
- La Historia detrás de la Directiva de Aeronavegabilidad de Emergencia que emitió la EASA AD 2025-0268-E el pasado 28 de noviembre de 2025.
La aviación, que es la industria que permite que millones de personas crucemos el mundo a diario, tiene una realidad que pocos conocen, y es que “sus avances más importantes suelen nacer de una lección dura”, de incidentes que obligan a replantear procesos, fortalecer sistemas, modificar piezas y actualizar tecnologías.
En aviación, cada mejora, cada norma y cada actualización técnica tiene un “por qué” y desgraciadamente a veces, es el resultado de que algo salió mal. Y es precisamente esa capacidad de aprender y reaccionar lo que hace que volar sea hoy el medio de transporte más seguro del planeta, ya que el objetivo es que un error no se repita dos veces. Yo, que llevo años siguiendo estos temas, todavía me sorprendo de lo mucho que la aviación aprende de cada incidente.
En días pasados, ese sistema global de seguridad de la aviación volvió a activarse. La Agencia Europea de Seguridad Aérea (EASA) emitió una “Directiva de Aeronavegabilidad de Emergencia” AD 2025‑0268‑E, ordenando a todas las aerolíneas que operan aeronaves Airbus A319, A320 y A321 revisar y actualizar un componente esencial: el ELAC, que es un el computador que controla, entre otras funciones, el movimiento del elevador, la superficie que hace subir o bajar al avión.
Esta alarma no surgió de la nada. El motivo fue que una aeronave A320 de la aerolínea JetBlue que volaba el pasado 30 de octubre del año en curso la ruta de Cancún a Newark, experimentó un movimiento de cabeceo que no fue comandado por los pilotos. El piloto automático siguió conectado y aunque varios pasajeros resultaron heridos, la situación no se convirtió en una emergencia grave, pero fue lo suficientemente inusual para encender todas las alarmas.
Inmediatamente el fabricante Airbus analizó el incidente y encontró que el origen probable era una falla en ciertas versiones del software del ELAC. La solución era clara, y lanzó la alerta A27N022-25, instruyendo a todas las aerolíneas que tuvieran estas versiones de aeronaves (Airbus A319, A320 y A321) se debía actualizar o sustituir inmediatamente ese software en miles de aviones en todo el mundo y EASA la convirtió en una orden obligatoria para todos los operadores del mundo.
Este procedimiento, que toma cerca de tres horas por aeronave, es minucioso y crítico. Aunque si bien, esta situación pueda traducirse en retrasos, reprogramaciones y cancelaciones, es importante que hagamos saber a los pasajeros que “la aviación jamás se arriesga”, hay una máxima en la aviación y es “la seguridad ante todo”. Si bien, detener un avión puede costar dinero; no detenerlo puede costar vidas.
Sabemos que como pasajeros lo más molesto puede ser el experimentar un retraso, una cancelación de vuelo o el cambio de itinerario, y que esto sin duda puede afectar nuestros planes, pero en aviación siempre hay una frase que, aunque dolorosa, es profundamente verdadera: más vale perder un vuelo que perder una vida. Y entender esto es clave para comprender por qué la industria toma decisiones tan drásticas ante señales que, desde afuera, podrían parecer menores.
Es importante hacerle saber a los pasajeros, que la historia de la aviación está llena de recordatorios que enseñaron, desgraciadamente a un precio muy alto, que la prevención vale más que cualquier otra cosa.
Uno de los ejemplos más claros es la tragedia conocida como el “Accidente de Cerritos en 1986”. En donde un DC‑9 de Aeroméxico colisionó en pleno vuelo con una avioneta Piper que había ingresado al espacio aéreo controlado sin autorización. En este accidente perdieron la vida 82 personas. La investigación demostró que, aunque hubo errores humanos, existía un vacío tecnológico y es que las aeronaves en ese entonces, no contaban con un sistema que alertara automáticamente sobre la presencia de otra aeronave en conflicto, es decir, un sistema autónomo de alerta de tráfico. Esa tragedia impulsó la implementación obligatoria del “TCAS” (Traffic alert and Collision Avoidance System), un sistema que hoy es estándar en todo el mundo y que ha prevenido innumerables accidentes en las últimas décadas y que hoy salva vidas todos los días.
