Se atribuye al autor norteamericano Ernest Hemingway el haber afirmado: “Escribe ebrio, pero edita sobrio”. Pienso en sus palabras conforme trabajo en este texto en medio del mar de emociones que me genera el reciente resultado electoral.
Ganó la democracia y seguramente ganó México; se respetó la decisión del pueblo y se eligió un proyecto político que ofreció algo sumamente importante: una transformación radical, justo lo que requiere la autoridad aeronáutica mexicana, en este caso la Dirección General de Aeronáutica Civil, por sus siglas DGAC, hoy día con visos de haber sido rebasada y, por ende, incapaz de respaldar como debiera la operación de su aviación civil.
Dos importantes accidentes en el segmento de la aviación comercial en lo que va del año 2018: el del Boeing 737 de Global Air en la Habana, Cuba y el del Embraer 190 de Aeroméxico Connect en Durango, respaldan la hipótesis, tanto como lo hacen instituciones como el Colegio de Pilotos Aviadores de México que ha expresado públicamente su preocupación por el gran número de accidentes e incidentes en la aviación nacional, haciendo un llamado a la Administración Pública Federal a fortalecer a la autoridad aeronáutica.
Esa es la esperanza que me genera la nueva administración, la cual quiero pensar dará a la cabeza del subsector la categoría que merece, dotándola de aquello que legal, operativa, administrativa y financieramente requiere para cumplir con su alta labor y así apuntalar a la aviación como eje de desarrollo, tal y como ha ocurrido en otras geografías que fundamentan en buena medida el éxito de sus sectores aéreos en la existencia de autoridades en la materia sólidas, competentes, modernas, experimentadas, honestas, equipadas, poderosas y profesionales.
Un organismo oficial con la responsabilidad legal, técnica, operativa, económica y cultural como la que tiene la DGAC no puede ser una figura menor, por el contrario, las particularidades de la aeronáutica imponen la necesidad de contar con autoridades de alto perfil capaces de entender y regular el impresionante crecimiento, la constante evolución tecnológica y las intensas presiones políticas y comerciales del entorno aéreo.
El transporte en general y el aerotransporte en particular son armas competitivas que las naciones emplean para posicionarse en los mercados. Aquella región que no cuente con medios de transporte adecuados simple y sencillamente está fuera de la competencia global por las inversiones, el comercio y el turismo. Muchos países así lo han entendido y han actuado en consecuencia modernizando tanto su infraestructura y sus organismos regulatorios. México no puede quedarse atrás.
Hago votos para que los cambios de fondo lleguen a la brevedad a la autoridad aeronáutica nacional, sin los cuales difícilmente veo cómo podrá seguir garantizando, como le corresponde, la seguridad, regularidad, economía y calidad de las actividades aéreas, incluyendo el vital aerotransporte.
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