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27/04/2024

Los vuelos privados: ¿por qué su innecesario uso aumenta si dañan tanto al planeta?

Sebastian Pinelli / Domingo, 16 Abril 2023 - 21:47

En promedio, volar en jet privado es de cinco a catorce veces más contaminante por pasajero que viajar en vuelo comercial y cincuenta veces más que en tren, ya que emiten alrededor de dos toneladas métricas de dióxido de carbono (CO2) por hora y, para tener una perspectiva, un auto común genera unas 4.6 toneladas en todo un año. En el 2016, la aviación privada emitió 33.7 millones de toneladas de CO2, siendo que Dinamarca, un país de 5.8 millones de personas, emitió 27 millones en el 2020. Viajar en jet ejecutivo es, hasta ahora (en lo que llega el turismo espacial), el medio de transporte más contaminante de la historia, debido a la exorbitada cantidad de emisiones por pasajero por kilómetro recorrido y a su afectación a la capa atmosférica por donde vuelan.

A pesar de ello, los fabricantes de “business jets” observan aumentos en sus ventas y cifras de aviación privada europea del año pasado, que revelan un incremento anual en vuelos del 64%. Un poco más de la mitad de los recorridos fueron entre distancias menores a 750 kilómetros, la ruta con mayor tránsito fue París-Londres, con nueve vuelos al día, cuando esa ruta directa tiene diariamente diez trenes que la cubren en dos horas y media. También, el año pasado se dieron a conocer los hábitos de vuelos privados de varios famosos, como la influencer Kyle Jenner, el rapero Drake y el boxeador Floyd Mayweather Jr., entre muchos otros, con travesías que duraban solamente 17 minutos y buscaban evitar 40 minutos de tráfico, contaminando en escasas horas lo que una persona normal contaminaría en un año.

El Marco de la ONU sobre el Cambio Climático (COP) en su convención número 26, que se llevó a cabo en Escocia en el 2021, contabilizó 118 jets privados en el evento, aumentando las operaciones aeroportuarias un 525%. Un año después, los aeropuertos egipcios del COP27 tuvieron 76 pernoctas, pero un reporte mencionó hasta 400 vuelos privados en su espacio aéreo. La última asamblea del Foro Económico Mundial (WEF) que se lleva a cabo en el resort de Davos, Suiza, evento con invitación exclusiva que reúne a líderes empresariales, intelectuales y sociales que tratan de solucionar los problemas del mundo (entre ellos el cambio climático), recibió a 172 vuelos corporativos en dos días.

Entretanto, la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) y la Asociación de Transporte Aéreo Internacional (IATA), no tienen promulgaciones sobre el tema, pero se comprometen a tener una industria con cero emisiones netas para el año 2050, enfocando su campaña en la producción escalonada de Combustible Sustentable de Aviación (SAF) en los años venideros y en el monitoreo y compensación de emisiones de CO2 por medio del programa CORSIA. La OACI menciona en su reporte ambiental del 2022 que el principal reto del SAF es su elevado costo de producción; por su lado, la IATA promueve también el uso de programas de créditos de carbono que remueven el equivalente de gases invernadero vertidos en la atmósfera, algunos de los cuales han provocado reciente escrutinio sobre su eficacia, y son considerados por ambientalistas como permisos baratos para seguir contaminando.

Sin embargo, países como Francia y Bélgica se han mostrado más estrictos, tomando medidas contra el uso sin mesura de vuelos privados. El ministro de transporte francés ha mencionado la posibilidad de vetar dichos vuelos por completo cuando haya otras alternativas, y Bélgica autorizó un impuesto adicional para su uso, orientado principalmente en combatir la contaminación de ruido. Grupos ecologistas y algunos políticos buscan el veto total a la aviación privada, propuesta que sería un duro golpe para el medio aeronáutico de aplicarse globalmente, y su muy improbable prohibición, si bien una medida bastante drástica para la economía pero de beneficio inmediato para el ambiente, afectaría a cientos de miles de trabajadores que laboran en varias manufactureras, o que dependen de esa industria (como los maleteros, catering, pilotos y todos los servicios de FBOs), y quizá también a la endeble aviación regional, porque los aviones regionales son fabricados por los mismos armadores de jets privados. Además, sentaría un precedente sobre el veto a vuelos comerciales redundantes, empezando por la regulación de vuelos ferry o vacíos, una propuesta que ya se menciona.

