“Yo soy el marino, que alegre de Guaymas, salió una mañana llevando en mi barca, como ave piloto, mi dulce esperanza”…
El Aeropuerto Internacional de Guaymas, General José María Yáñez, acaba de recibir una nueva encomienda.
A partir del 1 de julio, junto con los aeródromos de Loreto, Matamoros, Ciudad del Carmen, Ciudad Obregón y Colima, dejará de formar parte del Grupo Aeroportuario de la Ciudad de México (GACM), hasta ahora bajo control de la Secretaría de Marina Armada de México, encabezada por el almirante RAYMUNDO PEDRO MORALES ÁNGELES, para integrarse a una estructura administrativa común con el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM).
La operación se presenta como una medida de centralización que promete eficiencia y visión de largo alcance.
Pero en tierra firme —donde los anuncios no despegan— la realidad apunta en otra dirección.
Desde hace meses, trabajadores del aeropuerto de Guaymas han denunciado un trato poco digno por parte del administrador actual.
Quejas que se han acumulado como maletas extraviadas: sin respuesta, sin cambio de rumbo.
En el terreno de la inversión, las turbulencias también se hacen sentir. De los treinta millones de pesos anunciados para modernizar la terminal aérea, apenas se han ejercido quince.
La otra mitad del presupuesto permanece en espera de vuelo… o de explicación.
Entre los trabajos contemplados destacan: rehabilitación de sanitarios, colocación de vitropiso en edificios, impermeabilización, cambio de techumbre, modernización de la sala VIP y torre de control, así como mejoras en las oficinas de la Agencia Federal de Aviación Civil, Aduanas y Migración.
También se incluye mantenimiento a la pista 02-20, instalación de equipos de revisión no intrusiva en la sala de última espera, rehabilitación del edificio de Servicios de Extinción de Incendios y la colocación de un asta bandera monumental…
Lástima que el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI) ya no existe.
Lo que antes era un derecho —saber en qué se gastó cada peso público— hoy, en esta cuarta transformación, se ha convertido en un monumental misterio del itinerario nacional.
Pero no todo está perdido. El Órgano Interno de Control, ha aterrizado en la terminal guaymense. Alguien, en algún lugar, intuyó que había algo más que revisar.
Guaymas está en ruta. Pero hacen falta más que siglas nuevas o traspasos burocráticos para que esa pista reciba lo que merece: aviones, respeto, claridad y un trato justo para su gente.
“Al golpe el remo, se agiten las olas, ligera mi barca…”
¡Queda Dicho!…
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