Tengo la fortuna de haber coordinado proyectos de inclusión digital en México. Esto me ha hecho atestiguar el impacto transformador que la conectividad puede tener en comunidades marginadas. La brecha digital sigue siendo un obstáculo crítico para el desarrollo del país: según el INEGI (2024), más del 30% de la población, especialmente en zonas rurales, carece de acceso confiable a internet. Esta desconexión limita el acceso a educación, empleo e innovación. Mi experiencia liderando iniciativas tecnológicas, incluyendo proyectos satelitales y programas de inclusión digital, me ha convencido de que las constelaciones de satélites de órbita baja (LEO) representan una oportunidad única para cerrar esta brecha y construir un México más equitativo.
Las constelaciones LEO, como Starlink, OneWeb o Kuiper, están revolucionando la conectividad global. Con miles de pequeños satélites orbitando a 500-1200 km de la Tierra, ofrecen internet de alta velocidad y baja latencia, incluso en áreas remotas. A diferencia de los satélites geoestacionarios, que operan a 36,000 km y enfrentan limitaciones de velocidad y tienen alta latencia, los LEO pueden competir con la fibra óptica. En México, donde la geografía montañosa y la dispersión de comunidades rurales dificultan la infraestructura terrestre, esta tecnología es un punto de inflexión. Un pueblo en la sierra de Guerrero podría acceder a clases en línea, telemedicina o mercados digitales, transformando su realidad.
El impacto va más allá del acceso básico. En educación, cerrar la brecha digital puede cambiar el futuro de millones de estudiantes. La pandemia de COVID-19 mostró que más de 5 millones de estudiantes mexicanos abandonaron sus estudios por falta de internet, según la UNESCO (2021). Al coordinar proyectos de inclusión digital, he visto con mucha satisfacción cómo la conectividad inspira a jóvenes, especialmente a niñas, a explorar carreras STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas). Las constelaciones LEO podrían conectar escuelas rurales a plataformas educativas globales, fomentando vocaciones tecnológicas y reduciendo la brecha de género en STEM, una causa que me apasiona profundamente.
Económicamente, la conectividad satelital puede empoderar a comunidades rurales. Pequeños productores en regiones como Oaxaca podrían usar datos climáticos en tiempo real para optimizar cultivos, capacitarse en nuevas técnicas agropecuarias, o vender directamente en plataformas digitales, eliminando intermediarios. Según un estudio de la CEPAL (2023), mejorar el acceso a internet en áreas rurales de América Latina podría incrementar el PIB per cápita en un 3.2% en cinco años. La experiencia me ha mostrado que estas oportunidades no solo generan riqueza, sino que fortalecen la autoestima de comunidades históricamente excluidas.
México no debería limitarse a consumir tecnología satelital extranjera. Mi experiencia coordinando proyectos satelitales, como nanosatélites en universidades, me ha demostrado el potencial mexicano para innovar. Instituciones como la UNAM, la UPAEP o el IPN, junto con startups, podrían desarrollar satélites LEO adaptados a necesidades locales, como monitorear desastres naturales mientras proveen internet en zonas afectadas. Estas iniciativas crearían empleos de alta especialización y posicionarían a México en la economía espacial, proyectada para alcanzar 1,800 miles de millones de dólares para 2035, según McKinsey. Colaborar con empresas globales también es viable, adaptando soluciones LEO que ya existen para maximizar su impacto social.
Los retos son significativos. México necesita actualizar su marco regulatorio para facilitar el despliegue de constelaciones LEO, asegurando competencia y accesibilidad. La infraestructura terrestre, como estaciones de control, requiere inversión público-privada. Además, mi experiencia en inclusión digital me ha enseñado que la conectividad sin alfabetización digital es insuficiente. Programas de capacitación, enfocados en mujeres y jóvenes rurales, son esenciales. En un proyecto que coordiné, vi cómo talleres de habilidades digitales transformaron la perspectiva de estudiantes indígenas de la Universidad de la Selva en Chiapas. Ese modelo podría escalarse con apoyo satelital.
Cerrar la brecha digital con tecnología espacial es más que un desafío técnico: es una misión social que me motiva profundamente. México puede usar el espacio para conectar a sus comunidades más aisladas, impulsando la educación, la economía y la equidad. Al invertir en conectividad satelital y en el talento local, el país no solo reducirá desigualdades, sino que inspirará a una generación a soñar en grande, desde la Tierra hasta las estrellas.
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