Recordemos como el día 7 de mayo de 2022 tuvo lugar un serio, mediático y hasta vergonzoso incidente aéreo en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), cuando un Airbus A320 de Volaris fue autorizado a aterrizar en la pista cero- cinco- izquierda (05L) en momentos en los que un similar operado por Volaris Costa Rica se encontraba sobre la misma, aparentemente listo para despegar, sólo para iniciar una tardía maniobra de “ida al aire”.
El pasado 21 de julio la historia en buena medida se repitió cuando un Embraer ERJ-190 de Grupo Aeroméxico, operada por Aeroméxico Connect (Aerolitoral) procedente de Aguascalientes, México, aterrizó en la pista cero-cinco-derecha de la misma terminal aérea en momentos en los que un Boeing 737-800 operado por la norteamericana Delta Air Lines iniciaba su carrera de despegue con destino a Atlanta, Georgia, misma fue detenida a tiempo por sus pilotos.
Por enésima vez, la aviación civil mexicana y la seguridad en los aeropuertos y espacio aéreo de nuestro país están siendo presentadas negativamente en los titulares de los medios y plataformas especializadas globales con la agravante en esta oportunidad de involucrar una aeronave no solamente con matrícula “November”, sino una portando la bandera de los Estados Unidos en los colores de una de sus principales aerolíneas. Irónicamente las protagonistas del incidente son las mismas que se encuentran en el centro del debate en Washington, D.C. respecto al futuro de su alianza estratégica y la inmunidad antimonopolio que la protege.
¿Será que hasta la “tercera”, es decir, “la vencida”, en la que pudiera ahora sí registrarse un saldo rojo derivado de un incidente similar en el AICM, cuando las autoridades federales, comenzando por las que desde Palacio Nacional se sienten dueñas de la nación, abran ojos ante la amenaza a la seguridad de las operaciones que supone el actual entorno regulatorio y de gestión de la aviación civil mexicana, en el que todo indica pesan más los intereses políticos, económicos y sindicales que la vida tanto de los ocupantes de una aeronave o de terceros fuera de ella?
Lo he dicho una y otra vez: desde hace años, y más desde la irrupción del lopezobradorismo con su desprecio al marco legal nacional e internacional que rige las actividades aéreas civiles, a las cuales puso en mano de instituciones y personas que en el sentido estricto no están formadas para ello, caso de los militares, estamos constatando el debilitamiento institucional de una autoridad aeronáutica nacional, crecientemente incapaz de hacer su crucial labor de certificación, supervisión y regulación. Los incidentes que comento me parecen una clara muestra de ello.
La buena noticia en torno al último de esos eventos tiene dos vertientes; por un lado, el saldo fue blanco y por el otro, al haber involucrado a una aeronave norteamericana es lógico pensar que aquello que realmente ocurrió será del interés de la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte, es decir, el famoso NTSB, organización independiente del gobierno de ese país, lo que en una de esas nos puede dar esperanzas de que aquello que detonó tan peligroso encuentro en el AICM sea identificado, dado a conocer y sirva de antecedente para que algo similar no vuelva a registrarse en aeropuerto alguno.
Aun cuando efectivamente emanen lecciones de este susto, dudo que quienes están actualmente al frente de lo aeronáutico en México las aprendan. No en balde se dice que un pesimista es un optimista con experiencia, y la verdad, luego de haber constatado en los últimos años tantas cosas negativas en la aviación civil mexicana, el panorama en este sentido no me parece muy alentador que digamos.
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