
En plenas Fiestas Patrias Mexicanas tuve la oportunidad de interactuar brevemente en un espacio público con una amable octogenaria llamada Bertha. Mientras ambos esperábamos ser atendidos comenzamos a charlar en torno al tema de México, la mexicanidad y el lamentable estado del país, coincidiendo en esto último, lo cual nos generó confianza para conversar unos instantes más.
“Soy sobrina de un importante revolucionario mexicano” —me dijo. ¿Quién era su tío? –pregunté. Venustiano Carranza —respondió.¡Wow! Entonces estoy departiendo con la sobrina de uno de los grandes de la historia de México —le dije. Ella nada más sonrió.
Conforme seguimos platicando me contó que su papá también fue militar revolucionario, lo que llamó particularmente mi atención, toda vez que entre los sobrinos del Presidente Carranza hay varios destacados pilotos militares, si no es que todos unos héroes, caso del “Lindbergh Mexicano” el capitán Emilio Carranza.¿De casualidad su señor padre no era aviador, doña Bertha? —cuestioné.Sí, mi papá fue piloto aviador militar –me compartió.Mi siguiente pregunta era de esperarse: ¿Cómo se llamaba el señor?Alberto Salinas Carranza —me dijo con justificado orgullo.Así comprendí que no solamente estaba yo ante la hija de un aviador revolucionario, sino ante la de uno de los más grandes próceres de la aeronáutica civil y militar mexicana.
Recordemos que el general Salinas (1892-1070) fue uno de los llamados “Primeros Cinco” que en el año 1912, el entonces Presidente de la República Francisco I. Madero, envió a adiestrarse como aviador en la Moisant International Aviation School en Nueva York. Fue propuesto para ello por su famoso tío Venustiano, en ese momento gobernador de su natal Coahuila quien, una vez convertido en Jefe del Ejército Constitucionalista, en palabras del historiador hispano-mexicano Manuel Ruiz Romero, ordenó en 1915 crearle un arma de aviación militar, departamento y flotilla que quedaron bajo las órdenes del entonces mayor Alberto Salinas que es considerado el fundador de lo que hoy es la Fuerza Aérea Mexicana, dando origen también, se dice fácil, a la creación de Escuela Nacional de Aviación y los Talleres Nacionales de Construcciones Aeronáuticas.
En el ámbito de la aeronáutica civil hay que mencionar que estuvo al frente dos veces de la autoridad aeronáutica mexicana: la primera a partir de 1940 a cargo del entonces Departamento de Aeronáutica Civil de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, al que en su segunda gestión a partir de 1952 llevó al nivel de Dirección y posteriormente en 1956 a Dirección General, es decir la famosa y entrañable DGAC.
Sobra decir que no pude dejar de presentarme como un apasionado de la cultura aeronáutica, algo que le agradó saber. En los minutos siguientes hablamos de su sobrino Fernando, compañero de escuela de este columnista, de Ruiz Romero y del gran promotor cultural Alfredo Martín del Campo, nombres que le son familiares, no así del General Roberto Fierro. De quien sí se acuerda y con agrado, es del ingeniero Juan Guillermo Villasana.
Le pregunté por el archivo y memorabilia de su papá; refiere que está en su natal Cuatro Ciénegas, Coahuila.
Pronto apareció su hija para llevársela, no sin antes pedirle permiso para contar a mis estimados lectores de A21 sobre este maravilloso encuentro que me temo más bien será del interés de los más veteranos de los favorecedores de la publicación, los que en una de esas le dan la importancia que merece a la labor de pioneros como Salinas Carranza en beneficio de la aeronáutica mexicana, una herencia que por lo menos quien firma esta columna, siente que tiene la obligación de preservar, tal y como intento hacer en esta oportunidad.
“Los artículos firmados son responsabilidad exclusiva de sus autores y pueden o no reflejar el criterio de A21”[







