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Home Opinión

Más de fatiga de pilotos: una historia real

Gonzalo Carrasco by Gonzalo Carrasco
1 febrero, 2018
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Más de fatiga de pilotos: una historia real

Hace unos años, muchos por cierto, un compañero de nosotros tuvo la desagradable experiencia de ser víctima de un evento de fatiga crónica que de haberse presentado unos momentos después de cuando sucedió estaríamos quizá añadiendo un terrible accidente aéreo a los muchos atribuidos al fenómeno de fatiga crónica. El vuelo a que me referiré originaba en la ciudad de París, y el destino era la Ciudad de México, la hora de salida era pasado el mediodía, hora parisina, el avión era un B-767-200, el vuelo mostraba un lleno total, nada más cabía en la ya no tan nueva pero sí renovada cabina de pasajeros, no sé si tuvieron que quedarse pasajeros pero seguramente que así fue, es costumbre y está permitido sobrevender los vuelos, es de mal gusto pero está autorizado por los reglamentos aplicables.

Quisiera comentar algo de lo que padecemos los mexicanos: resulta que no puedes mencionar ni personas ni empresas so pena de ser “crucificado” o tildado de traidor aunque haya tenido lugar un incidente o un accidente en tu compañía y en tu país. Todo siempre sucede enfrente, aquí con nosotros en México y con los mexicanos nada pasa, podrás contarlo como historia respetando los más de 30 años rigurosos para que se mencione como hecho histórico, en fin, no lo entiendo pero voy a respetar esa obsoleta y retrógrada costumbre. Perdón por ahondar en el asunto pero quiero decirles que en otras empresas aéreas como las americanas o la europeas nada pasa si mencionas compañía y número de vuelo, ellos sí aprenden de sus errores, nosotros como nunca los tenemos no aprendemos y, de seguirle, ni aprenderemos.

La tripulación que efectuaba esos vuelos normalmente llegaba tres días antes, en verdad que desde la óptica del aviador era un vuelazo, tal y como lo identificamos en la jerga de la aviación, buenas horas de vuelo, buen viático, más de 24 horas de descanso, era una súper pernocta. Eran las 9 de la mañana cuando el capitán asignado, llamémosle Azcué para nuestro relato, quedó de verse con sus copilotos (en esos vuelos se usa que el avión lleve dos primeros oficiales, las jornadas tan largas así lo exigen) en el restaurante del hotel, por cierto uno de mucho prestigio, nada menos que el Meridiem Montparnasse, hotel de cinco estrellas, enclavado en una de las zonas de más prestigio de la Ciudad luz.

El día anterior, el comandante salió a dar su acostumbrado paseo por esa ciudad que te capta con su magia, te atrapa su historia, la belleza de sus monumentos te envuelve y lo cosmopolita de sus habitantes, flotantes la gran mayoría, te transporta a épocas napoleónicas. ¡Qué belleza andarla, lentamente o de prisa, es una delicia caminarla, peinarla, recorrerla lentamente!, es algo que no cambias por nada del mundo, te sueñas en tiempos medievales, escuchando el andar de los carruajes, la alegría de su gente, la delicia de sus platillos típicos, ¿qué tal una “soupe aux oignons”?, yo no me la perdía por nada del mundo, “entrecôte”, no, no, una delicia de platillos, por supuesto que franqueados por un buen tinto de esos que abundan en la ciudad de los franchutes.

“Bueno, amigos, vamos a lavarnos la ‘bouche‘ cambiarnos para presumirles a estos compadres que los mexicanos también sabemos portar dignamente nuestro bello uniforme de piloto, terminar de preparar el vuelo y bajar para encontrarnos en este amplio lobby, nos pedimos un “couper le café” esperamos al resto de la tripulación y nos vamos al aeropuerto”, dijo el capi entre platicando y ordenando. No pasaron ni tres horas cuando los tres gallardos pilotos perfectamente uniformados, luciendo sus insignias, casi casi formados, esperaban las apariciones constantes de los 9 sobrecargos que les acompañarían formando una de las orgullosas tripulaciones que llevaría el gran B767 a la Ciudad de México. “¿Todos listos? ¿Completos, falta alguien?”, se refirió el comandante al sobrecargo mayor, responsable de sus compañeros, mirándole fijamente a los ojos. “Pues no Capi, estamos completos, cuando usted así lo disponga abordamos el autobús que nos llevara al imponente Charles de Gaulle”, contestó el mayor de Sobrecargos de apellido Alegría. El código IATA es CDG, el código OACI LFPG, también es conocido como aeropuerto de Roissy y se encuentra a 25 kilómetros al noreste de París. Es, sin duda, el aeropuerto más importante de la ciudad gala.

“Su avión se encuentra listo Capi Azcué, gusto de saludarlo, ¿como estuvo su pernocta? Se ve que bien, su avión no presenta fallas ni reportadas ni reportes pendientes de atención, le cargamos todo el combustible que pudimos dado que va lleno de pasajeros y carga, llevamos un cargamento importante de perfumes, ya ve que mis paisanos no pierden el tiempo en vender a México finas fragancias tan socorridas por los suyos”, dijo el despachador Pierre. “Perfecto amigo, que aborden cuando estén listos, sólo déjame darle una revisada al avión para que no tengamos que descontinuar el proceso de abordaje”, contestó el Capi Azcué. Pasaron a la cabina de pilotos, todo estaba en su lugar, el libro de bitácora no tenía reportes, era cierto lo que le habían dicho al comandante. Procedieron a sentarse, se acomodaron cada quien en su lugar y comenzaron las revisiones de rutina que es tan necesario no dejar de efectuar y sobre todo sin dejar puntos pendientes. “Pepe” llamó la atención Azcué al primer oficial que ocuparía el lugar de la derecha, “tú despegas y yo aterrizo” ordenó Azcué. “Claro que sí Genaro, gracias”.

