Impactantes y trágicas son las vivencias que actualmente ocurren en el estado de Tabasco y de otras regiones del sureste mexicano como consecuencia de las lamentables y masivas inundaciones que experimentan. Mientras que es innegable que toda esta región es proclive a inundaciones periódicas, en el caso del 2020 han sido producto de cuestionables decisiones de ciertas autoridades federales, así como de condiciones meteorológicas relativamente atípicas. De manera independiente podrían ser manejables; pero en su conjunto se traducen a un desastre imparable, y que lamentablemente tiene visos de que va a empeorar en días venideros.
Ciertamente este no es el espacio, contexto ni momento para asignar responsabilidades, ni para determinar quién o quiénes contribuyeron a esta tragedia regional. Sin duda la evidencia esta a la vista de todos, y el “posicionamiento” de varios funcionarios federales y estatales demuestran más allá de toda duda razonable dónde queda la participación de cada quién en este proceso. Lo que es ineludible y debe ocupar nuestra atención es el cómo podemos atender esta crisis.
Sin duda es necesaria (y urgente) la participación de las instituciones federales. En el caso particular de los desastres naturales nuestras Fuerzas Armadas tienen un papel predominante. El Ejército Mexicano con el plan DN-III-E y la Armada de México con el Plan MARINA tienen amplia trascendencia y antecedentes en la atención de estos incidentes. La fórmula está ya bien probada, y realmente se trata de la implementación de planes y protocolos previamente establecidos.
En el caso de la Guardia Nacional se asume que se plegarán al DN-III-E al ser parte de la SEDENA, pero todavía no queda claro esto. Lo que si queda más que incuestionable es el importante papel que debiera tener nuestra Fuerza Aérea Mexicana y nuestra Aeronaval. Su participación es vital para socorrer y dar apoyo a la población connacional en casos de desastre, y aunque en muchas ocasiones no se ve claramente su labor es esencial y vital para las operaciones de apoyo.
Desde reconocimientos aéreos (esenciales para determinar en tiempo real el tamaño y dinámica de la crisis) hasta abastecimientos aeromóviles (llevando suministros esenciales a regiones remotas e incomunicadas); desde apoyo a comunicaciones y logística desde plataformas aerotransportadas hasta extracción de población civil en condiciones de aislamiento o peligro; desde ambulancias aéreas hasta el despliegue de personal militar y naval para brindar apoyo a la población; y desde análisis meteorológico hasta gestión de riesgos, la aplicación de los componentes aéreos de nuestras instituciones castrenses es esencial para la adecuada administración y procuración del auxilio a la población civil en casos de desastre, así como en la eficiente gestión pública para la reacción inmediata y las labores subsecuentes de recuperación y reconstrucción local.
Visto de otra manera: el papel de la FAM y la Aeronaval es vital para dar pronta atención y eficiente recuperación en caso de desastres naturales, en virtud del valor agregado que ofrecen en la atención interinstitucional en estos casos. Su participación se ha visto claramente en numerosas ocasiones en nuestro país: año tras año nuestros Caballeros Águila han brindado abnegado apoyo y servicio incansable a nuestro pueblo en casos de desastres naturales, y se han consagrado como los héroes no reconocidos de millones de personas. Nuevamente se reitera una premisa básica del mundo moderno: quien tiene presencia y maestría en la gestión aérea puede desplegar sus recursos en tierra con mayor eficiencia; y quien domina los aires controla la tierra.
Sin embargo, en el caso de Tabasco en este 2020 la situación es lamentablemente muy diferente. Trágico -pero entendible- es reconocer que no se están empleando todas las potencialidades de nuestra FAM y Aeronaval para apoyar en esta tragedia del sureste del país. La razón es clara y dolorosamente evidente: en razón de los pocos (por decirlo diplomáticamente) apoyos y estímulos que han tenido estas instituciones permanentes del Estado Mexicano en la presente administración, así como por un insensible abandono y distanciamiento paulatino desde hace años a estas entidades, actualmente se cuentan con menos recursos de los necesarios para dar una atención eficiente, pronta y expedita en casos de desastres naturales en nuestro país.
Es entonces momento donde debemos reflexionar profundamente sobre esta situación. Por un lado, México como cualquier otro país en el mundo es proclive, sujeto y objeto de desastres naturales. Sobre esto no hay absolutamente nada que podamos hacer. Pero en lo que si podemos incidir es en el cómo podemos responder a estas catástrofes periódicas. La opción y alternativa más obvia es preparar un sistema integral interinstitucional de respuesta ante estas crisis y de apoyo a la población en casos de desastre. Hasta cierto punto ya tenemos este camino avanzado, pero debido a decisiones políticas cuestionables, estas capacidades se han disminuido considerablemente en los últimos veintitrés meses.
Pero una capacidad que definitivamente no puede ser minimizada ni relegada es el apoyo aéreo a las operaciones de atención en caso de desastres naturales. Por su trascendencia, valor agregado, naturaleza intrínseca y capacidad de multiplicación de esfuerzos, el apoyo aéreo integral no puede ni debe ser relegado. Lo que estamos viendo en Tabasco nos muestra claramente la urgencia de fortalecer a nuestra Fuerza Aérea y Aeronaval, precisamente para poder ser ese catalizador contribuyente al apoyo regional en desastres naturales.
Sin intención de ser irreflexivamente crítico, nuestra FAM y Aeronaval podrían estar haciendo mucho más que limitarse a dar “recorridos aéreos” sobre las áreas afectadas a ciertos funcionarios. Eso ayuda poco o nada a aliviar las tensiones generadas por esta crisis. Establecer puentes aéreos, brindar reconocimientos aéreos, transportar suministros y personal de apoyo, así como establecer vías de evacuación son labores esenciales que deberían estarse llevando a cabo con mucha mayor incidencia de lo que estamos viendo. Y para hacer eso hace falta algo: recursos aplicados e invertidos en nuestras instituciones.
En un esfuerzo austericida, la actual administración federal ha recortado insumos a la FAM y la Aeronaval al considerarlos “redundantes”, “innecesarios” y “gastos leoninos”. No ha logrado identificar que no son gastos, son inversiones. Y estas se llevan a cabo exactamente para momentos como éste, para las crisis que azotan a nuestro pueblo y exigen con clamorosa voz el apoyo de nuestras instituciones permanentes. Es por ello que debemos ver al Tabasco inundado de noviembre de 2020 y reconocer que requerimos invertir mucho más en nuestros componentes aéreos castrenses, ya que por su medio pueden salvarse a miles de personas, contener ciertos aspectos de la tragedia y acelerar el proceso de recuperación tras esta debacle.
Celebramos la labor incansable y abnegada de nuestros aviadores militares y navales en apoyo a la población civil afectada; nos solidarizamos con las víctimas de esta tragedia natural en el sureste mexicano; y exhortamos a nuestras autoridades a invertir en las capacidades aéreas nacionales para que en su momento puedan apoyar a la población por medio de su oficio y capacidades.
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