Kill Devil Hills es una localidad ubicada a unos 12 kilómetros de Kitty Hawk, en Carolina del Norte, Estados Unidos. Es un pequeño pueblo de pescadores donde, a finales del siglo XIX, la mayor preocupación eran los pelícanos negros, que con sus vuelos hacia la costa hacían un “anuncio meteorológico” que pronosticaba tempestades en el océano.
La ubicación costera en una muy angosta bahía exponía a todo el territorio a vientos de muy elevada intensidad durante gran parte del año. El suelo estaba constituido mayoritariamente por playas y dunas de arena, con muy pocos espacios de tierra sólida.
Como se observa en la imagen, aún hoy la zona presenta un suelo arenoso, donde la urbanización ha generado mayor cantidad de espacios verdes y zonas aptas para la vida que concebimos en el siglo XXI.
Pero volvamos a nuestro relato: corrían los turbulentos años que cerraban el siglo XIX y daban inicio al XX. La humanidad había sido artífice de la primera revolución industrial y estaba dispuesto a lanzarse a una carrera de tecnificación en la que aún continuamos evolucionando.
Dicen algunos filósofos e historiadores que el poder, la inmortalidad y el vuelo han desvelado a la humanidad, desde el comienzo de su desarrollo en la vida social. En el caso de Wilbur y Orville Wright, el vuelo era su desvelo, su ilusión y su anhelo.
Pero este artículo no está dedicado a la historia personal de los hermanos de Dayton, Ohio. Tampoco a su máxima creación: el Wright Flyer I. En esta ocasión, quiero centrarme en la génesis de la primera medida de mitigación en la aviación.
Wilbur y Orville pasaban sustentaban sus vidas con la bicicletería que ambos administraban en Dayton. En paralelo a su rutinario trabajo, ideaban el Wright Flyer con los materiales a mano de su taller, su know-how y el asesoramiento técnico de Samuel Langley (1824-1906), un astrónomo, físico e inventor además de un reconocido miembro de la sociedad Smithsoniana, con un fuerte apego a la ilusión del vuelo motorizado.
Tampoco es este el espacio para desarrollar los aspectos técnicos del Wright Flyer, sin embargo, debo recordarles que era un avión al que hoy reprocharíamos de “performances limitadas”, pues la potencia que desarrollaba el motor para impulsar ambas hélices era escasa. Además, el perfil aerodinámico y su control fue diseñado pensando más en la curvatura del ala de las aves, que en lo que hoy conocemos como vector de sustentación.
Sin embargo y más allá de las limitaciones técnicas, Langley tuvo la capacidad de inferir una de las variables indispensables para que el vuelo fuera viable: elegir un lugar donde los vientos fueran tan intensos que permitieran al Wright Flyer elevarse, a pesar de la muy baja potencia que generaba el motor.
Pero esa no fue la única idea clave que tuvieron Langley y los Wright.
Más allá del viento, estos pioneros adoptaron un criterio fundamental en la seguridad de las pruebas de vuelo: la selección del terreno fue hecha con base en el sustento del suelo y la capacidad de “amortiguar” los posibles impactos bruscos que tuviera la aeronave durante las pruebas.
La capacidad de control era limitada, la potencia escasa y las capacidades reales del avión desconocidas. Hoy en día diríamos que existió una gran cantidad de peligros y riesgos que no habían sido mitigados.
Obviamente, esta visión de la mitigación de peligros y riesgos no era un criterio utilizado a principios del siglo XX. Sin embargo, estos ingeniosos entusiastas utilizaron el suelo arenoso de Kill Devil Hills como factor de seguridad ante impactos y contactos duros, del mismo modo que utilizaron los vientos prevalecientes como ayuda a la sustentación de la aeronave.
Cuando veo el hito que celebra el punto de despegue del primer vuelo motorizado en las dunas de Kill Devil Hills (hoy un parque nacional), y las zonas de los cuatro toques de los primeros vuelos, no puedo más que pensar en una meticulosa identificación de peligros, evaluación de riesgos e implementación de medidas de mitigación.
Así, es posible afirmar que la aviación nació como una actividad segura y apuntalada constantemente con fundamentos normativos, tecnológicos y de capacitación: ni más ni menos que los tres pilares fundamentales de las defensas en seguridad.
¿Qué hicimos durante algo más de un siglo? Madurar esos criterios, desarrollar tecnologías cada día más seguras, y avanzar con los mismos criterios de aquellos entusiastas de principios del siglo XX.
Recuerdo un póster publicitario de la firma General Electric que tuve durante varios años en mi oficina, donde se mostraba un moderno turbofan y el Wright Flyer I. Al pie rezaba “The Wright Brothers legacy lives in everything we do”: Por lo menos yo, cada día me adhiero a esta idea.
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