Ese patrón se repite una y otra vez. Cada lección se incorpora, cada error se estudia, cada incidente activa una cadena de iniciativas y de mejoras. La verdad es que cuando ocurre un evento como el de JetBlue, el mundo de la aviación no puede esperar. En mi opinión tanto EASA, como Airbus y las aerolíneas actuaron de manera correcta. Porque dejar pasar tiempo, sería ignorar la lección más importante que la aviación ha aprendido en más de un siglo y que ha sido escrita la mayoría de las veces con sangre, y es “anticiparse y prevenir es la única forma responsable de volar”.
Al día de hoy miles de aviones están siendo revisados. Algunas aerolíneas han tenido que cancelar decenas de vuelos. Otras han logrado mantener su operación casi sin cambios.
Y en medio de esta operación global, México tiene buenas noticias. Las aerolíneas mexicanas que operan la familia A320 completaron la actualización antes de los plazos previstos:
- Viva ya informó que ha actualizado 90 de 90 aeronaves, y
- Volaris ya completo la actualización de las 93 aeronaves que tiene de estos modelos.
Las revisiones avanzaron con tal rapidez que las empresas pudieron retomar su operación normal casi de inmediato. Aunque hubo cancelaciones y ajustes temporales, es de destacar que ambas compañías lograron ejecutar satisfactoriamente el procedimiento técnico ordenado por Airbus mediante la alerta A27N022‑25, demostrando disciplina operativa, eficiencia y un compromiso absoluto con mantener siempre la seguridad de sus pasajeros, y no solo eso, de estar manteniendo la comunicación a sus pasajeros de todo los que iba sucediendo.
Lo relevante es que, en todo el mundo el denominador común es el mismo, “la seguridad primero, siempre”. Si el software no es perfecto, se corrige. Si hay que detener aviones en tierra, se detienen. Si hay que incomodar a pasajeros, se asume el costo. Porque para los altos estándares de seguridad en la aviación, la alternativa de un accidente grave, no es aceptable.
Hoy quiero dirigirme a todos los pasajeros que fueron o están siendo afectados por esta contingencia, porque vale la pena hacerles saber con absoluta transparencia que “su vuelo no fue cancelado o está retrasado por un capricho técnico”. Fue modificado porque “su vida es la prioridad para la autoridad, para quien fabrica los aviones y para las aerolíneas”, todos unidos con un mismo objetivo, “salvaguardar tu seguridad, tu vida y llevarte a salvo a tu destino”.
Se lo frustrante que es estar en un aeropuerto y que veas que tu vuelo fue cancelado o demorado, y sí, esto arruina totalmente nuestros planes, pero como ya he mencionado, la industria aérea no improvisa, no minimiza riesgos, no apaga alarmas. En aviación, la frase más honesta y poderosa sigue siendo la misma desde hace un siglo:
“Es mejor llegar un día tarde… que no llegar.”
Esa frase, tan simple como profunda, resume toda la filosofía de la seguridad aérea.
Y gracias a decisiones como esta (que son incómodas, sí, pero imprescindibles) millones de personas seguirán cruzando el mundo con la confianza de que, detrás de cada despegue, hay un ejército de profesionales, ingenieros, técnicos y reguladores trabajando silenciosamente para que el vuelo termine exactamente como debe: con un aterrizaje seguro.
Así que, si hoy te toca esperar, que te cambiaran tu vuelo o que te lo cancelaran, recuerda que esa incomodidad momentánea forma parte del enorme y silencioso esfuerzo mundial para mantenerte a salvo. Y que, gracias a decisiones como esta, millones de personas seguirán volando cada día sin siquiera enterarse de que, detrás de cada despegue, hubo un cúmulo de profesionales tomando decisiones para protegerte.
Porque en la aviación, la seguridad no es un eslogan. Es una promesa. Y se cumple, incluso cuando significa detener al mundo durante unas horas para hacer lo correcto.
Cuéntame si a ti te tocó vivir alguna afectación por esta emergencia.
¡Hasta el próximo vuelo!
Erándeni Calderón
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