Pese a la disposición que muestran los diferentes actores del sector aéreo internacional para la adopción generalizada fuentes de energía no provenientes de petróleo, la producción de combustibles de aviación sostenibles (CAS) parece estar aún lejos de encontrar fuentes de financiamiento viables.
Recordemos que en la pasada asamblea anual de la Asociación de Transporte Aéreo Internacional (IATA), celebrada en Cancún, se aprobó una resolución para instar a los gobiernos a que apliquen políticas para incentivar la producción y el uso de los CAS.
El organismo, que representa a 269 líneas aéreas mundiales, exigió además la creación de un marco normativo adecuado para acelerar la puesta en marcha de las instalaciones de producción.
Impulsores
Por ejemplo, en México, investigadores del Instituto Potosino de Investigación Científica y Tecnológica (Ipicit) recientemente anunciaron que están desarrollando bioturbosina obtenida de plantas.
David Ríos Jara, investigador a cargo del proyecto, prevé que en los próximos cuatro años se construirán dos fábricas piloto con la capacidad de producir 16 mil litros diarios.
Sin embargo, aunque funcione la obtención del combustible, para poder industrializarlo se debe obtener un fuerte apoyo por parte de inversionistas privados.
Por otro lado, la organización no gubernamental Carbon War Room y la compañía SkyNRG, apoyadas por el aeropuerto internacional de Seattle, realizaron un estudio para identificar mecanismos de subvención que permitan invertir en biocombustibles.
Estas organizaciones encontraron que no existen estrategias logísticas que convenzan a las autoridades mundiales aeroportuarias de asignar dinero a fuentes bioenergéticas, porque implicaría recortar presupuesto a otras áreas.
Según este estudio, los CAS tienen dos desventajas: su costo es más alto en comparación con los combustibles convencionales, y se enfrentan a restricciones estatales y federales para su uso.
Además, el proceso de obtención implica identificar la biomasa adecuada, incluido su tipo de transformación, así como analizar el ciclo de vida y la sustentabilidad del producto. Y para ello, pocos protocolos son aceptados por organismos internacionales con el fin de permitir su producción.
Perspectivas
No obstante lo anterior, organismos como la Administración Aeronáutica y Espacial (NASA) de los Estados Unidos perseveran en el intento de concientizar y convencer sobre la necesidad de utilizar biocombustibles.
Un último estudio de esta agencia espacial (para el cual se realizaron pruebas en el Armstrong Flight Research Center) señaló que mediante el uso de estas soluciones, las estelas aerodinámicas de los aviones reducen entre 50 y 70 por ciento la presencia de dióxido de carbono (CO2).
Por su parte, IATA aseguró que los CAS están técnicamente listos para funcionar y pueden reducir hasta un 80 por ciento las emisiones de CO2.
Finalmente, Ríos Jara señaló que los aviones no necesitan ningún tipo de adaptación para ser impulsados por biocombustibles. Y agregó que el proyecto en San Luis Potosí seguirá avanzando, a la espera del capital necesario para ponerlo en marcha.
- Inicie sesión para enviar comentarios
Facebook comments