La diplomacia tiene un lenguaje sutil… Hasta que deja de tenerlo. Y ese punto ha llegado…
El Departamento de Transporte de Estados Unidos, (DOT), a cargo de SEAN DUFFY, ha endurecido su postura frente a México, lanzando una advertencia sin rodeos: si el manejo del espacio aéreo continúa fuera de estándares técnicos y acuerdos bilaterales, vendrán consecuencias directas.
El Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), bajo la dirección de JUAN JOSÉ PADILLA OLMOS, otrora epicentro de nuestra conectividad, opera hoy en condiciones críticas.
Desinversiones prolongadas, reducción de slots y decisiones administrativas unilaterales han deteriorado su funcionalidad.
Mientras tanto, el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), aún bajo la rienda de ISIDORO PASTOR ROMÁN, concebido como la nueva joya de la corona, permanece aislado, con baja demanda y sin un ecosistema que lo respalde.
La reactivación del Aeropuerto de Toluca no responde a una visión integral, sino a una salida apresurada para cubrir vacíos.
Lejos de consolidar un sistema aeroportuario coordinado, México opera tres terminales que no se complementan ni se comunican eficazmente: una saturada y deteriorada, otra vacía y sobredimensionada, y una tercera reciclada sin preparación real.
La preocupación internacional no es infundada. El pasado lunes 21 de julio, dos aeronaves comerciales estuvieron a punto de colisionar en el AICM por una asignación errónea de pista.
Las huestes de MIGUEL ENRIQUE VALLÍN OSUNA, en la Agencia Federal de Aviación Civil (AFAC) reconocieron el incidente hasta dos días después, subrayando no sólo la falla operativa, sino también la falta de respuesta oportuna. En materia de aviación, los segundos salvan vidas. El silencio, las pierde.
Este tipo de episodios minan la confianza de nuestros socios estratégicos. La posibilidad de suspender la joint venture entre Aeroméxico y Delta ya está sobre la mesa, así como la revisión de permisos y frecuencias.
La administración estadounidense advierte que no tolerará el uso político del espacio aéreo ni decisiones que vulneren los compromisos pactados bajo el T-MEC.
Como si el escenario no fuera lo suficientemente complejo, el gobierno ha revivido Mexicana de Aviación, ahora como una aerolínea estatal operada por la Secretaría de la Defensa Nacional.
Más que una propuesta de conectividad, el proyecto representa un símbolo de control ideológico.
En los mercados internacionales, se interpreta como una señal de retroceso y concentración de poder en detrimento de la competencia.
La aviación mexicana atraviesa una turbulencia severa. No por condiciones meteorológicas, sino por decisiones administrativas y políticas que han debilitado su estructura. Y esta vez, el costo no lo pagará sólo el pasajero, sino el país entero, con su reputación aérea en juego y sus rutas bajo observación.
Porque cuando se juega con el cielo… también se corre el riesgo de quedarse en tierra.
¡Queda Dicho!
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