Este mes de enero se cumple un año de la muerte del historiador, periodista, editor, promotor, coleccionista, administrador y líder aeronáutico, Manuel Ruiz Romero (1936-2016).
Gracias a su don de gente, notable presencia, sensibilidad, inteligencia, conocimientos, experiencia, meticulosidad y determinación, Ruiz Romero sorteaba cuanta barrera enfrentaba para lograr sus objetivos; como nadie, por lo menos en México, abría esas puertas que se cierran a quienes llevan bajo el brazo alguna idea o algún proyecto de corte cultural. Sólo así pudo regalarnos esa colección de textos que ahora atesoramos quienes valoramos su obra, como terminan por apreciarla quienes eventualmente requieren confirmar algún dato histórico aeronáutico de México. Si bien imperfectos, como todo lo hecho por un ser humano, lo cierto es que sus libros se han convertido en la más importante y confiable referencia documental disponible en la materia.
En este contexto me entero y agradezco sinceramente, que acabo de ser aceptado como Miembro Activo de la Sociedad Mexicana de Estudios Aeronáuticos Latinoamericanos, por sus siglas SMEAL, que preside Alfredo Martín del Campo con Alfonso Flores Ramos de vicepresidente al frente de un grupo de hombres y mujeres que compartimos algo esencial con nuestro querido y recordado amigo y mentor Manuel: Amor por lo aeronáutico y conciencia de la importancia de la cultura en el contexto de la seguridad operacional.
No me cansaré de decirlo: La cultura aporta un lenguaje común a la industria, lo cual facilita la transmisión de conceptos e información, sustento de la capacitación, sin la cual, creo que a todos nos queda claro, simple y sencillamente no hay seguridad, principal atributo del aerotransporte.
El reto ahora para los del SMEAL y de hecho para cualquier promotor cultural aeronáutico, es encontrar la manera, tal y como lo hizo el originario de Ugíjar, Granada, España de que la cultura no salga de las agendas de los directivos aeronáuticos. Y es que sin el apoyo de los niveles más altos de las empresas e instituciones privadas, militares y oficiales, con los que por cierto Manuel departía frecuentemente, los esfuerzos de los particulares y las organizaciones promotoras difícilmente tendrán el impacto que requieren.
Recordando a mi amigo que tanto amaba a su patria adoptiva: México, invito a todos los participantes de nuestra comunidad aeronáutica a sumarse al esfuerzo de preservar el legado histórico de su industria y a apoyar iniciativas culturales que faciliten la integración de los actores y promuevan la adopción de una manera aún más sólida de ese vital lenguaje común tan necesario en una actividad tan técnica como la que nos une.
En este 2017 sigamos disfrutando operando lo aeronáutico, sin olvidarnos de su historia y su cultura. No olvidemos que invertir en cultura no es un lujo, sino una necesidad.
“No pedimos ser eternos, tan sólo pedimos que no pierdan de repente su sentido”. ---Antoine de Saint-Exupéry.
Feliz Año Nuevo estimados lectores.
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