
El 25 de octubre de 2023, el huracán Otis no solo devastó Acapulco; pulverizó décadas de certezas en la aviación mexicana. Durante años, la industria convivió con los huracanes como un riesgo predecible, gestionado mediante protocolos bien ensayados. El manejo del huracán Beryl en Cancún en julio de 2024 es un ejemplo perfecto: una amenaza que se acercó de forma gradual y permitió una respuesta ordenada. Pero Otis fue diferente. Al intensificarse de tormenta tropical a un catastrófico huracán de categoría 5 en menos de 12 horas, expuso una vulnerabilidad fundamental en el sistema. La era de la simple preparación ha terminado; la nueva realidad climática exige un cambio radical hacia la resiliencia sistémica.
¿El Protocolo de emergencia está Roto?
México cuenta con un robusto sistema de coordinación nacional para huracanes, el Sistema de Alerta Temprana para Ciclones Tropicales (SIAT-CT), que articula la respuesta de la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes (SICT), la Agencia Federal de Aviación Civil (AFAC) y Servicios a la Navegación en el Espacio Aéreo Mexicano (SENEAM). Este sistema, basado en fases de alerta por colores, funciona a la perfección cuando una tormenta ofrece días de preaviso, como se vio en la gestión controlada de Beryl.
Sin embargo, Otis reveló su talón de Aquiles: el sistema depende del tiempo. Al comprimir un proceso de días en cuestión de horas, Otis hizo que las fases de alerta escalonada fueran inútiles. El sistema, diseñado para una maratón de preparación, se enfrentó a un sprint para el que no estaba entrenado. La lección es clara: la aviación mexicana necesita urgentemente un “Protocolo de Intensificación Rápida” que se active no por plazos, sino por indicadores meteorológicos que anticipen una explosión de fuerza.
Aeropuertos en la Línea de Fuego
El desempeño de los aeropuertos durante un huracán es el termómetro de la preparación del sector. Los casos recientes pintan un cuadro de contrastes:
- Cancún (ASUR): Su manejo del huracán Beryl fue un modelo de gestión proactiva. La coordinación interinstitucional y la comunicación clara al público, advirtiendo que el aeropuerto no es un refugio, permitieron un cierre y reapertura ordenados, validando los protocolos existentes para tormentas predecibles.
- Los Cabos (GAP): Su filosofía va más allá de la preparación; se considera una “instalación estratégica” cuya principal misión es recuperarse lo más rápido posible para servir como el principal punto de entrada de ayuda tras un desastre. Este enfoque en la resiliencia y la recuperación rápida es ejemplar.
- Acapulco (OMA): El caso de Otis fue un fallo sistémico catastrófico. La infraestructura crítica colapsó: la torre de control quedó destruida, se perdió totalmente la energía y las comunicaciones, y las vías de acceso quedaron bloqueadas. El aeropuerto pasó de ser un actor en la respuesta a una víctima más, tardando 19 días en reanudar operaciones comerciales limitadas. La tragedia también demostró que, en una catástrofe generalizada, la política de “no refugio” es insostenible; la gente buscará seguridad en grandes estructuras como una terminal, y los planes deben incluir contingencias para gestionar esta realidad de forma segura.
La Brecha de Comunicación en la Crisis
Ante una amenaza, las aerolíneas activan sus protocolos estándar: cancelan vuelos, reubican aeronaves y ofrecen políticas de flexibilidad para que los pasajeros cambien sus planes sin penalización. Tras la devastación de Otis, también demostraron su valor social al establecer puentes aéreos humanitarios para transportar ayuda y personal de rescate.
Sin embargo, la crisis de Acapulco reveló una paradoja crítica. Todas las políticas de apoyo al cliente y las comunicaciones de las aerolíneas dependen de que los pasajeros tengan acceso a internet y a redes de telefonía. Con el apagón total de comunicaciones que sufrió la región, estas políticas, aunque existentes, fueron inaccesibles para quienes más las necesitaban. La industria debe desarrollar urgentemente protocolos de “comunicación en la oscuridad”, utilizando herramientas como teléfonos satelitales o radios locales para garantizar que la información vital llegue a los pasajeros varados.
Lecciones para un Futuro Resiliente
Otis no fue una anomalía, fue una advertencia estratégica. Las lecciones son ineludibles: la intensificación rápida es la nueva norma, impulsada por océanos más cálidos ; la infraestructura crítica es frágil y requiere no solo ser robusta, sino redundante (en energía, comunicaciones y mando) ; y la resiliencia de un aeropuerto está intrínsecamente ligada a la de su comunidad.
Para que la aviación mexicana pueda enfrentar el futuro, se requieren acciones audaces y coordinadas:
- Modernizar los Protocolos: La AFAC debe emitir una Circular Obligatoria para Huracanes que incluya un protocolo de emergencia para escenarios de intensificación rápida, activado por desencadenantes meteorológicos, no solo por plazos.
- Fortalecer la Infraestructura: Los operadores aeroportuarios deben invertir en instalaciones resistentes a vientos de categoría 5 y, crucialmente, en sistemas redundantes de energía y comunicaciones por satélite. Deben, además, planificar para actuar como refugios de último recurso en escenarios catastróficos.
- Unificar la Respuesta de la Industria: Las aerolíneas, a través de sus cámaras, deben estandarizar las políticas básicas de protección al pasajero para reducir la confusión y desarrollar canales de comunicación de respaldo. Es vital crear un comité conjunto y permanente de toda la industria para impulsar y supervisar estas medidas de resiliencia.
El próximo “Otis” no es una cuestión de “si”, sino de “cuándo”. La inacción ya no es una opción para un sector tan vital para México.
Cap Cesar Matta
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