En el marco del tumulto mediático, nacional e internacional en el cual nuestro país se prepara para transitar de una administración compleja, cuestionada, y polémica –por decir lo menos–, a un Gobierno encabezado por lo que ayer fue una minoría de oposición y hoy es la mayoría política a nivel federal, se plantean diversos debates y reflexiones sobre el rumbo que deberá adquirir México como nación y el Estado Mexicano como entidad, sujeto y objeto jurídico nacional e internacional.
Mientras que algunos no se cansan en señalar “lo mal que han estado las cosas” y “lo mucho que vamos a mejorar”, otros flagelan con acusaciones de “soberbia”, “imprudencia”, “intolerancia” y hasta “incompetencia” en lo que se refiere al futuro de las Políticas Públicas propuestas por Andrés Manuel López Obrador, su equipo de trabajo y sus seguidores. Y pocos temas han sido tan polémicos como el relacionado con el futuro del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM) en Texcoco.
Desde promesas de campaña, que en su momento vimos lejanas e improbables, hasta una incomodidad rayando en pánico del sector comercial y financiero nacional e internacional, debido al planteamiento de cancelar un proyecto estratégico que está avanzado en su construcción, nadie puede cuestionar que es un suceso mediático, político y social de proporciones considerables.
Este aeropuerto en ciernes –“instalación estratégica” para unos y “monumento a la corrupción” para otros– pone a la administración saliente en un predicamento y sienta las bases para la crisis en aquella que apenas va a empezar. Los debates y argumentos vienen y van, con la mayoría respaldando la argumentación técnica, lógica y administrativa que valida el proyecto de Texcoco, por un lado, con la fijación materialmente irreflexiva e inamovible de los próximos huéspedes de Palacio Nacional y SCT, por el otro, de abandonar ese esfuerzo y renovar otros aeropuertos más pequeños, conjuntamente con la Base Aérea Militar No. 1 de Santa Lucía (BAM 1) donde se construirían dos pistas.
Cansado está ya el medio aeronáutico de señalar que esta opción no es viable, y que Santa Lucía no remediaría el problema de cancelar el proyecto de Texcoco. Sin embargo, desde una perspectiva analítica más seria, amplia y de la Seguridad y Defensa Nacional, todo este debate es irrelevante, redundante e inocuo pues la conclusión inequívoca ya esta dada desde hace mucho y, aunque nadie la quiera decir, no cambiará la situación: la BAM 1 está muerta.
Punto estratégico
Ubicada en el municipio de Zumpango, Estado de México, esta instalación militar no sólo es plaza de varios Escuadrones Aéreos de la Fuerza Aérea Mexicana (FAM), tanto de ala fija como de rotativa, del Complejo Logístico de la FAM, del Cuarto Escalón de Mantenimiento y de importantes planteles para la Sedena, sino también es la sede de la Región Aérea del Centro (RAC).
La RAC la más importante de las cuatro zonas áereas en que la FAM divide el territorio nacional, en virtud de que da cobertura y seguridad al Valle de México, y abarca desde el Estado de Veracruz hasta buena parte del Occidente Mexicano. Asimismo, es la encargada de dar protección, vigilancia y salvaguarda a las áreas e instalaciones más importantes de nuestro país.
La BAM 1 es una base estratégica nacional, ya que desde allí puede desplegarse el Poder Militar Aéreo para proteger y salvaguardar la integridad física en el espacio aéreo en las áreas más críticas para el país, así como brindar apoyo a las operaciones terrestres en el centro neurálgico de la Federación y los principales centros urbanos. Incuestionablemente, tiene un papel esencial para la Seguridad y Defensa Nacional. Sin embargo, desde que se comenzó la construcción del NAICM en Texcoco se determinó un detalle crítico: las aerovías de aproximación al futuro aeropuerto se sobreponían a las de Santa Lucía, impidiendo a ambas instalaciones llevar a cabo operaciones aéreas simultáneas con seguridad.
¿Fue este un error de diseño? Tal vez. ¿Se pudo evitar en la planeación y construcción inicial del NAICM? Totalmente. Luego entonces, ¿por qué siguieron las obras si se veía que esto disminuiría una instalación estratégica para el Poder Aéreo del Estado Mexicano, y comprometería severamente sus capacidades de brindar Defensa y Seguridad Aérea a la región más importante del país? Duda pertinente, creo yo.
Lo cierto es que lo hecho, hecho está, y pase lo que pase con la consulta/encuesta/sondeo que se prepara en estos días el desenlace es inalterable pues, en caso de seguir el NAICM, la BAM 1 sólo podrá llevar a cabo operaciones aéreas de ala rotativa (helicópteros) y, bajo ciertas condiciones y muy ocasionalmente, de ala fija (aviones). Esto crea un problema más importante y que debería ocupar la discusión nacional: si pase lo que pase Santa Lucía queda disminuida y las operaciones de la RAC ya no podrán dar la misma cobertura estratégica a la región central del país con sus vitales instalaciones y centros urbanos ¿qué se esta haciendo para no dejar este importante espacio estratégico en el limbo y solventar esta situación?
Esta es la pregunta crítica que el presente y el nuevo Gobierno, de manera conjunta y responsable, así como el Estado Mexicano y sus Instituciones nos deben aclarar. En la respuesta residirá qué tanto la nueva administración y su liderazgo y visión estratégica valoran el ámbito aéreo en materia de Desarrollo, Defensa y Seguridad, así como qué tanto será compatible con la tendencia global contemporánea, caracterizada por un alto valor otorgado al sector aéreo y aeroespacial.
Sobran ideas que no arreglan el problema: trasladar parte de la BAM 1 a Querétaro (muy lejos para una reacción eficiente sobre alguna contingencia en el Valle de México) o a Toluca (poco viable por la altitud y la geografía regional), o inclusive destinar un área del NAICM para tales fines (no se ha visto claramente esto en los planes, al menos no con la proyección estratégica necesaria). Lo que falta es un verdadero debate conducido desde la Planeación Estratégica Nacional en materia de Defensa y Seguridad Nacional.
Al fondo de este asunto queda incierto el futuro de uno de los grandes baluartes estratégicos en materia de Defensa del país. Tal vez estos esfuerzos político-sociales debieran orientarse a incentivar una reflexión más amplia e informada de la Defensa y la Seguridad Aérea Nacional, así como de valorar a nuestra Fuerza Aérea, su infraestructura y sus capacidades.
Y al medio de la discusión queda la Base Aérea Militar No. 1, como un mausoleo silencioso a la capacidad de proyección y salvaguarda del Poder Aéreo Mexicano desde el siglo pasado y en el presente milenio.
¿Quo vadis, Santa Lucía?
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