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29/03/2024

¿Ver aviones desde “la casa de la aviación”? ¡Todo un tema!

Juan A. José / Martes, 15 Febrero 2022 - 16:28

No estaba seguro de trabajar en este texto; es más, de llegar a hacerlo, pensé que se trataría de una breve nota, quizás sin mayor trascendencia que aquellas de corte cultural, propias del interés de “otros locos por la aeronáutica” que llego a compartir con mis estimados lectores. Sin embargo, conforme los conceptos fueron fluyendo hacia la hoja en blanco, lo inocuo de la narración de la experiencia de visita a un espacio de entretenimiento, poco a poco se fue transformando en documento por ahí digno de una lectura desde una perspectiva más profunda sobre lo que ocurre en algunos aeropuertos en materia de relaciones con su entorno urbano.

Y es que lo que hacen los propietarios de un inmueble ubicado en la colonia Cuchilla del Tesoro, en la alcaldía Gustavo A. Madero de la capital de la república, literalmente a centímetros de distancia de las instalaciones del “Lado Aire” del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) con su cafetería conocida como “La Casa de la Aviación” de ilegal no tiene nada, a menos que al hacerlo estén violando alguna reglamentación en el ámbito de la jurisdicción local en la que se encuentra, caso del uso de suelo, pago de impuestos o derechos, estacionamiento, protección civil u otra , como tampoco viola norma alguna en el ámbito federal (propio del aeropuerto) a menos que desde ella se estén cometiendo ataques a las vías de comunicación, afectar la seguridad de las operaciones aéreas o ingresando o sacando “algo”---¡mejor no pienso qué!, del perímetro federal. 

Dicho en otras palabras: a menos que a alguien se le ocurra atacar por cualquier medio las instalaciones del AICM o las aeronaves y equipos que en él operan, ya sea empleando un arma, un emisor de rayos laser o un dron, por ejemplo, no solamente “La Casa de la Aviación”, sino cualquier otro negocio en los linderos de un aeropuerto que cumpla con lo que le toca administrativamente cumplir, puede seguir en funcionamiento, ¡pero cuidado!, siempre asumiendo el reto de prevenir incidentes, informando claramente a sus usuarios sobre sus políticas de acceso, las cuales deben incluir reglas destinadas a que los mismos no se conviertan en epicentro de algún ilícito.

Pero vayamos al origen del “negocio”: la Cuchilla del Tesoro es uno más de los desafortunados resultados de la expansión irregular de la mancha urbana de la Ciudad de México y los municipios del Estado de México que la rodean. Los primeros pobladores reconocidos datan de comienzos de los años sesenta del siglo pasado. La acreditación, propiedad y los límites de terreno que ocupa contienen una historia de impunidad, desconocimiento, corrupción y abuso de poder. Como muestra basta un ejemplo: por medio de un oficio expedido por la Dirección de Obras Públicas del Gobierno de Distrito Federal en marzo de 1961 se permitió fraccionar el terreno y por la tanto desapareció la clandestinidad en la compra-venta de los predios, generándose esa bien conocida y peligrosa condición de vecindad en materia tanto de seguridad operativa, como de seguridad contra actos de interferencia ilícita existente entre la Cuchilla del Tesoro y el AICM, a la que podemos asociar a preguntas de carácter legal y técnico cuya respuesta, no se ha podido o no se ha querido proporcionar, por ejemplo en lo que toca al ámbito de las Normas y Métodos Recomendados contenidos en el Anexo 14 “Aeródromos” al Convenio de Chicago sobre Aviación Civil Internacional. Más aún, mediante un oficio del 5 de enero de 1962, la entonces Dirección General de Aeronáutica Civil, quien firma esta nota ignora en basé a qué fundamento legal, reconoció a un particular la propiedad del terreno, mismo que el gobierno federal intentó en vano expropiar en la década de los setenta para ampliar el aeropuerto, y digo en vano, toda vez que muy al estilo “Atenco” el ejecutivo terminó cediendo a las presiones de los pobladores y otros grupos de interés, cancelando así mediante otro cochinero legal y político, es decir, sin que prevalezca el Estado de Derecho, cualquier posibilidad de solucionar este importante problema de seguridad y capacidad aeroportuaria.

