
¿Dónde empiezan los graves problemas conocidos por todos y que hoy enfrenta nuestra autoridad aeronáutica y que son la consecuencia de años de no hacer las cosas bien?
La AFAC es evaluada solo cada 10 años por autoridades internacionales y por cierto ya van dos veces que ha sufrido su descenso a categoría 2.En México no sabemos si existe un protocolo de evaluación independiente que la mantenga al día y cumpliendo de manera que podamos medir su actuación. La aviación es el medio de transporte más seguro del mundo, pero también uno de los más complejos y en ella confluyen factores técnicos, humanos, económicos y reglas precisas que exigen una vigilancia permanente por parte de la autoridad aérea. Pero para hacer ese delicado trabajo la propia autoridad debe ser evaluada responsablemente.
Las autoridad aeronáutica de México tiene a su vez la alta responsabilidad de garantizar que todos los actores del sistema —aerolíneas, aeropuertos, pilotos, controladores y organismos técnicos— cumplan con los más altos estándares de seguridad, pero esa responsabilidad sólo puede cumplirla de manera efectiva si esta misma autoridad que califica y evalúa es objeto al mismo tiempo de una calificación y evaluación constante y rigurosa que la mantenga dentro de lo márgenes y estándares mundiales.
Implantar un sistema de certificación de desempeño de AFAC que sea medible no sólo fortalecería la seguridad aérea, sino también la transparencia, la eficiencia y la confianza del público además del reconocimiento internacional.
La seguridad operacional depende, en gran medida, de la capacidad de las autoridades para anticipar, prevenir y responder ante los riesgos. La aviación evoluciona rápidamente: nuevas tecnologías, cambios climáticos, conflictos internacionales y un incremento sostenido del tráfico aéreo plantean desafíos inéditos.
Ante este contexto, una autoridad aeronáutica que no es técnicamente vigilada como es el caso de AFAC (Agencia Federal de Aviación Civil), que ya está operando con criterios obsoletos o insuficientes y burocráticos que abonan a la corrupción y eso lo estamos viendo desde hace ya décadas. Adicionalmente, la Agencia está hoy manejada y administrada por militares, lo que complica todavía más la entrega al público de cuentas técnicas, sobre eficiencia, corrupción, metodologías y desde luego también sobre las financieras.
Además de las externas, una evaluación interna periódica permitiría identificar y corregir deficiencias normativas, mejorar los procesos de supervisión y actualizar los mecanismos de control en función de la realidad cambiante de la aviación.
Por otra parte, la transparencia y la honestidad en su función al interior de la autoridad es otro argumento a favor de la necesidad de una evaluación constante.
La AFAC administra recursos públicos, emite licencias y, aunque, de manera limitada e indirecta, también regula tarifas y certifica operaciones y estas funciones deben ejercerse bajo principios de responsabilidad y rendición de cuentas.
Un sistema de evaluación independiente y continuo reduce la posibilidad de prácticas ineficientes, de corrupción o de favoritismo, y garantiza que las decisiones se tomen con base en criterios técnicos y éticos.
Por otro lado, la confianza pública es un valor que no se puede medir pero que resulta esencial.
Cada accidente o incidente aéreo pone a prueba la credibilidad de las instituciones encargadas de supervisar la aviación. Cuando la ciudadanía percibe que existe un mecanismo serio y permanente de evaluación de la propia autoridad se refuerza la idea de que el sistema aéreo opera bajo estrictos controles.
Esto no sólo tranquiliza al pasajero, sino que también mejora la imagen internacional del país y facilita su integración en organismos globales como la OACI (Organización de Aviación Civil Internacional).
Las evaluaciones internas constantes serían la vía para mejorar constantemente la forma de trabajar de la propia autoridad.
Nuestra autoridad aeronáutica requiere hoy más que nunca principalmente auditorías internas y también más revisiones por parte de organismos internacionales y de esa manera la autoridad tendría oportunidad de identificar oportunidades de innovación, optimizar recursos y fortalecer la capacitación de su personal.
Una autoridad que aprende y se adapta es capaz de liderar con eficacia los retos futuros del transporte aéreo.
En conclusión, la evaluación constante del trabajo de nuestra AFAC no debe verse como un ejercicio burocrático, sino como un pilar esencial del sistema de seguridad aérea.
Solo mediante un control continuo, transparente y técnico se puede garantizar que las instituciones encargadas de la aviación civil de México actúen con la eficiencia, integridad y visión necesarias para enfrentar los desafíos de la aviación moderna.
AFAC no ha tenido, ni tiene ahora, la capacidad de autocrítica técnica y funcional que requiere y quizá una comisión independiente formada por Aerolíneas, usuarios, técnicos y profesionales de la industria podría ser el evaluador idóneo para ayudarla a mejorar y modernizar su trabajo.
La seguridad del cielo comienza con la calidad del trabajo de la autoridad que lo regula, y esa calidad sólo puede mantenerse viva a través de la evaluación, certificación y rendición de cuentas de forma permanente.
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