Por José Miguel Campillo
Nos acercamos a un cambio sin precedentes. En la próxima década alcanzaremos una demanda mundial del tráfico aéreo que duplicará la ya existente. Según la Asociación de Transporte Aéreo Internacional (IATA), en el año 2030 dos de cada cinco personas cogerán un avión.
La pandemia pasará a mejor vida y el mundo seguirá viajando, pero los viajes se vislumbran de otra manera. Las nuevas tecnologías han llegado para quedarse. Cambiarán el panorama al que, durante décadas, hemos estado acostumbrados. Biotecnología, sistemas inteligentes de detección o robots autónomos conformarán el escenario cotidiano de los aeropuertos.
Decorados virtuales, equipajes totalmente sincronizados en origen y destino. Hubs intermodales que serán un organismo vivo en el más amplio sentido de la palabra. Las terminales serán pequeños aeropuertos dentro de un sistema global perfectamente encajado.
Centros de ocio, restauración, deportivos o de negocio estarán comunicados de tal forma que el viajero se sentirá como en casa. A la hora de coger un avión será como si saliera de su propio domicilio para ir a por el pan a la tienda de al lado. Las personas serán parte integral del recinto aeroportuario sintiéndose como si estuvieran en su hogar.
Los aviones serán más sostenibles y ecológicos. La electricidad o el hidrógeno ayudarán a diseñarlos como Dirigibles, con un confort que hará que la configuración actual de tubos enlatados forme parte del pasado.
La identificación del pasajero será rápida y sencilla. El celular será la única herramienta en la que estarán los billetes, la identificación sanitaria de cada individuo en aras de eliminar prácticamente las colas y esperas.
La flexibilidad en el diseño de aeropuertos y aviones junto a una tecnología específica y precisa, han llegado para humanizar los viajes. ¿Te subes?
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