“Dicen por ahí un consejo que va prendido en el viento si quieres llegar a viejo si quieres vivir contento…”
México está viviendo una transformación aérea con rumbo incierto. La Secretaría de Marina Armada de México (Semar), bajo el mando del almirante RAYMUNDO PEDRO MORALES ANGELES, ha tomado el control de una red creciente de aeropuertos —incluido el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM)— sin procesos públicos, sin licitaciones abiertas, sin rendición de cuentas. Se les entregó el timón… pero nadie les exige la bitácora.
Hace unas semanas hablamos de la situación que priva en el aeropuerto de Guaymas, administrado por GERARDO PÉREZ URDAÑEZ, que generó la visita del propio JUAN JOSÉ PADILLA OLMOS para ver de manera directa cómo están las cosas en ese aeródromo.
Lo mismo sucede en el aeropuerto de Loreto, en donde las cosas también son críticas, a decir de los propios trabajadores.
Semar, con su grupo aeroportuario, ahora no solo patrulla pistas. También remodela terminales, cobra la Tarifa de Uso de Aeropuerto (TUA), ejecuta obras por miles de millones de pesos, decide contratistas y opera como si la transparencia fuera opcional. Lo más grave no es que lo haga: es hacerlo sin que nadie pregunte cómo, qué, cuándo, dónde, con quién y para qué.
Nos dicen que no usarán presupuesto federal, que todo se financiará con recursos propios. ¿Y dónde están los informes? ¿Las auditorías? ¿Las convocatorias públicas?
En un país donde la infraestructura aérea debería ser símbolo de apertura, estamos consolidando un modelo de administración cerrada, militar y sin diálogo ciudadano.
El problema no es Semar como institución. El problema es entregarle los aeropuertos a una estructura que no responde a los principios básicos de control civil. Se normaliza el uniforme detrás del mostrador, pero se debilita la figura del usuario como ciudadano con derecho a saber.
La presidenta CLAUDIA SHEINBAUM PARDO es hoy la comandante de la aeronave que puede corregir el rumbo.
Está en sus manos abrir cabina, ajustar los controles y marcar una nueva altitud: una donde el cielo se administre con transparencia, eficiencia y respeto al carácter civil que le da sentido a la aviación mexicana.
Porque el vuelo de un país no se traza sólo desde las pistas… se define desde la voluntad política.
La aviación no se trata solo de despegar y aterrizar. Es logística, es servicio, es soberanía y es rostro internacional. Y el rostro que estamos mostrando es el del silencio.
Los mares tienen brújulas, pero los cielos necesitan radar.Y si Semar quiere quedarse en el aire, también deberá aprender a volar con bitácora abierta.
“Ven, ven, ven, ven, ven, ven… Vamos a Tabasco que Tabasco es un Edén… A Tabasco…”
¡Queda dicho!
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