Por Sergio Romero
En las disertaciones de estos últimos meses que han transcurrido entre un hálito de sorpresa difuminada con curiosidad, estamos sentados ante una mesa para conversar acerca del status en el que se encuentra el famoso Sistema de Gestión de Seguridad Operacional en las empresas de aviación civil en nuestro país.
El contexto en el cual discurren los comentarios deja filtrar no sólo la adustez de los rostros sino la capitulación de un enunciado común y categórico: ¡El SMS no existe en mi compañía!
Nos encontramos ante una rendición triste y vergonzosa como todas por esta derrota que nos infringe justamente la esencia de esta herramienta que exige OACI desde hace una década. En muchas de estas empresas, no hay sistema ni gestión. Sólo la seguridad tradicional, ésa de siempre, ésa que demanda tener cuidado y nada más.
Recuerdo la primera edición del Documento OACI 9859 en el cual se pedía no maquillar la seguridad con registros. Ése no es el propósito de la seguridad ni debería ser su condición final per se, pero en ésas andan varias organizaciones desde hace mucho tiempo con la complicidad de varios actores, con esa complacencia que la explicamos y la entienden todos en los cursos de Factores Humanos.
Tras el primer golpe recibido y tratando de restaurarme, trato de producir cordura y pregunto en qué etapa de implementación del SMS se encuentran. No puedo asegurar que mi pregunta logró su propósito pero recibí la respuesta de uno de los Gerentes Responsables que había en esta pintura perfecta para un tratado de Historia de la Aviación. La pesadumbre en su gesto me adelantó la respuesta que recibí en cámara distorsionada y no lenta. “Estamos en etapa tres, como se supone que están todos, Sergio”.
Seguimos la reunión y las preguntas burbujeaban como de una tetera bajo el fragor de la pasión de un fiscal novel pero agrandado. Ante todas ellas, sólo recibí las siguientes respuestas negativas:
- ¿Conocen y entienden todos la Política de Seguridad Operacional?
- ¿Saben todos qué y cómo reportar condiciones y/o prácticas inseguras?
- ¿Existe un protocolo para el tratamiento de estos reportes?
- ¿Pretende la gestión del riesgo detectar la calidad de las defensas existentes y generar nuevas defensas más vigorosas y eficaces?
- ¿Se comunica al personal los resultados de los riesgos evaluados así como de las investigaciones?
- ¿Ha logrado la compañía que sus empleados lean con interés las publicaciones de seguridad operacional? ¿Verifica alguien su entendimiento e implementación?
- ¿Se efectúa los simulacros conforme a lo planeado para generar mejoras en los procedimientos establecidos?
- ¿Existe un monitoreo o seguimiento efectivo, directo e interesado por parte del Gerente Responsable en materia de Seguridad Operacional?
- ¿Buscan las auditorías de SMS detectar de manera proactiva carencias en el sistema de seguridad o sólo generar registros de cumplimiento?
- ¿Posee la compañía una orientación integral de seguridad o consideran que la prevención es tarea exclusiva de la Gerencia de Seguridad?
- ¿Cumple el Gerente de Seguridad Operacional un rol activo en la gestión de seguridad operacional o se trata sólo de una instancia burocrática adicional pero de enfoque tradicional?
Dejé la abstracción por un momento y recordé una entrevista que sostuve hace un tiempo con la esposa de un tripulante fallecido en un accidente de aviación. Y siempre me asaltan estos recuerdos. Unos años antes, conversé con un piloto de helicóptero acerca de los contratos que se suscribía para trabajar en el sector de gas y petróleo. Yo le explicaba sobre el SMS y su garantía de gestión con base en el análisis del riesgo y cómo ello influye sobre la solidez de una organización proveedora de servicios. Me miró con desdén y sentenció “los contratos se conceden por quién cobra menos y no por el SMS, pues Sergio”. Podemos hablar técnicamente del SMS y sus galas de prevención, pero si pensamos en todo el dolor y las lágrimas que surgen tras una catástrofe de aviación, me declaro seguidor en todos los conceptos de Tony Tyler: “Un accidente ya es demasiado”. Claro, porque el SMS no existe.
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