La historia me encanta, y no podía dejar de lado el poder celebrar el Día Internacional de la Aviación Civil, mismo que fue creado en 1994 con la finalidad de conmemorar, en ese entonces, el 50 aniversario de la creación de la Organización Internacional de la Aviación Civil, y ya en 1996, la Asamblea General de las Naciones Unidas reconoció oficialmente el día 7 de diciembre como el Día de la Aviación Civil Internacional.
Y para ello nos vamos varias décadas atrás, remontándonos a un mundo que se recuperaba de las cicatrices de la Segunda Guerra Mundial, la humanidad se encontraba en pleno auge de la aviación. Los cielos, antes solo conquistados por intrépidos pioneros, se llenaban ahora de aviones que conectaban continentes y acortaban distancias. Sin embargo, ese crecimiento vertiginoso también traía consigo desafíos que requerían una respuesta global, ya que empezaron a generarse problemas políticos y técnicos que tuvieron que ser resueltos en beneficio de la paz del mundo y para ello era necesario, el establecimiento de normas y reglas para la navegación aérea, el control de tránsito aéreo, licencias al personal técnico aeronáutico, diseño de aeropuertos y otros aspectos importantes relativos a la aviación que requirieron de una “acción” internacional.
En la primavera de 1944, representantes de los países aliados se reunieron en Chicago para forjar un acuerdo revolucionario destinado a promover la cooperación internacional en el campo de la aviación civil. De esta reunión se firmó el Convenio Sobre Aviación Civil Internacional, mejor conocido como “Convenio de Chicago”.
Este convenio, para mi gusto, tiene un preámbulo maravilloso que textualmente señala:
“Considerando que el desarrollo futuro de la aviación civil internacional puede contribuir poderosamente a crear y a preservar la amistad y el entendimiento entre las naciones y los pueblos del mundo, mientras que el abuso de la misma puede llegar a constituir una amenaza a la seguridad general;
Considerando que es deseable evitar toda disensión entre las naciones y los pueblos y promover entre ellos la cooperación de que depende la paz del mundo;
Por Consiguiente, los Gobiernos que suscriben, habiendo convenido en ciertos principios y arreglos, a fin de que la aviación civil internacional pueda desarrollarse de manera segura y ordenada y de que los servicios internacionales de transporte aéreo puedan establecerse sobre una base de igualdad de oportunidades y realizarse de modo sano y económico; han concluido a estos fines el presente Convenio”
Este proemio del Convenio es increíble, ya que data de 1944 y consagra la naturaleza de la aviación civil, que es la de unir a los Estados, de resaltar que el fin primordial de la aviación sea siempre la paz, y que se busque la colaboración, la igualdad de oportunidades y especialmente que se desarrolle en una base de seguridad, sin duda adelantado para su tiempo.
Y este convenio, sienta las bases de lo que para los que nos dedicamos a la aviación es como la columna vertebral del derecho aeronáutico, y donde nació la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), un organismo especializado de las Naciones Unidas.
La historia de la OACI es una narrativa de colaboración y determinación. Los delegados, conscientes de la necesidad de establecer normas y prácticas uniformes para la aviación civil, se sumergieron en intensas negociaciones y como señalaba, el 7 de diciembre de 1944, los representantes de 52 naciones firmaron el Convenio de Chicago, el documento fundacional de la OACI, que entró en vigor en 1947.
Con un mandato claro de mejorar la seguridad, eficiencia y sostenibilidad de la aviación internacional, la OACI comenzó a desplegar sus alas. Su enfoque inicial incluyó la estandarización de la señalización aérea, los procedimientos de comunicación y la clasificación de aeropuertos. Se estableció un marco regulatorio que buscaba armonizar los estándares y prácticas en todos los rincones del globo.
A medida que la aviación civil crecía, también lo hacía la OACI, con el desarrollo de las normas y métodos recomendados y prácticas internacionales que crearon un marco sólido para la aviación civil. La seguridad se convirtió en la máxima prioridad, con estándares comunes. La organización impulsó la adopción de tecnologías innovadoras, desde sistemas de navegación por satélite hasta avances en la gestión del tráfico aéreo. Se convirtió en un foro donde los Estados miembros, junto con la industria y otros organismos internacionales, colaboraban para abordar desafíos emergentes.
Con el tiempo, la OACI se consolidó como la voz unificada de la aviación civil a nivel mundial, como un foro único donde los países, independientemente de su tamaño o recursos, podían contribuir y beneficiarse por igual. La organización se convirtió en el epicentro de la innovación, promoviendo el desarrollo de tecnologías avanzadas, como sistemas de navegación por satélite y comunicaciones más seguras.
Su papel en la armonización de normas y prácticas ha contribuido significativamente a la seguridad y eficiencia del transporte aéreo internacional, hasta llevarlo a como lo conocemos hoy en día.
La eficiencia operativa también experimentó mejoras significativas. La estandarización de procedimientos y la armonización de reglas permitieron una integración más fluida de las aerolíneas y los aeropuertos a nivel mundial. Los viajes internacionales se volvieron más predecibles y eficientes, reduciendo costos y tiempos de vuelo.
Además, la OACI se convirtió en un defensor incansable de la sostenibilidad ambiental. Las iniciativas para reducir las emisiones y mejorar la eficiencia del combustible se convirtieron en parte integral de la agenda de la organización. Esto no solo benefició al medio ambiente, sino que también ayudó a las aerolíneas a cumplir con las crecientes expectativas de sostenibilidad.
La cooperación entre Estados miembros y la industria aeronáutica floreció bajo el paraguas de la OACI. Se crearon programas de capacitación y asistencia técnica para garantizar que todos los actores de la aviación estuvieran alineados con las mejores prácticas y estándares internacionales.
En el Día Internacional de la Aviación Civil, celebramos no solo firma del Convenio de Chicago, que trajo la creación de la OACI, sino también los logros y la evolución de esta organización que ha sido testigo y actor de la transformación de los cielos, reuniendo en la actualidad a 193 Estados. La OACI ha demostrado que, a través de la colaboración y la visión compartida, podemos superar los desafíos y elevarnos a nuevas alturas. En cada vuelo que despega y aterriza, se refleja el legado de la OACI, recordándonos que, en el vasto cielo azul, la cooperación internacional es la fuerza que impulsa nuestro vuelo conjunto hacia el futuro.
Hasta el próximo vuelo.
*“Los artículos firmados son responsabilidad exclusiva de sus autores y pueden o no reflejar el criterio de A21”*
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