaves de varias aerolíneas, caso del Ciudad de México que ha sido portado por equipos de Aeroméxico (DC-10-30), Mexicana (Airbus A318), Iberia (Airbus A340-600) y KLM (Boeing 747-400) o de Charles A. Lindbergh en un Boeing 747-SP y en un Airbus A300 de Pan Am, además de un Boeing 747-200 de KLM y en caso inédito para este modelo, en un Concorde de Air France.
• El muy querido ejecutivo de aerolíneas José Antonio (Chief) Patiño fue homenajeado en dos aeronaves de las empresas de Mexicana de Aviación: Un Douglas DC-9-30 de Aerocaribe y un Boeing 727-200 de la troncal.
• Volaris suele poner primeros nombres en grandes letras de manera que destaquen en el blanco de los fuselajes de sus aviones.
• El nombre Quetzalcóatl que lleva el flamante primer ejemplar de un Boeing 787-9 de Aeroméxico era el nombre con el que se conocía a los Boeing 727-100 presidenciales mexicanos con José López Portillo en el poder.

Podríamos elaborar una larga lista de nombres anecdóticos, pero ese no es el objetivo de este comentario, sino recordar que si bien no de manera tan destacada como en el caso del transporte marítimo, al final de cuentas los nombres son y serán parte de la aviación.

Y usted amigo lector, ¿qué clase de nombre le pondría a una aeronave, si estuviese en sus manos bautizarla?

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