¡Pum! En la mañana se escucha un estallido en el aire y la calma de la madrugada se estremece, los perros en las casas empiezan a ladrar inquietos, algunas alarmas de automóviles se disparan y, como dijo el director en turno a los representantes de 150 colonias de la ciudad de forma por demás cantinflesca y, hasta cierto punto, burlona: “ya se acostumbrarán al ruido”.
El problema es que, el “rediseño” aéreo que hicieron, no siguió ninguna norma, procedimiento ni regulación alguna. Supuestamente, el gobierno actual quería implementar el sistema de navegación PBN (Performance Base Navegation) para modernizar las llegadas y así poner en marcha un proyecto que permitiera operar 3 aeropuertos simultáneamente. Situación imposible de hacer, ya que los conos de aproximación se enciman unos con otros y, por la orografía compleja de la ciudad, no es posible hacer.
Sin embargo, no faltó aquel que, por rendir pleitesía al ocupante de palacio, se ofreció a confirmar que sí se podía, y contrataron a la compañía Navblue, quien se dedicó a hacer los estudios que finalmente fueron rechazados por MITRE, empresa dedicada a verificar la viabilidad del diseño, y es que un diseño aéreo no toma 6 meses en lograrse, pues se tienen que hacer estudios por orografía, meteorología, hacer las simulaciones con los aviones verificadores (que están, por cierto, detenidos por mucho tiempo).
El rediseño aéreo no solo rompe las normas de seguridad, al hacer volar a las aeronaves entre los volcanes y cerros que limitan sus rumbos vectoriales, dificultando el orden de llegada de las aeronaves y provocando “idas al aire”, por no estar totalmente estabilizadas las aeronaves, ya sea por altura o por velocidad, amén del mal diseño en los puntos de check para poder cumplir velocidades y alturas reglamentarias. El efecto Venturi/Bernoulli/orográfico está presente, por lo mismo, en adición a todo este embrollo.
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