La normatividad de vuelos privados a través de la obligación de utilizar SAF o tecnologías verdes, la aplicación de multas por su uso innecesario y de justos impuestos a la compra de jets ejecutivos y combustibles, serían probablemente alternativas más aceptables para la industria. La mayoría de los países carecen de impuestos ante la compra de estos ultra lujosos medios de transporte, a pesar del daño que hacen trasladando a menos del 1% de la población. Dado que este selecto grupo de personas concentran la mayor riqueza del planeta, cuentan con capital para saldar multas o pagar impuestos que brindarían un aporte económico crucial para el desarrollo de SAF, o de investigación e inversión para aviones eléctricos o de hidrógeno, o podrían ser destinados para cualquier programa social o ambiental en beneficio de la población general.

En Suecia, el uso del término “Flygskam” se ha ido popularizando los últimos años, y se utiliza para generar vergüenza o culpa hacia las personas que viajan en avión. Si bien la concientización del uso indiscriminado del avión es algo positivo, la individualización de la culpa del cambio climático es resultado de una campaña más grande: Desde 1977, ExxonMobil, el gigante petrolero, realizó estudios que predijeron con exactitud las afectaciones climáticas que generaría su producto, los combustibles fósiles, durante los próximos cincuenta años. En vez de corregir su rumbo desarrollando combustibles renovables, ExxonMobile y sus cómplices ocultaron los estudios y decidieron invertir en costosas campañas publicitarias, justificando falsamente que su producción se derivaba de la dependencia de la persona común por los fósiles, manipulando la opinión pública al desviar la culpa hacia la sociedad, creando y financiando falsas esperanzas de campañas ecológicas como el reciclaje o los créditos de carbono.

Así, la regularización de los vuelos privados como sustancial solución a las emisiones de la aviación es claramente insuficiente, más si consideramos que sólo conforman una pequeña fracción de la huella de carbono de la industria aeronáutica. A pesar de ello, eso no condona el hecho que el jet privado es sumamente dañino para el medio ambiente, que su incesante uso debe de ser moderado, y que no podemos esperar que sus nuevos y recurrentes usuarios desarrollen la conciencia y moralidad necesarias para dejar de usarlo por iniciativa propia.

Ya casi finalizando, es preciso identificar que famosos que pregonan su lujo derrochador e insustentable en sus aviones, como Kim Kardashian o Ricardo Salinas Pliego, si bien no son los verdaderos autores de la presente situación climática, sí son parte del problema, y para ser parte de la solución deben promover alternativas sostenibles. Cierto, los gigantes petroleros son los creadores y facilitadores de la dependencia a combustibles fósiles, no los nuevos ricos y famosos, no obstante, es difícil discernir quiénes son los usuarios conscientes e inconscientes que merezcan sufrir flygskam en esta situación, porque todos ellos, buenos y malos, viajan en jets privados.

Entonces, por el momento no nos queda más que esperar que los pasajeros de la aviación privada dejen cuantiosas propinas y que llenen sus aviones con combustible sustentable, porque, como dicen, “si tienen para el whisky, tienen para los hielos”. Mientras tanto, el 80% de las personas del mundo, los que nunca viajarán en avión, son quienes más sufren por el incremento de intensidad y frecuencia de las sequías, los incendios forestales, los huracanes, las inundaciones, el aumento del nivel del mar, las mareas rojas, y más desastres naturales.

 

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