No cabe duda de que la aviación mexicana está enferma. A pesar de que México ha sido uno de los países que más rápido lograron recuperar el tráfico aéreo (el cual aún no logra alcanzar del todo los niveles prepandemia), lo cierto es que hoy por hoy hay demasiados problemas que enfrentar, muchos que ya venían arrastrándose y que se tradujeron en la degradación a Categoría 2 de la Administración Federal de Aviación de los Estados Unidos (FAA) y otros que son consecuencia de decisiones desafortunadas por ausencia de contexto.
De las primeras, es obvio que el país requería con urgencia un golpe de timón que permitiera cambiar la forma como se gestiona la labor de la autoridad aeronáutica. La escasez de recursos en la antigua Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC) hoy convertida en Agencia Federal de Aviación Civil (AFAC), que adolece de los mismos problemas, sólo muestra lo poco importante que ha sido para la administración federal un sector que, en muchos sentidos, le ha dado al país viabilidad económica.
Se dice fácil pero la proporción que tienen los viajes aéreos en la generación de divisas por turismo, por el comercio exterior y hasta por el transporte de paisanos que suelen traer dólares cuando vienen al país -aunque el grueso de las remesas llegue por intermediarios financieros-, es una muestra de que el sector aéreo, lejos de ser un asunto de ricos, es un importante promotor de la viabilidad económica del país y un generador de empleos para todo tipo de trabajadores en todas las entidades.
La falta de recursos, sin ser la única razón, generó también un ambiente de poca atención a los muchos elementos que implican la seguridad, desde personal bien calificado y desde luego, bien pagado, hasta falta de tecnologías, de manuales de procedimientos, de reactivos y materiales para los exámenes médicos, la expedición de licencias y demás.
Es decir, la degradación fue antes que la declaración de la FAA para establecer categoría 2 y tal vez era necesario para que empezaran a corregirse muchas cosas. Ojalá que esto no tarde, porque la pérdida de mercado para nuestras aerolíneas está resultando letal.
Y de ahí se deriva, en parte, el segundo de los problemas señalados. La ubicación del sitio para el aeropuerto complementario fue, desde luego, producto de la falta de metodología. El hecho de iniciar la construcción sin tener los estudios que lo avalaran ya era una señal de alarma. Pero las decisiones posteriores para tratar de darle viabilidad al AIFA han causado horror. Primero la “manita de puerco” para iniciar operaciones, después la intimidación, después la restricción en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) y ahora la amenaza de abrir el Cabotaje.
Es evidente que nadie está observando las consecuencias de estas decisiones (si es que se llega a materializar este amago de abrir los cielos a empresas extranjeras), pero si ello equivale a darse un balazo en el pie para la economía, para la aviación mexicana es una puñalada en el corazón. E-mail: raviles0829@gmail.com
Lo oí en 123.45: Además, se debe investigar y hacer justicia en el caso de Mexicana de Aviación: anular las irregularidades, castigar a los responsables y resarcirle a los trabajadores su patrimonio.
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