
No hace mucho tiempo, compartiendo con mi muy sonorense amigo Chuy, me hizo una pregunta: ¿Crees que me darían la licencia de piloto privado?En el sentido estricto la pregunta no debería haberme sorprendido y menos aún el haberme dado argumentos para elaborar en torno a ella una nueva entrega editorial; y es que el que alguien aspire a obtener una licencia de piloto no tiene nada de extraordinario… Bueno, eso depende de cada caso, como el del Chuy, al que sinceramente veo fuera de lo común en varios sentidos. Para comenzar porque estamos ante un hombre que a sus sesenta y pico años de edad, habiendo pasado hace unos años por una cirugía para extirparle un tumor precanceroso en un pulmón, tiene que vivir a nivel del mar, en su caso en Chetumal, Quintana Roo, para no depender de un tanque de oxígeno o de un concentrador para respirar como es debido.
Si bien resulta difícil pensar que un candidato a la licencia de piloto privado en esas condiciones de salud pueda pasar con éxito el correspondiente examen médico, lo cierto es que este columnista sabe de personas en situaciones similares que lo han logrado al ser evaluados por los examinadores médicos aeronáuticos, caso notable del cantautor belga Jacques Brel, al que como al Chuy le habían extirpado una parte importante de uno de sus pulmones.
¡De acuerdo! Imaginemos que tiene la suerte de superar el tema médico y que una escuela de vuelo no tiene problema en aceptarlo como alumno al tratarse de una licencia de piloto privado en la que su edad, en el sentido estricto no debe ser factor, y que, además, la autoridad aeronáutica no se oponga a otorgársela en caso de que su adiestramiento vaya por buen camino. Entonces la pregunta obligada era la siguiente: ¿Para qué quería la licencia de piloto privado Chuy?
La verdad es que, quizás de manera ingenua y hasta aeronáuticamente hablando romántica, esperaba una respuesta, por ejemplo, en el sentido de que “siempre me ha gustado el vuelo y ahora que tengo los recursos me encantaría pasar por la experiencia de ser aviador; teniendo la licencia, pretendo rentar de vez en cuando una avionetita y acompañado de un instructor darme el gusto de volar”. Desgraciadamente lo que me compartió, si bien apelaba a un deseo de vivir la experiencia, se enfocaba más bien hacia la posibilidad de hacerse de un bimotor para unas cuatro personas para hacer por su cuenta vuelos sobre la Península de Yucatán con su novia, sus hijos o amigos sin respaldo de un instructor o un piloto experimentado.
Antes de seguir adelante, debo apuntar que, si bien el Chuy resultó ser un exitoso profesionista, la realidad es que no es un magnate ni un millonario narco, tanto así que me entero que recientemente le redujo los apoyos económicos que ha estado dando a sus familiares, alegando falta de recursos. Una de dos: O no es tan potentado como afirma ser o está siendo tacaño con quien más le necesita en su entorno. Conociéndolo, la verdad es que cuesta trabajo saber qué es cierto, qué es fanfarronería y qué es una fantasía en todo lo que le rodea, lo cual en mi opinión habla de que el personaje ha perdido el piso, condición difícilmente asociable a la seguridad de una operación aérea.¿Un bimotor? —le pregunté.Sí, uno que sea seguro —me respondió.¿Y por qué no un sencillo y fácil de volar monomotor? — le plantee.Me sentiría más seguro en una avioneta con dos motores —concluyó, evidentemente sin bases.De pronto otras preguntas brotaron de mi mente como el agua en un borbollón:¿Tienes una idea de lo que estás pretendiendo hacer? ¿Estás consciente de lo peligroso que puede resultar eso de hacerla de aviador “de vez en cuando”? ¿En serio tienes la capacidad de adquirir una aeronave en buenas condiciones, mantenerla, resguardarla, asegurarla y operarla?Entonces recordé esa famosa cita asociada a la imagen de un antiguo biplano impactado contra el único árbol en el paraje: “La aviación no es necesariamente peligrosa, pero inclusive en un mayor grado que el mar, es terriblemente imperdonable con cualquier descuido, incapacidad o negligencia”.Mira Chuy —comencé a explicarle. “Si bien comprendo tu deseo de hacerte de una avioneta para pasear volando con los tuyos y me queda claro que quizás tienes recursos para ello, lo cierto es que eso de volar en tu propio avión de vez en cuando y con pocas horas de vuelo en la bitácora, sin el acompañamiento de un instructor o de un piloto más experimentado, puede resultar carísimo y peligroso, y más a tu edad, en la que los reflejos y las capacidades cognitivas ya no son los de la juventud. Mantenerse competente como piloto y más aún de un bimotor, requiere, además de una sólida formación, volar frecuentemente en todo tipo de condiciones climáticas. El espacio aéreo es un sistema complejo que a veces pone frente a uno retos extraordinarios que no cualquier piloto y menos uno sin muchas horas en su bitácora puede afrontar con seguridad. Además, no tienes idea de lo que representa financieramente mantener en buen estado un avión por más pequeño que sea, peor aún en un ambiente tan hostil para los metales como es la costa del Mar Caribe y su salitre. A lo anterior hay que sumar que en México eso de hacerla de piloto de tu propio avión es razón para estar constantemente llamando la atención de diversas policías y autoridades que en una de esas te pueden tratar como criminal sin serlo”.Concluí recomendándole que si se quería dar el gusto de vivir la experiencia de volar de vez en cuando ante los controles de una aeronave hay alternativas más seguras como rentar un monomotor, ocupar el asiento de copiloto y sin estar real y legalmente en condiciones de hacerla siquiera de estudiante de vuelo, es decir sin licencia o permiso para ello, sentir un poco los controles, monitorear los instrumentos, ver al piloto hacer lo suyo y disfrutarlo todo. En una esas —le dije, podrías mejor adquirir un ultraligero, más sencillo en todos los sentidos, pero sin menospreciar que este tipo de aeronaves, como todas, también necesitan pericia, responsabilidad, criterio, buena salud por parte del piloto, supervisión y claro está: adecuado mantenimiento.
Al final de cuentas Chuy pareció entender mis argumentos, tanto que me dijo que de plano en una de esas mejor se compraba un yate, lo que me dejó claro que lo suyo con esto de la piloteada no tiene tanto que ver con una pasión con el vuelo, sino que su ego de nuevo rico, lo cual hay que decirlo, tanto en el aire, como en el mar y la tierra puede resultar en onerosas y peligrosas aventuras si no tienen lugar conforme “la ley manda”.
Lo he dicho varias veces ya: La aviación no es para todos los bolsillos, ni para todos los empresarios o aspirantes a piloto.
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