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26/04/2024

¡Pájaros, pájaros!

Francisco M. M… / Jueves, 8 Septiembre 2016 - 08:47

"Viento calma, altímetro 1016. Autorizado para despegar"...

Era la voz del controlador de torre en el aeropuerto Chahhatrapati Shivaji en la ciudad de Bombay, India.

Cuando el avión viró hacia la cabecera de la pista, el piloto pudo observar aquella figura bien conocida del hombre pequeño vestido de blanco y con turbante parado a la orilla que lanzaba cohetes hacia el cielo, y que tronaban a trescientos pies para espantar a las parvadas alrededor y desalojar las trayectorias de despegue y aterrizaje.

Este aeropuerto se encuentra rodeado por favelas o slums, en los que hay agua y desperdicios, por lo que esas enormes colonias atraen gran cantidad de aves de todo tipo y tamaño, lo que representa, como en muchos aeropuertos del mundo, un peligro potencial para la operación de todo tipo de aviones a bajas altitudes.

El enorme Boeing 777-300 con sus 320 pasajeros, 19 tripulantes a bordo, sus 100 toneladas de combustible en sus tanques y su peso de más de 340 toneladas inició la carrera de despegue en una mañana de primavera despejada y templada con destino al aeropuerto de Londres.

Ascenso positivo, tren arriba", ordenó el capitán después del despegue y un segundo después se escuchó el grito del primer oficial: "¡pájaros, pájaros!"

Una larga secuencia de fuertes impactos se escucharon cuando las aves se estrellaron contra distintas partes de la estructura del avión y después vinieron las explosiones de compresor en el motor izquierdo, pérdida de potencia, fuerte vibración y la consecuente alarma de fuego.

Aunque el motor de 25 millones de dólares seguía funcionando, las continuas explosiones y la fuerte vibración que se sentía en todo el avión obligaron a los pilotos a realizar el procedimiento de emergencia para corte de motor, y posteriormente avisaron al controlador de torre de la emergencia, solicitando instrucciones para regresar y aterrizar, pero antes de ello fue necesario volar en un área asignada sobre el mar para abrir las llaves de descarga del avión, tirar 60 toneladas de combustible y así poder alcanzar el peso adecuado para el aterrizaje.

La aproximación y el aterrizaje con un solo motor operativo se llevó a cabo dentro de los parámetros normales dada la situación, y poco después los pasajeros descendían del avión temblorosos y asustados pero felices y agradecidos de estar en tierra, seguros.

Después de hacer las anotaciones del caso en la bitácora de vuelo, los pilotos descendieron del avión para revisar los daños.

Se podían observar restos de aves, plumas y sangre en las puertas del tren de aterrizaje de nariz, más de lo mismo en varias partes de la estructura y en la raíz del ala izquierda en donde se podía ver un agujero del tamaño de un balón de futbol, lleno de carne molida y huesos de zopilote.

Fue impactante observar el enorme daño en los alabes de entrada del motor izquierdo y desde luego más restos de aves en el borde de ataque, en la entrada y el fondo del motor en los compresores.

"No lo ha visto todo, acompáñeme a ver el otro motor, Capitán", dijo él mecánico, y la sorpresa fue enorme cuando pudieron observar que también alrededor del motor derecho y en su borde de ataque había más de diez huellas de impacto y restos de aves pero ninguna de ellas entró a la turbina, sino que pegaron en el borde de ataque y de ahí se esparcieron hacia afuera, ninguno hacia adentro, lo que significa un reto a la ley de probabilidades y una buena dosis de suerte para tripulantes y pasajeros.

Si esas aves también hubieran entrado al motor derecho, como lo hicieron en el izquierdo hubiera significado la pérdida de potencia en ambas turbinas a baja altitud lo que, volando sobre áreas pobladas, con difícil orografía y sin margen de maniobra, hubiera provocado la caída del avión sin duda; la entrada de esas aves en los motores hubiera sido la causa de una verdadera tragedia.

En muchos aeropuertos del mundo se hacen esfuerzos para evitar el hábitat de aves en los alrededores de los aeropuertos, las cuales representan un verdadero peligro para las operaciones aéreas, pero a pesar de todo lo hecho, el problema es potencialmente peligroso y es importante estar consciente en cada despegue y cada aterrizaje.

El Capitán Sully Zullemberger quien fue el piloto al mando del Airbus 320 que cayó en el río Hudson hace unos años después de perder ambos motores por ingreso de aves sabe mucho sobre este tema.

En esa ocasión, Sully llevó a cabo un trabajo técnico de muy alto nivel de complejidad y maniobró su avión haciendo uso de toda su experiencia y entrenamientos para salvar la vida de sus pasajeros.

Todo el tiempo que duró el vuelo real ha sido programado en todas sus fases y con base en los datos de las grabadoras de vuelo y de voz en diferentes simuladores de vuelo del modelo A-320 y hasta hoy, nadie ha podido repetir la hazaña.

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