La llegada del subsecretario Jiménez Pons a la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes (SICT) fue una bocanada de aire fresco, sobre todo para la muy intoxicada relación entre la industria aérea y las autoridades. La creación de las mesas de trabajo donde participan diversos actores de la industria fue una excelente señal, así como la salida de Víctor Hernández quien estuvo encargado del Seneam.
Sin embargo, los esfuerzos para que la Administración Federal de Aviación (FAA) de Estados Unidos vuelva a otorgar a nuestro país el estatus de Categoría 1 y con ello las empresas mexicanas puedan ampliar sus rutas y frecuencias a EU, se están encontrando con otros obstáculos al interior de la Agencia Federal de Aviación Civil (AFAC) que a pesar de haber recibido toda clase de ofrecimientos de apoyo incondicional por parte de la industria, parece tener recelos para trabajar en conjunto por un objetivo que representa un bien superior para el país.
Se dice que los directores de AFAC tienen convencido a su jefe, el General Rodríguez Munguía, de que no necesita apoyo y que además, aceptar ayuda sería claudicar de su posición de mando al frente de una Agencia Federal que en teoría es autónoma
Lo cierto es que la autonomía, como todo en esta vida, es relativa: la cabeza del sector es la cadena de mando de la SICT y ahí sí es importante que haya coordinación.
Se supo que los directores de AFAC se sintieron abrumados por la falta de resultados que entraron en pánico solo de pensar que pueda haber una revisión de los fallos que han tenido, así es que cerraron filas y convencieron a su jefe de que el enemigo está afuera de AFAC, en la industria y en otras áreas de la administración.
Aunque parte del argumento contra la colaboración es que la AFAC tiene como función supervisar a la industria; recordemos que en la aviación civil se trata de sumar, de tener un trabajo colaborativo y de mostrar a la industria las realidades para que entre todos ayuden a mejorar lo mejorable. Sin ánimos punitivos, sin reclamos, solo en plan de sacar adelante una actividad que es indispensable para el país.
El otro problema es la nueva auditoría que viene, la de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI).
Si antes hubo demora en esta auditoría fue por la pandemia y porque la OACI comprendió que la presión sobre la AFAC con ambos procesos era muy fuerte. Sin embargo, ya se tiene fecha para esta revisión, que es en noviembre.
Tal vez convenga pedir una prórroga para evitar la colisión de ambas auditorías que dejaría aún más maltrecha a la AFAC.
Es muy probable que se la concedan. Lo malo es que eso no garantiza que dentro de un año esté lista la AFAC ni que haya recuperado la Categoría 1 de la FAA. Sobre todo si el cuerpo directivo no se deja ayudar. Ojalá que se imponga el sentido común.
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