La magnitud de la problemática relacionada con los accidentes y el ahora particularmente largo retiro del servicio del Boeing 737-MAX, asunto cuyo origen bien podría remontarse a un apresurado proceso de certificación por parte de un ente encargado, orgánicamente débil, me obliga a retomar la importancia de respaldar a la aviación civil con autoridades aeronáuticas en condiciones de garantizar la seguridad, eficiencia y calidad de las actividades aéreas en cada nación.
Tal y como este caso ha demostrado, no hay país que esté exento de eventualmente descubrir serias áreas de oportunidad en el desempeño de sus autoridades aeronáuticas, tengan el perfil que tengan.
No importa si estamos hablando de un pequeño Estado por ahí con apenas un aeropuerto y quizás hasta sin aerolíneas o de una potencia aeronáutica con tecnología, operaciones e industria al más alto nivel, las fallas en la gestión de sus autoridades se traducen en amenazas a la seguridad de toda la aviación civil mundial, en ocasiones trágicamente y con gran espectro, como las que la Administración Federal de Aviación de los Estados Unidos ha venido enfrentado a raíz de esos dos muy lamentables accidentes que sufrió el MAX.
No se trata solamente de sofisticados eventos como los referidos, en los que no es descabellado afirmar que la debilidad de una autoridad aeronáutica certificadora se traduce en un peligro para la aviación civil en general, comenzando para quienes vuelan en los espacios aéreos soberanos bajo su jurisdicción; cualquier incidente de seguridad, por mínimo que a primera vista parezca, se puede eventualmente relacionar con una mala gestión de la autoridad competente. Así por ejemplo, extender una licencia a un persona que en realidad carece de las capacidades y competencias para formar parte de una tripulación técnica de una aeronave mata; permitir que un operador aéreo siga en el aire cuando no debiera también mata, como lo hace autorizar la operación de una infraestructura aérea que no garantiza vuelos seguros.
Los riesgos en la aviación civil son tan grandes como lo es el grado de responsabilidad de quienes tienen a su cargo proponer la actualización del marco legal que rige a la actividad y lo más importante: velar por su aplicación.
Lo he dicho repetidamente: Soy de la idea que la calidad de la aviación civil de una nación es equivalente a la calidad de las autoridades que la supervisan. No nos deben sorprender entonces los accidentes donde no hay quien vele por la actualización y cumplimiento cumplir de la ley.
Creo que es tiempo de que los gobiernos tomen mucho más en serio la fortaleza de sus autoridades aeronáuticas y eviten que se conviertan en un innecesario peligro para la seguridad. Es fácil decirlo y muy difícil lograrlo, es cierto, pero sin duda, debe comenzar a hacerse de inmediato.
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