Desde que era niño tuve mucho interés por todo lo espacial. Fui afortunado de ser testigo de las grandes hazañas que realizaron Estados Unidos y la entonces Unión Soviética por ganar la carrera espacial durante la Guerra Fría y soñaba que el espacio era un lugar donde la humanidad podría expandirse y explorar lo desconocido. Sin embargo, recientemente, ese sueño se ha visto empañado por un incidente que ha traído literalmente el espacio a la Tierra.
El 19 de junio de 2025, un cohete Starship de SpaceX explotó durante una prueba en su instalación de Starbase, en Texas, cerca de la frontera con México. Los desechos de esta explosión no solo cayeron en territorio estadounidense, sino que también cruzaron la frontera y aterrizaron en las playas de Tamaulipas, específicamente en la playa de Bagdad.
Este incidente no es solo un problema técnico; tiene implicaciones ambientales y legales significativas. Según informes, más de una tonelada de desechos, incluyendo plásticos fundidos, aluminio y adhesivos azules, fueron encontrados en 500 metros de costa. Lo más alarmante es el impacto en la vida marina. Al menos 300 crías de tortugas Carey, una especie en peligro de extinción, murieron en nidos compactados debido a las vibraciones de los cohetes. Además, se han reportado muertes de delfines, peces y otras especies marinas, lo que ha generado una gran preocupación entre activistas ambientales y científicos.
La respuesta del gobierno mexicano ha sido rápida y contundente. La presidenta Claudia Sheinbaum ha anunciado que se está revisando si SpaceX violó alguna ley internacional y ha amenazado con presentar demandas legales si se encuentra que hay infracciones. Esto es crucial, ya que México tiene el deber de proteger su medio ambiente y sus recursos naturales.
Por su parte, SpaceX ha defendido sus acciones, afirmando que los materiales no presentan riesgos químicos, biológicos ni toxicológicos, según pruebas independientes. La compañía también ha expresado su disposición a colaborar en la limpieza y ha solicitado la devolución de los desechos, argumentando que son propiedad de SpaceX. Sin embargo, estas afirmaciones han sido recibidas con escepticismo por parte de los activistas y el gobierno mexicano, quienes exigen una mayor transparencia y responsabilidad.
Este incidente pone de manifiesto un problema más amplio: la contaminación espacial. A medida que las misiones espaciales se vuelven más frecuentes y ambiciosas, el impacto en nuestro planeta, especialmente en áreas costeras y marinas, debe ser considerado seriamente. México, con su rica biodiversidad y su papel como líder regional, tiene la oportunidad de establecer estándares para la sostenibilidad espacial.
Como mexicano, me siento orgulloso de las contribuciones de mi país al espacio, como la misión AztechSat-1, pero también creo que debemos ser responsables con nuestro planeta. La exploración espacial no debe realizarse a costa de nuestro medio ambiente. Es hora de que México lidere en la gobernanza espacial global, promoviendo prácticas sostenibles y asegurando que las actividades espaciales beneficien a todos, sin comprometer la salud de nuestro planeta.
Así, el incidente de los desechos de SpaceX en México es un recordatorio de que el espacio y la Tierra están interconectados. Debemos encontrar un equilibrio entre nuestra sed de exploración y la necesidad de proteger nuestro hogar. Mientras tanto, el gobierno mexicano continúa su revisión para determinar si se han violado leyes internacionales, y la comunidad internacional observa con atención cómo se desarrolla esta situación. Solo así podremos asegurar que el espacio siga siendo un lienzo de posibilidades infinitas, no solo para nosotros, sino para las generaciones futuras.
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