“Capi, ya se inició el abordaje, todos vienen tranquilos, no hay demoras y nadie viene acelerado”, avisó el sobrecargo mayor al Capitán Azcué como es su obligación. “Capi, tenemos 197 pasajeros abordo, todos amarrados y listos para recibir los avisos de rutina”, concluyó el mayor. “Enterado, Gustavo,… Alegría es tu apellido, ¿verdad? curioso apellido, compañero, te encargo todo y avísame cualquier cosa que veas fuera de su lugar y que necesite la presencia de alguno de nosotros, ¿de acuerdo?”. “De acuerdo, Capitán Azcué”, cerró Alegría. “Tierra de cabina”, llamó el capitán al mecánico que despachaba el vuelo. “Adelante, capitán. Acá abajo, todo está en orden, sólo esperamos que le den autorización para iniciar el remolque y el arranque de los motores, arrancaremos el motor uno como es costumbre, le doy libre para ello, ¿de acuerdo?”. Inició la comunicación de rutina el personal de mantenimiento que despacharía el avión. “Pepe, pídete autorización a los franchutes de arrancar los motores y de ser remolcados”, ordenó Azcué. “CDG control, Aeroméxico 4 requesting push back and start engines, position 34”, solicitó Pepe. “Aeromexico 4 cleared, advise ready to taxi”, contestó el control. “Ground brakes released, let me know when number one is ready”, llamó la atención del mecánico Azcué. Genaro Azcué procedió al arranque del motor número uno, o sea el izquierdo, la maniobra se realizó sin contratiempo, “motor uno estabilizado Pepe, arráncate el motor dos por favor”, comunicó el capi a su copiloto. “Arrancando el motor dos”, colacionó el copiloto. “Capt Azcué, brakes on, please”, avisó mantenimiento al capitán para que aplicara los frenos y pudiera ser removido todo el equipo de tierra y el avión pudiera efectuar la salida a su destino. “Capt Azcué, do you hear me?”, no se escuchó nada, en ese momento que el copiloto estaba completando la parte de la lista de antes de rodar se voltea y observa al capitán Azcué “abrazando” los controles, “capi, Azcué, ¿está usted bien?”, preguntó angustiado el copiloto, lo movió, el copiloto que iba en la parte de atras también lo movió y tampoco se daba por enterado. El capitán estaba desmayado sobre los controles, los atónitos primeros oficiales estaban espantados, el capitán no se movía. “Ground, ground, take us to the position, the captain has fainted”, ordenó el primer oficial al mecánico de tierra.

“Llámale a los sobrecargos y avisa que el pasaje deberá descender del avión, el capitán se encuentra incapacitado para volar”, ordenó el primer oficial al piloto auxiliar. “París, compañía, el capitán Azcué se desmayó sobre los controles, el vuelo no puede continuar en esas condiciones y solicitamos una ambulancia para que el comandante sea trasladado a un hospital de urgencia”. El capitán Genaro Azcué fue trasladado al mejor hospital de París, lo que tenía era un cuadro agudo de fatiga acumulada, después de una semana de permanecer en estricta observación, el capitán fue llevado a la Ciudad de México, su licencia fue suspendida en tanto no se aclararan las cosas. Lo más terrible de todo no fue lo que pasó, sino lo que pudo haber pasado, el sólo imaginar que se hubiese desmayado sobre los controles del avión durante la carrera de despegue los hubiera llevado a un accidente seguro de consecuencias fatales y serían un número más de accidentes atribuibles a cuadros de fatiga crónica. Después de mucho tiempo en que le fueron practicados gran número de exámenes y sometido a tratamientos muy rigurosos y costos, Genaro Azcué recuperó su licencia de piloto. Yo le pregunté alguna vez que qué le había sucedido, y me dijo que él nunca podía dormir en los vuelos a Europa, “empastillate, mi hermano” le insistí, “no, porque no me quiero hacer farmacodependiente, créeme que nunca he podido dormir en este tipo de vuelos”. “Genaro, mejor volverte farmacodependiente pero vivo que no serlo y ocupar un lugar en algún panteón, ¿no crees?”, le dije.

Esta fue una historia verdadera, utilicé otros nombres por razones de respeto a sus actores, y a ese temor que tenemos como mexicanos de reconocer que nos pueden pasar cosas y debemos señalarlas y platicarlas para aprender de ellas. Si se insiste en abusar de las jornadas de vuelo de los pilotos, un día nos vamos a llevar un buen susto. No le busquemos tres pies al gato sabiendo que tiene cuatro. Es una historia que me consta, nadie me la dictó, espero que aprendamos de ella, sucedió en mi compañía, la que me dio cobijo por espacio de casi 42 años. Ruego a todos los santos porque la alta dirección lea estas líneas y tome en cuenta que esto pudo haber terminado en tragedia. Me congratulo que no haya sido así, por mi amigo y por mi compañía.

Tags: fatigaHoras de descansopilotos

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