
La fatiga en los pilotos no es un problema abstracto ni solo técnico: tiene un impacto directo en la conectividad, la economía y la seguridad de las distintas regiones de España, un país especialmente dependiente del transporte aéreo por su geografía insular y su vocación turística.
En los archipiélagos, donde el avión es prácticamente un “transporte público” obligado, la fatiga de pilotos se traduce en retrasos, cancelaciones y más vulnerabilidad.
Canarias depende de rutas de media y larga distancia con turnos nocturnos y cambios de huso horario frecuentes. La exposición a la fatiga es mayor y amenaza la regularidad de vuelos vitales para residentes y turistas.
Baleares, con su alta estacionalidad, concentra operaciones intensivas en verano. Los picos de actividad aumentan el riesgo de jornadas largas y descansos reducidos.
En ambas regiones, la fatiga no solo afecta a la seguridad, sino también a la economía local: menos vuelos significan menos turistas y más presión sobre sectores como la hostelería o el comercio.
Los dos grandes aeropuertos del país enfrentan otro escenario. En Madrid-Barajas y Barcelona-El Prat, el problema se relaciona con la densidad de operaciones y los horarios extremos de vuelos intercontinentales. Pilotos de largo radio denuncian jornadas de hasta 14 horas, donde la fatiga compromete decisiones críticas en fases de aterrizaje o aproximación. Al ser hubs internacionales, cualquier retraso o error tiene un efecto cadena en el resto del país y en conexiones con Europa y América.
En aeropuertos regionales como León, Badajoz o Almería, la fatiga se manifiesta de otro modo. Con plantillas reducidas y menos rotaciones de tripulaciones, los márgenes de maniobra son mínimos: un parte médico o un piloto que no puede volar por exceso de horas puede dejar a un pueblo o ciudad sin enlace aéreo. Esto acentúa la brecha territorial: mientras Madrid o Barcelona cuentan con respaldo, las regiones periféricas quedan más expuestas a la cancelación de rutas.
La idiosincrasia de la fatiga en los distintos escenarios forma parte de un problema técnico, donde la regulación en este tema es crucial para un sector sujeto a una gestión realmente intensa.
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