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27/04/2024

El profe en Skyline

Juan A. José / Martes, 21 Febrero 2023 - 23:41

El pasado 5 de febrero tuve el privilegio de impartir, por sexta vez, un taller introductorio al concepto de la aviación en las instalaciones que comparten Aeronacional Escuela de Vuelo y Skyline Coffee en la Colonia Federal, adyacente al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, recordando con cariño al capitán Hugo González, instructor que me acompañó en esta aventura desde su comienzo y hasta el año pasado, en el que ascendió a nivel de vuelo más alto, cuyos zapatos intenta llenar mi compañero Gabriel Rojas. ¡Vaya reto que tuvo mi socio!

Luego de más de seis horas de clase, además de la satisfacción que me dieron con su participación mis alumnos, en especial uno de ellos de nombre Gustavo, quien a sus once años de edad convenció a sus padres para que lo inscribiesen, “toda vez que le encantan los aviones y quiere aprender más de ellos” y la que me generó la asistencia de un par de colegas periodistas de A21, que me tuvieron la confianza, me llevé una poca de lanita, que por cierto, en estos tiempos, no le hace daño a nadie.

Cuando llegué a casa comprendí lo privilegiado que soy, no solamente de poder pasar un domingo viendo aviones en Skyline, espacio que no dejo de agradecer a Edmundo López y Alfonso González, sino también de ser escuchado por mis alumnos y además de ser recompensado monetariamente por ello. ¡Caramba, que te paguen por hablar de aviones no tiene precio!

Pero hay más. Conforme en cada receso salíamos del aula hacia la terraza de la cafetería, me fui encontrando con varios alumnos que han tomado anteriormente el mismo taller, quienes amablemente me llamaron con un mote que no puedo dejar de reconocer me encanta y hasta me conmueve: “profe”. Y es que, entre su servidor y lo aeronáutico, siempre han mediado las aulas. Es más, además de escribir columnas de opinión y claro está: ¡volar!, la actividad de corte aeronáutico que más disfruto es estar frente a un grupo de alumnos, no importa qué tan versados resulten, caso del aquel ingeniero, master y doctor aeronáutico que estaba al frente del centro de diseño de General Electric en Querétaro, al que tuve como alumno en el Tecnológico de Monterrey o, por el contrario, de este chavito Gustavo que apenas cursa el segundo de secundaria.

Voy a confesar que tiendo a quejarme con bastante facilidad de las cosas, pero también debo admitir que mis cercanos no dudan en decirme que nunca me han escuchado quejarme de una clase, conferencia o presentación que haya yo impartido y, lo más importante, ni de sus participantes. ¡Qué padre no cree, estimado lector, haber descubierto algo en lo que uno se lo puede pasar siempre a todo dar!

El problema, y ahí el meollo de esta entrega, tiene que ver con la precariedad de las condiciones de trabajo y remuneración de los profesores en México, incluyendo los aeronáuticos. ¿Cómo es posible -me pregunto-, que mi peluquero gane hasta tres veces más por hora que un profesionista con grado de licenciatura, si es que no de maestría impartiendo una materia? Eso, la verdad, es que no me parece ni correcto, ni lo que necesita México.

Creo que es tiempo no solamente de valorar afectivamente “al profe”, sino también de valorarle económicamente. Me parece que ha llegado el momento de que la enseñanza a todos los niveles no resulte, en especial, tal y como llega a suceder en muchos casos, esa última opción para un profesional que no encuentra trabajo de otra manera. Ese “dar clases” no debe ser sinónimo de resignación sino de una productiva vocación.

En cualquier caso, sobra decir que disfruté mi dominguito en Skyline y las aulas esperando, además, la espectacular llegada del 747 de Lufthansa unas horas después de la foto grupal del recuerdo, misma que les comparto a continuación y en la que aparece Gustavo con su primer diploma aeronáutico, el cual fue un privilegio entregarle.

 

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