Mitigando los peligros de los drones
Peligros particulares de las operaciones con drones
Colisión en vuelo con aeronaves tripuladas
Los UAS representan un riesgo distinto al de las aves: incorporan baterías, motores y chasis rígidos capaces de perforar parabrisas o dañar un compresor de turbina. El primer choque confirmado en EE. UU. ocurrió el 21 de septiembre de 2017, cuando un DJI Phantom 4 impactó a un helicóptero UH‑60 Black Hawk del Ejército a unos 300 ft (≈90 m) de altura sobre Staten Island; el rotor y la cubierta exterior sufrieron daños menores.
Incursiones en aeropuertos
Entre el 19 y el 21 de diciembre de 2018, supuestas observaciones de drones en las inmediaciones de Gatwick (Reino Unido) forzaron la cancelación o desvío de cerca de 1 000 vuelos y afectaron a unos 140 000 pasajeros, demostrando la capacidad disruptiva de un UAS mal empleado.
Caída sobre personas o bienes
La pérdida de sustentación por fallo de motor, agotamiento de la batería o error de pilotaje, puede provocar lesiones graves incluso con multirrotores ligeros. Las normas suelen prohibir el sobrevuelo de aglomeraciones sin protección (p. ej., paracaídas certificados).
Pérdida de enlace o control
Las desconexiones por interferencia, obstáculo o fallo del hardware pueden dejar al dron sin guía. Aunque la mayoría incorpora Return‑to‑Home automático, el trayecto de regreso puede atravesar espacio aéreo restringido. A ello se suman riesgos de jamming deliberados, relevantes sobre infraestructuras críticas o eventos de alto nivel.
Fallas técnicas y errores de sistema
Sensores degradados (barómetro, magnetómetro, IMU) alteran la navegación y requieren redundancia y mantenimiento programado, como en la aviación tripulada.
Uso ilícito o terrorista
El empleo deliberado de UAS para contrabando, espionaje o ataques obliga a reforzar zonas de exclusión y sistemas C‑UAS en aeropuertos, prisiones y eventos masivos.
Estrategias de mitigación y gestión de riesgos
La regulación establece límites operacionales como un techo de 120 m (400 ft) sobre el nivel del suelo, la obligación de mantener vuelo en línea de vista y la implementación de geoperímetros (geofencing) alrededor de aeródromos y zonas sensibles para reducir el riesgo de conflictos con aeronaves tripuladas.
La identificación y vigilancia se fortalecen con sistemas de identificación remota en tiempo real (Remote ID), obligatorios en EE. UU. desde marzo de 2024, lo que permite a autoridades y otros usuarios conocer la posición de los drones legalmente en vuelo y mejorar la gestión del espacio aéreo.
Los sistemas de detección y evitación (DAA) equipados con receptores ADS‑B, TCAS o radares de baja altitud proporcionan a los UAS la capacidad de “ver y evitar” objetos próximos, una funcionalidad ya probada en plataformas como el MQ‑9B SkyGuardian.
El diseño técnico de los drones incorpora redundancias y mecanismos de seguridad, como la capacidad de aterrizar controladamente ante la pérdida de uno de sus rotores, sistemas de alerta de batería baja y paracaídas que se despliegan en caso de fallo crítico.
En los procedimientos operacionales, se contemplan planes de contingencia ante la pérdida de enlace, la designación de observadores visuales que supervisen el vuelo y, en Europa, la realización de un Análisis Específico de Riesgos de Operación (SORA) para evaluar y mitigar peligros antes de la misión.
Las contramedidas C‑UAS incluyen sensores de detección de drones no cooperativos, inhibidores de señal dirigidos y sistemas de neutralización por red mediante drones interceptores, especialmente útiles en aeropuertos y eventos de gran afluencia.
La formación y la cultura de seguridad se fomentan mediante programas de capacitación obligatorios, campañas de concienciación y sanciones estrictas para conductas temerarias, disminuyendo incidentes provocados por desconocimiento o imprudencia.
Finalmente, el aprendizaje continuo se basa en el análisis de estadísticas de seguridad publicadas por AESA y FAA, que alimentan la revisión periódica de categorías de operación y requisitos, ajustando la regulación al perfil de riesgo real.
Conclusión
El riesgo cero no existe, pero la combinación de limitaciones operativas, tecnología preventiva, protocolos de emergencia y contramedidas ha reducido de manera significativa la probabilidad y las consecuencias de incidentes UAS. La expansión de requisitos como Remote ID, la madurez de sistemas DAA y la profesionalización de los operadores acercan la seguridad de los drones comerciales a los estándares de la aviación tradicional. Con una gestión de riesgos sólida y dinámica, la industria de los UAS podrá integrarse plenamente en el ecosistema aéreo sin comprometer la integridad de las personas ni de los bienes.
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