Carlos Duarte
El espacio siempre ha sido un lienzo de posibilidades infinitas. Hoy, en 2025, la inteligencia artificial, con agentes como AlphaEvolve de Google DeepMind, acelera nuestra capacidad de explorar ese lienzo. AlphaEvolve, un sistema que evoluciona algoritmos complejos, no solo optimiza código; redefine cómo abordamos los proyectos espaciales. Imagina un futuro donde naves autónomas, impulsadas por IA, cartografían exoplanetas o construyen hábitats lunares. Este no es un horizonte lejano. Es un camino que ya transitamos.
AlphaEvolve, basado en los modelos Gemini, genera y refina algoritmos de miles de líneas de código, superando soluciones humanas. Por ejemplo, por medio de AlphaEvolve, Google optimizó centros de datos, recuperando 0.7% de recursos computacionales globales, y rediseñó circuitos para Tensor Processing Units (TPUs), acelerando el entrenamiento de IA. También resolvió problemas matemáticos abiertos, como mejorar el algoritmo de multiplicación de matrices complejas de 4×4 elementos, un avance que no se veía desde 1969. Estas capacidades tienen aplicaciones directas en el espacio.
En misiones espaciales, AlphaEvolve podría estar optimizando trayectorias interplanetarias. Calcular rutas a Marte implica miles de variables: gravedad, radiación, consumo de combustible, entre muchas otras. Un agente de IA como AlphaEvolve analiza datos en tiempo real, ajustando cursos ante imprevistos como tormentas solares. Esto reduce costos y riesgos. Una misión que antes tomaba años en planearse podría diseñarse en meses. También AlphaEvolve podría analizar datos de CubeSats, por ejemplo a través de constelaciones , equipadas con sensores que, al generar terabytes de información, podrían identificar patrones en datos mineralógicos o monitorear el clima terrestre con precisión, prediciendo huracanes.
En la Luna, AlphaEvolve podría guiar rovers autónomos. Sus algoritmos, capaces de evaluar soluciones en ciclos evolutivos, permitirían a un rover decidir dónde perforar para encontrar agua, ajustándose a terrenos impredecibles. En Marte, podría optimizar procesos de terraformación, modelando cómo introducir gases para crear atmósferas habitables. Su capacidad de generar código legible facilita la validación humana, crucial en misiones críticasMás allá, en órbita terrestre, AlphaEvolve podría estar mejorando constelaciones de satélites. Empresas como SpaceX dependen de redes para internet global. Este agente podría optimizar la asignación de recursos, reduciendo latencia y consumo energético, similar a cómo mejoró el sistema Borg de Google. En hardware, podría rediseñar componentes de naves, eliminando redundancias en circuitos, como hizo con los TPUs. Esto significa cohetes más ligeros y eficientes.
Sin embargo, hay límites. AlphaEvolve necesita métricas automáticas para evaluar soluciones. Los problemas espaciales que requieren experimentos físicos, como probar materiales en microgravedad, son un reto. También consume gran poder computacional, lo que exige infraestructura robusta. La ciberseguridad es otra preocupación. Un sistema hackeado en órbita podría desviar una nave. Estos no son frenos, sino guías para su evolución.
Ante esta oportunidad, en México podemos aprovechar esta revolución. En primer lugar, en educación, las universidades podrían integrar IA y ciencias espaciales en sus planes de estudio. Un ejemplo sería incluir temas de aprendizaje automático aplicado a optimizar órbitas o análisis de datos satelitales, para formar expertos. Segundo, alianzas. Empresas tecnológicas mexicanas podrían colaborar con firmas espaciales globales, usando AlphaEvolve para desarrollar software. La IA reduce barreras de entrada: Una empresa en Puebla o en Hermosillo podría diseñar algoritmos para CubeSats.
Tercero, infraestructura. México necesita centros de datos para procesar información espacial. Un clúster en Chihuahua o Mérida podría soportar simulaciones de IA. Cuarto, colaboración global. Unirse a consorcios internacionales permitiría a México contribuir con algoritmos, no solo hardware. Finalmente, divulgación. Llevar la ciencia espacial a escuelas inspirará a la próxima generación. Un joven en Oaxaca, fascinado por Júpiter, podría programar el próximo orbitador.
En 2050, México puede ser un pilar en la exploración espacial. AlphaEvolve y la IA son las herramientas que nos igualan con las potencias. No solo usaremos tecnología, la crearemos. Mi llamado es claro: formemos talento, construyamos capacidad, colaboremos globalmente y eduquemos a nuestra juventud. El momento es ahora. Mañana será demasiado tarde.
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