Tal y como era de esperarse, y como muchos lo comentamos, el proyecto del aeropuerto de Texcoco no sólo se ha convertido en un grave problema económico –que seguro va a afectar al país en el futuro cercano, todavía más de lo que lo ha hecho hasta ahora–, sino en un asunto de la mayor importancia que ha sido contaminado por intereses no muy claros y que hoy se encuentra más en manos de políticos que de especialistas en materia de construcción de aeropuertos y administración de espacio aéreo.
Ahora, en el proceso de liquidación a los tenedores de los bonos verdes, se divulgaron unas condiciones de pago –no muy claras, por cierto– que definitivamente ya han tenido y seguirán teniendo un impacto importante en las finanzas del país. Por otra parte, hay más inversionistas, no sólo mexicanos sino extranjeros que no van a aceptar las condiciones iniciales y que, como viejos lobos de mar que son, se van a ir contra nuestro Gobierno hasta sacarle las tripas con tal de recuperar su dinero y todo lo adicional posible, a través de demandas y pleitos legales en Estados Unidos para empezar.
Negocio redondo para los "bonistas" sin duda, y uno muy malo para los mexicanos que ya hemos visto caer la bolsa de valores, la devaluación del peso y un incremento en la tasa de intereses que ya ha elevado el pago de nuestra deuda externa. Y todo, con cargo al bolsillo del pueblo sabio.
Ante este escenario, surge una serie de preguntas pertinentes:
¿Quién y qué está detrás de la férrea necedad por cancelar una obra de corte mundial, que ya lleva un avance el 37% y en la que se han gastado muchos millones de dólares –que se pretenden tirar al basurero–, para dar preferencia a iniciar prácticamente desde cero un proyecto que incluye Santa Lucía y el actual Benito Juárez, aún a pesar de un costo mayor y de que expertos de todo tipo en México y otros de reconocida calidad internacional siguen diciendo que la idea es muy mala desde el punto de vista económico y técnico?
¿Cuál será la respuesta de organismos internacionales como MITRE, IATA y OACI, al tener que calificar y certificar a su terminación un proyecto aeroportuario en Santa Lucía, que ellos mismos han dicho que no va a funcionar?
¿Quién o quiénes le están hablando al oído a nuestro presidente, o qué compromisos ineludibles tiene y con quién para poner en riesgo la viabilidad de su sexenio tomando decisiones tan controvertidas como las que ha tomado últimamente?
Desde el punto de vista económico y desde luego político "el horno no está para bollos" y López Obrador sólo podrá ir adelante y lograr un gobierno exitoso si empieza a gobernar para todos los mexicanos... y no sólo para aquellos que lo eligieron.
Todavía está a tiempo de reconocer errores, enmendarlos y tomar decisiones que lleven a México al lugar que debe ocupar en el teatro mundial, y eso seguramente lo elevaría como líder ante los ojos, no sólo de sus seguidores, sino de todos los mexicanos, incluyendo a los que no votamos por el.
A pesar de graves problemas de corrupción e impunidad, México llegó a ser la economía número diez en el mundo en años pasados pero hoy somos la número catorce; a pesar de una macroeconomía todavía sana algo no se hizo bien y corresponde al nuevo gobierno componer las cosas por el bienestar y prosperidad de todos, no de "los de arriba" ni de "los de abajo", sino por el bien de todos.
En lo que va del nuevo Gobierno, y empezando con el proyecto Texcoco, hasta hoy se han tomado muchas decisiones que nos están llevando hacia atrás en lugar de llevarnos hacia adelante como país, y solo hay que ver lo que dicen incluso algunos cercanos al círculo del presidente, la prensa, los medios y las voces confiables y conocedoras en México –que las hay– y en el extranjero para comprender lo que se puede venir si se sigue perdiendo la confianza en AMLO y su equipo.
Vienen días difíciles y la oposición va a ser feroz, ojalá que se reconozcan errores y se encuentren soluciones a nuestros problemas heredados y a los que hoy se están creando, porque lo contrario podría ser el caos económico y político de México.
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