Zipline acumula más de 1.6 millones de entregas y 100 millones de millas autónomas. Hoy, una de esas entregas puede terminar en un burrito de Chipotle que desciende con suavidad en un patio de Dallas/Fort Worth. A la par, la marca confirmó que abrirá su primer restaurante en México junto con Alsea. Lo que comenzó como hazaña humanitaria, llevar sangre y vacunas en África, ya se vuelve hábito urbano.
El proyecto piloto “Zipotle” arrancó en Rowlett, Texas: pides desde la app de Zipline y el pedido aparece sin tráfico ni timbres sonando; el dron se queda a unos 300 pies (unos 90 m) de altura y baja tu comida con precisión hasta la banqueta, el jardín o el parque. Por ahora opera diariamente de 12:00 a 20:00, con plan de extender a 22:00. Es simple: menos vueltas en coche, más rapidez y una entrega que se siente casi mágica.
Zipline no llegó a los burritos por casualidad. Su reputación se forjó llevando insumos médicos a comunidades donde la distancia y el tiempo cuestan vidas. Ese “músculo” operativo ahora se aplica a algo tan cotidiano como un bowl de pollo o un burrito. Para el consumidor, la traducción es clara: certeza en tiempos y comida que llega como debe.
*¿Por qué Dallas?*
El área DFW es, hoy, un laboratorio de entrega por dron en Estados Unidos: vecinos acostumbrándose al zumbido ocasional, marcas probando rutas y autoridades definiendo reglas para el “espacio aéreo de la colonia”.
En paralelo, Chipotle firmó con Alsea para aterrizar en Ciudad de México (operador de Domino’s, Starbucks, Burger King, Chili’s y otras), con el primer local previsto para inicios de 2026 y la exploración de más ubicaciones en el país. Para el público mexicano, esto implica dos cosas: la marca llegará con músculo operativo y, si las autoridades mexicanas lo permiten, podría traer consigo nuevas formas de entrega.“Zipotle” explora un carril aéreo para pedidos pequeños, pero no siempre será puerta a puerta: se prevé operar con hubs de colonia, puntos de entrega intermedios donde se concentran varios pedidos y, desde ahí, repartidores a pie o en bici cubren el último tramo hasta cada domicilio. Así, el dron hace trayectos más eficientes y la última cuadra queda en manos humanas. No pretende sustituir todo; suma una opción, especialmente útil en colonias extensas.
La tendencia es clara: la última milla se está reescribiendo. La pregunta para nuestras ciudades es doble: 1) ¿preferimos menos coches de reparto a cambio de drones ocasionales sobrevolando patios?, y 2) ¿qué reglas, ruidos, horarios y zonas de descenso necesitamos para que el “carril aéreo” funcione sin demasiadas molestias?
Te leo: ¿te emocionaría el fly thru en tu colonia, te inquieta… o ambas?
“Los artículos firmados son responsabilidad exclusiva de sus autores y pueden o no reflejar el criterio de A21”