Un incidente grave en un avión de Alaska Airlines, cuando en el ascenso se desprendió una puerta que se mantenía clausurada debido a la configuración de no alta densidad de la aeronave, prendió otra vez todas las alarmas en el Corporativo de Seattle y en las oficinas de la Administración Federal de Aviación de los Estados Unidos (FAA).
El vuelo en cuestión se realizaba a bordo de un Boeing 737-MAX-9, de escasas 10 semanas de haber entrado en operación, lo que inmediatamente hizo que la FAA emitiera una alerta (AD) para bajar de vuelo a los 177 equipos de este modelo que están volando en el mundo, entre ellas 19 de Aeroméxico.
Lejos de ser algo pasajero, la declaración que hace dos días hiciera el CEO de la Boeing no ha hecho más que seguir echando leña al fuego del descrédito para la armadora de aviones más antigua del mundo, porque es claro que dentro de la empresa hay un grave problema de control de calidad en sus nuevos modelos, especialmente con el MAX, el cual, desde su diseño como continuidad del fabuloso 737, ha ido de pifia en pifia y amenaza con acabar con la reputación del otrora gigante aeronáutico y aún es pronto para saber qué es lo que sigue hasta que la FAA haga la investigación correspondiente y el asunto se solucione.
La historia de Boeing con el modelo MAX del 737 remite aún más atrás, a momento en que esta empresa se fusionó con la McDonell Douglas en 1996 para crear el conglomerado de aviación más grande, frente al también gigante europeo Airbus, de manera que ambas empresas quedaron como los líderes indiscutibles del segmento comercial de mediano y largo alcance en el mundo.
No es un secreto y muchos analistas lo han dicho, que Boeing tenía una reputación muy arraigada de ser la “constructora de los ingenieros”, que le dieron lustre y solidez a esta compañía, aunque su área comercial no era precisamente la mejor. En la fusión con Douglas, muy famosa por su capacidad de venta pero con menos prestigio en el área de ingeniería, la cultura corporativa que prevaleció fue la de esta última, en detrimento de la rigurosidad de la Boeing.
El gran escollo se presentó justamente con el rediseño del Boeing 737, rebautizado como MAX, ya que los dos accidentes entre fines del 2018 y el inicio de 2019 mostraron que las presiones comerciales se impusieron por encima de la tradición de cuidado y rigor en el desarrollo de nuevos modelos. El asunto le costó a la Boeing más de 10 mil millones de dólares y la reputación que ha tenido que ir remediando poco a poco.
El asunto del MAX 9 es, si se quiere, más grave, ya que no estamos hablando de un asunto de adiestramientos y de explicitar el uso de un dispositivo que ayude a la nivelación sino de un problema de falta de cuidado en la construcción misma del aparato.
En otras palabras, parece haber un grave descuido en el control de calidad en equipos cuya vocación no se justifica si no es por la seguridad que ofrecen a los usuarios. Si la industria aeronáutica pierde esa brújula, sencillamente no tiene futuro.
E-mail: raviles0829@gmail.com
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