
Las estadísticas son incontrovertibles, la aviación moderna es la forma de transporte más segura y sofisticada del mundo, sin embargo, detrás de los grandes avances tecnológicos y los modernos y estrictos protocolos de seguridad implantados hoy en día existen dos enemigos silenciosos que continúan representando una amenaza significativa: la fatiga y la complacencia.
Hablando de la fatiga podemos decir que se trata de un fenómeno fisiológico y psicológico que afecta la capacidad de concentración, el juicio, el tiempo de reacción y el rendimiento general, especialmente entre los pilotos, controladores aéreos y tripulación de vuelo.
Después de estudios médicos sobre el tema se ha concluido que un piloto fatigado reacciona igual que una persona en estado de ebriedad y eso debería hacer pensar a todos, pilotos, autoridades y administradores a la hora de negociar y firmar condiciones laborales de trabajo en cuanto a jornadas y descansos se refiere.
La complacencia, ese “animal maldito”, como lo he llamado en los cursos que he podido dar sobre factores humanos, es otro factor contribuyente a accidentes e incidentes de aviación que convertido en el “no pasa nada” o el “ahi se va” y el “macho syndrome” ha causado no pocas tragedias.
A pesar de su naturaleza intangible, tanto la fatiga como la complacencia han sido identificadas como factores importantes que han contribuido en accidentes aéreos a nivel mundial sin dejar atrás el ya famoso “macho syndrome”.
Nos vamos a enfocar en referirnos un poco a la fatiga de vuelo que puede llegar a ser crónica y originarse por múltiples factores.
Jornadas de trabajo prolongadas, la falta de sueño reparador, los vuelos nocturnos en secuencias seguidas, la rotación rápida de tripulación y cambios constantes de equipo entre vuelo y vuelo, los cambios frecuentes de zona horaria (jet lag) entre otros factores externos como la transportación entre hoteles y aeropuertos en las grandes ciudades, problemas familiares, etc.
Los pilotos operan constantemente bajo horarios irregulares y diferentes husos horarios lo que interfiere con sus ritmos circadianos naturales.
Incluso teniendo una buena preparación física, el cuerpo humano tiene límites fisiológicos que, al ser forzados constantemente, resultan en una disminución del rendimiento cognitivo y físico.
Estudios realizados por Instituciones como la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) y la Administración Federal de Aviación (FAA) han demostrado que el factor fatiga está presente hasta en un 20% de los reportes voluntarios sobre incidentes o factor causal en una cantidad significativa de accidentes e incidentes aéreos y según un informe de la NASA, la fatiga está presente en hasta en un 25% de esos reportes.
La amenaza no solo se limita a vuelos comerciales; también afecta las operaciones de la aviación de carga, donde los vuelos nocturnos y las largas jornadas son lo más común.
En la mayoría de los casos, la fatiga no se detecta y quien la sufre no la acepta fácilmente y, por tanto, en un momento puede pasar desapercibida hasta que ocurre una tragedia.
Reconociendo el riesgo que representa, las autoridades aeronáuticas de todo el mundo han desarrollado regulaciones y estrategias para mitigar la fatiga pero no siempre dan los resultados esperados cuando, en aras de mayores beneficios financieros, las administraciones tratan de negociar siempre los descansos reducidos al mínimo y las jornadas de trabajo extendidas al límite.
Entre las regulaciones actuales se incluyen límites estrictos a las horas de vuelo y de servicio pero hay que decir que siguen estando al límite máximo y por otro lado los requisitos de descanso entre turnos de trabajo siguen siendo insuficientes.
Se realizan programas de concientización sobre gestión de la fatiga e incluso algunas aerolíneas han implementado sistemas FRMS (Fatigue Risk Management Systems), que permiten una gestión más flexible y basada en datos reales sobre la fatiga en lugar de depender exclusivamente de reglas rígidas.
Como sea, insistimos en que la liga que contempla un “máximo tiempo de trabajo” y un “mínimo tiempo de descanso” se está estirando a límites que en algunas partes ya son hasta peligrosos porque además la implementación y supervisión de estas medidas varía significativamente entre países y operadores.
En regiones con regulaciones muy flexibles o con recursos limitados, la fatiga sigue siendo un riesgo latente y además existe una cultura, especialmente entre pilotos comerciales, donde admitir cansancio puede ser visto como una debilidad o falta de profesionalismo lo que dificulta aún más abordar el tema de manera más objetiva.
Tanto la fatiga como el “no pasa nada” o complacencia y el “macho syndrome” son problemas globales que requieren atención continua y cooperación entre organismos reguladores, aerolíneas y profesionales del sector.
Si bien no se pueden eliminar por completo, sí pueden ser gestionadas de manera efectiva mediante políticas bien diseñadas, aplicación de tecnología para monitoreo, educación y una cultura organizacional que valore la seguridad por encima de la productividad y beneficios financieros inmediatos para todas las partes.
En un entorno donde cada segundo y cada decisión cuentan, combatir la fatiga que muchas veces es la causa de la complacencia no es solo una cuestión de eficiencia, sino una obligación ética de parte de pilotos y administradores de aerolíneas para preservar las vidas puertas bajo su cuidado.
Para tomar decisiones adecuadas, especialmente durante condiciones de mal tiempo o emergencias, un piloto debe estar descansado y en pleno uso de sus facultades de vuelo, pero además, debe estar perfectamente consciente de ello y hacerlo saber cuando las condiciones se puedan tornar inseguras por causa del cansancio acumulado y fatiga.
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