
El 20 de octubre se celebró el Día Internacional del Controlador de Tráfico Aéreo.
Casualmente, dos amigos en Monterrey me pidieron “contactar torre en frecuencia” para ponernos al tanto de su situación y de que están en “espera de vectores para ordenamiento”…
El panorama de vuelo de estos profesionales se resume en sus propias palabras:
“Cuando el cielo se llena de tráfico y escasea el control, el riesgo deja de ser una posibilidad: se convierte en una certeza.”
La frase podría sonar fatalista, pero hoy resume con precisión la situación del control de tráfico aéreo mexicano.
En pleno siglo XXI, cuando el país presume récords en conectividad y pasajeros, los que realmente sostienen el cielo —los controladores— trabajan bajo presión, con equipos obsoletos, turnos extenuantes y un gobierno que no los escucha.
Mientras el mundo celebraba el Día Internacional del Controlador de Tránsito Aéreo, el Sindicato Nacional de Controladores de Tránsito Aéreo (SINACTA), encabezado por JOSÉ ALFREDO COVARRUBIAS AGUILAR, reiteró una denuncia que ya nadie puede ignorar: México enfrenta un déficit de más de 500 controladores, una cifra que compromete la seguridad operativa en los aeropuertos del país.
Más de mil controladores operan bajo protesta desde diciembre de 2024, exigiendo condiciones dignas.
“Hay compañeros que están en las torres hasta por 24 horas”, expresaron.
No es un capricho: en promedio trabajan hasta 14 horas por turno, violando normas internacionales, y reciben sueldos que no se ajustan desde hace siete años, con una pérdida de poder adquisitivo del 30 por ciento.
El salario promedio ronda los 30 mil pesos mensuales, insuficiente para un puesto que requiere precisión quirúrgica y atención constante.
“Un oficial de operaciones en una aerolínea gana más que nosotros”, explicaron los controladores regios.
El Servicio a la Navegación en el Espacio Aéreo Mexicano (SENEAM), a cargo de JAVIER ALONSO VEGA DOUR, acumula reclamos por equipos anticuados: 20 de 63 aeropuertos operan sin radares actualizados ni estaciones meteorológicas modernas.
El 27 de septiembre, un rayo afectó la Torre de Control del AICM, obligando a desviar 10 vuelos y suspendiendo operaciones por más de dos horas.
La falla fue temporal, pero simbólica: un reflejo de la fragilidad del sistema.
Y mientras los controladores sostienen el orden en medio del caos, los números alertan: 137 incidentes aéreos en el primer semestre de 2025, un incremento del 31 por ciento respecto al mismo periodo de 2024.
Detrás de esas cifras hay errores de separación, fallas de comunicación y cansancio extremo.
Son señales rojas en un tablero que ya no admite distracciones.
El crecimiento del tráfico aéreo en Latinoamérica promedia 4.3 por ciento, mientras que en México apenas llega al 1.3 por ciento.
La diferencia se explica no solo por política económica o conectividad, sino por un sistema aéreo que ya opera al límite humano y tecnológico.
El SINACTA ha exigido a la Presidenta CLAUDIA SHEINBAUM PARDO, a la SICT y al Congreso una intervención urgente: contratación de personal con condiciones dignas, modernización de radares y sistemas, auditoría operativa inmediata y capacitación constante.
También pide que se respeten los tiempos de descanso y se cubran los pagos atrasados.
Pero la respuesta del Gobierno Federal ha sido lenta y tibia, vestida de los “otros datos” que ha dado la “austeridad republicana”.
Se anuncian “ajustes administrativos” mientras la presión crece. “La carga viene densa, vamos a espaciar secuencia”…
La aviación no puede sostenerse con discursos; para “mantener nivel de vuelo tres, cinco, cero”, requiere inversión, previsión y profesionalismo.
Los controladores no piden aplausos. Piden seguridad para “continuar su ruta”. Piden que su voz sea escuchada antes de que una emergencia obligue a mirar hacia arriba con miedo.
Porque si algo está claro es que sin controladores no hay cielo seguro.
Y sin voluntad política, no hay futuro para la aviación mexicana.
Saliendo de espacio aéreo controlado…
¡Queda dicho!
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