Lo bueno de lo malo…

Haciendo a un lado lo anterior, lo cierto es que se reconoce ---y los spotters aeronáuticos en particular agradecemos, el esfuerzo de quienes han decidido ofrecer espacios para la observación pública de las numerosas y variadas operaciones aéreas en el AICM, caso notable no solamente del inmueble en la Cuchilla del Tesoro, sino también de “Skyline Coffee” en la Colonia Federal, espacio  que frecuento y al que recientemente le fui “infiel” al haber acudido a la Casa de la Aviación, atendiendo una sana curiosidad que nació desde que lo identifiqué desde el interior del aeropuerto por esa manta colocada en su fachada que básicamente decía que los spotters eran bienvenidos ahí, interés que se consolidó conforme algunos colegas aeronáuticos me compartieron las excelentes tomas fotográficas que habían logrado hacer desde dicha original terraza. Es así que un domingo cualquiera salí de casa decidido a irme otra vez “a ver aviones”, sólo que está vez decidí de último momento enfilar hacia la Cuchilla del Tesoro y no hacia Avenida Fuerza Aérea Mexicana.

¿Y cómo me fue?

Veamos:

Para comenzar, debo confesar que ahora sí que estuve a punto de “irme al aire” y desviarme al “alterno” (“Skyline”) cuando me encontré con el principal problema del negocio: el estacionamiento de vehículos y la seguridad de los mismos. En dos oportunidades sendos vecinos “amablemente” me conminaron (eso es un decir) a no estacionarme fuera de sus casas, al final de cuentas en vía pública, luego de haber constatado que en el estacionamiento de la Casa de la Aviación apenas y caben unos tres vehículos, los cuales ya estaban en su interior. Al final de cuentas pude dejar mi auto medio adentro del estacionamiento de la cafetería de la cual tuve que bajar a moverlo cuando el propietario de otra unidad decidió retirarse 

Conociendo de antemano su ubicación, no me sorprendió la vista a las operaciones que me ofreció “La Casa de la Aviación”, la cual efectivamente me resultó muy atractiva, en especial tomando en cuenta su cercanía con el umbral de la pista 23 derecha y en particular con los rodajes “Bravo” y “Charlie” que junto al llamado “McPuente” es decir, el paso de peatonal sobre el Boulevard Aeropuerto a la altura del restaurante McDonalds, en mi opinión ofrecen las opciones públicas con mayor cercanía a los aviones en el AICM.

Tal y como ocurre “Skyline”, en “La Casa de la Aviación” se ofrecen servicios a precios razonables que complementan e invitan a extender la vista, caso de ricos alimentos y bebidas, mismos que son proporcionados extrema amabilidad. La diferencia, más allá de las condiciones generales de las instalaciones y mobiliario, tema en el que “La Casa de la Aviación” podría trabajar, si es que la inversión lo justifica, es que en “Skyline”  jamás me he topado por decir algo, con perros deambulando por ella ---incluyendo la cocina, como tampoco me he topado con un personaje pleno estado etílico o afectado por alguna otra condición, muy amablemente, pero sin duda incoherente y en mi opinión desagradablemente, interrumpiendo la conversación que uno estaba sosteniendo con otros spotters.

No puedo cerrar este comentario sin insistir en dos cosas: primero, en mi agradecimiento a los empresarios que hacen posible estos espacios públicos de observación de algo tan maravilloso como son las operaciones de aeronaves en un aeropuerto, tengan las características que tengan, deseándoles todo el éxito del mundo, y segundo, en la importancia de que tanto los propietarios como los clientes nos aseguremos de blindar las terrazas contra la posibilidad de que sean empleadas indebidamente, ya sea de manera inocente, como criminal, y por ende le demos pretexto o fundamento “a alguien” para cerrarlas, lo cual resultaría particularmente doloroso para aquellos que como su servidor nos regalamos muchas, pero muchas tardes de sano entretenimiento viendo y comentando algo de lo que más disfrutamos ver o hablar: aviones.

Solamente quien ha tenido que hacer “hasta lo imposible” por ver las operaciones en el AICM o ha padecido por ello, puede entender lo que significan para tanto para uno, como para las nuevas y las futuras generaciones de aeronáuticos “La Casa de la Aviación”, “Skyline” o hasta el mismo “McPuente”.

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