Los usuarios del aerotransporte mexicano frecuentemente se encuentran con la sorpresa tener como pasajero entre ellos a nada menos que el titular del ejecutivo federal, al que me voy a permitir referirme con todo respeto por las populares siglas de su nombre y apellidos (AMLO), quien procura ocupar un asiento junto a una salida de emergencia a altura de las alas de la aeronave, despertando, tal y como siempre lo hace, sentimientos encontrados.
Bien sabido es que el político tabasqueño insiste en emplear a las aerolíneas nacionales y extranjeras para trasladarse de un punto a otro de las geografías en las que vuela, en lugar de recurrir a la basta y adecuada capacidad de aerotransporte que le pueden proveer las Secretarías de la Defensa Nacional y Marina, aun en aeronaves que no sean esos mentados aviones presidenciales, comenzando por el mediático y rifado Boeing 787-8 “Dreamliner” que pasa la mayor parte de su tiempo dentro de un hangar en lo que fue el Hangar Presidencial en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad México, hoy día “degradado” (muy en tono a lo que ha sucedido en esta administración a la aviación civil mexicana) a sede del “Sexto Grupo Aéreo” dentro de las instalaciones de la Base Aérea Militar Número 19 de la Fuerza Aérea Mexicana.
Por un lado hay a quienes les agrada de tenerlo a bordo, tanto así que lo saludan o hasta lo vitorean; por el otro, hay quienes, con mucho de razón, no se sienten cómodos con tenerlo en un vuelo de servicio público, preocupados tanto por su seguridad como por la del propio mandatario o molestos por su gestión.
AMLO no es el único Jefe de Estado con el que hoy día los ciudadanos de una nación se pueden encontrar al abordar una aerolínea con su bandera, veamos:
“Damas y caballeros, desde la cabina de pilotos les habla su soberano…” “¡perdón, damas y caballeros, desde la cabina de mando, les habla su copiloto…!”
Y es que el rey Guillermo de Holanda de 54 años de edad lleva unos 25 años piloteando de incógnito pero con todas las de la ley, es decir, con las debidas licencias y entrenamientos varios tipos de aeronaves civiles, incluyendo las de la histórica aerolínea del Reino de los Países Bajos, cuyo nombre KLM, cosas de la vida, significa “Compañía Real de Aviación, tal y como lo decidió la reina Guillermina en 1919, año de la fundación de la más añeja aerolínea todavía en operación en el mundo.
El soberano neerlandés ha afirmado que de no haber sido realeza le hubiese gustado ser piloto de aerolíneas de tiempo completo, aspirando a volar aeronaves tan grandes como esos Boeing 747 que durante décadas fueron el orgullo de la KLM. Primero se convirtió en piloto privado y posteriormente en piloto comercial, mucho antes de convertirse en Rey de los aficionados al equipo de “la Naranja Mecánica”, como se conoce al equipo de fútbol de la tierra de Rembrandt y los tulipanes.
Esta nota nace de un encuentro reciente con un par súbditos suyos en la cafetería “Skyline”, en el que me comentaron que Guillermo suele volar por lo menos un par de veces al mes como primer oficial los Boeing 737NG´s de KLM, tanto como suele hacerlo con el Boeing 737-700 BBJ del gobierno nacional, replicando lo que había hecho con los Fokker 70 tanto de la KLM, como los oficiales, antes del reemplazo de los mismos por el birreactor estadounidense.
El amor por la aviación del popular monarca, por cierto, político al que no le llegan a abuchear cuando se lo encuentran a bordo de la aeronave los pasajeros de un vuelo, me recuerda el que le tenía otro popular soberano, el Rey Hussein de Jordania, que se aventó la puntada de comandar ese Lockheed L-1011-500 de la aerolínea bandera del reino hachemita ALIA que sobrevoló Israel en un gesto de amistad en el año 1994.
Tanto como hago votos para el actual presidente de México deje en lo posible de ser pasajero de aerolínea mientras se encuentre en el cargo, y por ende deje exponer y exponerse, también hago votos para que los holandeses sigan teniendo de vez en cuando a Guillermo en la cabina de pilotos de un avión de su KLM. Es más, deseo que pronto sea ascendido a comandante y ocupe el asiento del “lado izquierdo”, como uno pensaría corresponde a un personaje con tales investiduras. La buena noticia es que, por lo menos en la aviación de por La Haya “organigrama no mata carita”, de ahí que Guillermo se deba ganar sus cuatro barras.
Sobra decir que estamos hablando de escenarios y circunstancias, muy, pero muy diferentes entre estos dos jefes de estado.
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