
La carrera espacial del siglo XXI ha traído avances extraordinarios, pero también un costo ambiental que no podemos ignorar. Cada satélite lanzado al espacio, cada cohete que surca la atmósfera, deja una huella ecológica que se extiende desde las minas de litio y tierras raras hasta la creciente nube de basura espacial que orbita nuestro planeta. La industria espacial, pilar de la conectividad global y la exploración científica, debe abrazar la economía circular para mitigar su impacto ambiental y garantizar un futuro sostenible. México, con su creciente presencia en el sector aeroespacial, tiene la oportunidad de liderar este cambio y convertirse en un referente global.
La economía circular, basada en los principios de reducir, reutilizar y reciclar, ofrece un marco para transformar la industria espacial. Actualmente, cada lanzamiento de un cohete emite toneladas de gases de efecto invernadero, contribuyendo al calentamiento global. Los satélites, una vez que terminan su vida útil, se convierten en basura espacial, un problema que ya suma más de 27,000 objetos rastreados en órbita, según la NASA, sin contar los fragmentos más pequeños. Además, la extracción de materiales como el litio para baterías o las tierras raras para componentes electrónicos genera devastación ambiental en regiones mineras, muchas veces en países en desarrollo. Este modelo lineal de “usar y desechar” es insostenible.
La aplicación de la economía circular en la industria espacial podría cambiar este panorama. En primer lugar, el diseño de satélites debe priorizar la modularidad y la reciclabilidad. Satélites diseñados para ser desmantelados y reutilizados en órbita podrían reducir la acumulación de desechos. Empresas como SpaceX han dado pasos hacia la reutilización de cohetes, como el Falcon 9, que ha demostrado que es posible recuperar y relanzar componentes, reduciendo costos y emisiones. Sin embargo, esta filosofía debe extenderse a los satélites y otros equipos espaciales. Por ejemplo, se podrían desarrollar sistemas robóticos en órbita capaces de reparar, reabastecer o reciclar satélites, extendiendo su vida útil y minimizando la necesidad de nuevos lanzamientos.
En segundo lugar, la industria debe optimizar el uso de materiales sostenibles. La fabricación de componentes electrónicos podría incorporar materiales reciclados o alternativas menos perjudiciales para el medio ambiente. En la Tierra, las cadenas de suministro deben ser más responsables, asegurando que la extracción de litio y tierras raras cumpla con estándares ambientales estrictos y fomente el reciclaje de baterías. Esto no solo reduciría el daño a ecosistemas vulnerables, sino que también generaría empleos en la gestión de residuos electrónicos, un sector con gran potencial.
México, como actor emergente en la industria aeroespacial, tiene una oportunidad única para liderar este cambio. Con más de 300 empresas del sector, principalmente en estados como Baja California, Querétaro y Chihuahua, el país puede impulsar políticas que promuevan la economía circular. Por ejemplo, el gobierno mexicano podría establecer incentivos fiscales para empresas que adopten prácticas sostenibles, como el diseño de satélites reciclables o el uso de combustibles menos contaminantes en los lanzamientos. Las universidades y centros de investigación mexicanos podrían desarrollar tecnologías de reciclaje en órbita, posicionando al país como un innovador en este campo.
Además, México puede liderar con el ejemplo al fomentar alianzas internacionales. La colaboración con organismos como la ONU o la Agencia Espacial Europea podría establecer estándares globales para la sostenibilidad en el espacio. Por ejemplo, México podría proponer un tratado internacional que obligue a las empresas a incluir planes de reciclaje para cada satélite lanzado, similar a las regulaciones que ya existen para la gestión de residuos en la Tierra. Estas iniciativas no solo beneficiarían al medio ambiente, sino que también fortalecerían la reputación de México como un país comprometido con el desarrollo sostenible.
Como sociedad, todos tenemos un papel que desempeñar. Los consumidores pueden presionar a las empresas satelitales para que adopten prácticas responsables, mientras que los gobiernos deben implementar regulaciones que prioricen la sostenibilidad. Las instituciones educativas pueden formar ingenieros y científicos con una mentalidad circular, preparados para enfrentar los desafíos del espacio sin comprometer el futuro de la Tierra.
La industria espacial no puede seguir operando bajo un modelo lineal que agota recursos y contamina el planeta. La economía circular ofrece una solución viable para mitigar los daños ambientales y garantizar que la exploración espacial sea sostenible. México, con su potencial innovador, su filosofía humanista y su compromiso con el desarrollo, puede liderar este cambio y mostrar al mundo que es posible alcanzar las estrellas sin sacrificar nuestro hogar. El futuro del espacio está en nuestras manos, y es hora de actuar.
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