
La industria aeronáutica y la comunidad científica están intensificando sus esfuerzos para reducir las emisiones no relacionadas con el dióxido de carbono (CO2) generadas por las aeronaves, las cuales podrían tener un efecto de calentamiento tan relevante como el del propio CO2 en el impacto climático global del sector.
Entre las soluciones actualmente en desarrollo destacan la evitación operativa de estelas de condensación —que busca modificar las rutas de vuelo para prevenir su formación—, la implementación de combustibles sostenibles de aviación (SAF), y la propulsión con hidrógeno como una alternativa de largo plazo. Airbus, junto con centros de investigación y organismos reguladores, participa activamente en diversos proyectos centrados en estas tecnologías.
A pesar de su impacto, las emisiones no-CO2 aún no están sujetas a marcos regulatorios estrictos, lo que ha generado un debate creciente sobre la necesidad y la forma en que estas deberían regularse.
Esta discusión representa uno de los temas centrales en la política aeronáutica contemporánea, ya que involucra no solo a fabricantes y aerolíneas, sino también a gobiernos, autoridades de aviación civil, y sistemas de gestión del tráfico aéreo, que podrían enfrentar retos operativos ante posibles regulaciones, especialmente en lo que respecta a la capacidad y la programación de vuelos.
La combustión de combustible para aviones siempre produce CO2 y también emisiones no-CO2. En determinadas condiciones, el vapor de agua y partículas como hollín u otras materias particuladas se combinan y forman estelas de condensación, comúnmente conocidas como “contrails”. Son esas líneas blancas visibles detrás de los aviones a gran altitud.
En promedio, las estelas de condensación calientan la atmósfera y contribuyen al calentamiento global. No obstante, algunas pueden tener un efecto de enfriamiento, dependiendo del lugar y el momento en que se formen, así como de su duración.
Se estima que una proporción relativamente pequeña de vuelos es responsable de la mayoría de las estelas con efecto de calentamiento.
El impacto climático total de estas emisiones es complejo y difícil de medir. Los científicos siguen investigando para comprender plenamente sus efectos a largo plazo.
Existen tres enfoques principales para mitigar estas emisiones: el uso de distintos tipos de combustible (como SAF o hidrógeno), tecnologías de propulsión alternativas, y medidas operativas. Este último implica modificar las trayectorias de vuelo en tiempo real para evitar zonas donde es más probable que se formen estelas de calentamiento.
Airbus colabora con científicos, legisladores y actores de la industria en unos 20 proyectos relacionados con estos enfoques de mitigación. Algunos cuentan con financiación externa, mientras que otros son financiados internamente o en asociación con entidades que comparten los costos.
Añadió que tecnologías prometedoras como los sensores de humedad podrían ayudar a los aviones a evitar condiciones meteorológicas favorables para la formación de estelas. Estos sensores alimentan los modelos de pronóstico del clima, permitiendo mejorar las predicciones.
Sin embargo, al igual que los modelos del impacto climático, estas herramientas aún están en una fase inicial de desarrollo.
A pesar de ello, los proyectos y colaboraciones liderados por Airbus y sus socios están acelerando el desarrollo de estrategias de mitigación para emisiones no-CO2 y su posterior integración en las operaciones de vuelo.
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