A pocos meses del inicio de las elecciones a la gubernatura del Estado de México y la carrera presidencial, al inquilino de palacio se le ocurre comprar la marca Mexicana de Aviación para crear una aerolínea que, claramente, será manejada por personal militar en retiro y cuyos beneficios, a pesar de ser una inversión con dinero público, serían para el Ejército, a un precio de 815 millones de pesos que no cubriría, por mucho, el monto real a pagar al personal después de 12 años de espera de la icónica aerolínea.
Los trabajadores, en su afán de cerrar ya este ciclo, han cedido a negociarlo y con toda la razón.
Pero, ¿realmente el gobierno, junto con el Ejército, tendrán la infraestructura necesaria, la logística para conseguir los aviones, entrenar tripulaciones y conseguir las certificaciones, licencias y, claro, las autorizaciones por parte de IATA, OACI y FAA, entre otras, en tan solo 6 meses?
Y a todo esto habría que considerar que todavía estamos en categoría II y no se ve en el horizonte la posibilidad de regresar a la categoría I.
Uno de los grandes obstáculos (entre otros), es el rediseño aéreo, que no solo ha causado estragos a las aerolíneas por el incremento en las distancias de aproximaciones, sino las fallas tan grandes en la seguridad, que han detonado alertas en los sistemas de seguridad de las aeronaves, específicamente en el sistema GPWS, que han provocado un cúmulo de reportes que las mismas autoridades han tratado de encubrir y, si sumamos las demandas de 150 colonias, que incluyen amparos por el ruido excesivo de las aeronaves, tendremos la fórmula perfecta para que se demoren todavía los procesos ante las autoridades extranjeras que permitirían continuar con el proceso de las certificaciones requeridas.
Una vez más, la marca registrada de este gobierno: “Ignorancia SA de C V”, se hace patente junto con la ya conocida “Yo tengo otros datos”.
Esperemos que, en su desesperación, este gobierno no utilice como un arma los activos de Mexicana para amenazar a las aerolíneas, quitándoles espacios en los aeropuertos o imponiendo condiciones como, por ejemplo, poner como requisito a los aspirantes a pilotos y sobrecargos entrar a través de la Fuerza Aérea.
El tiempo corre, ya faltan pocos meses para el término de este sexenio, sigamos aprendiendo de todo esto para construir el México que todos queremos.
Y para concluir: Mexicana no es una marca ni los edificios, sino sus trabajadores que, mientras vivan, la mantendrán en sus corazones, en donde permanece tatuada el águila.
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