En las últimas semanas se han presentado algunas situaciones en la aviación nacional e internacional que reflejan de cuerpo entero la situación que vive nuestra aeronáutica, tanto en su dinámica interna como en su vinculación con el exterior. Nuevamente vale la pena recordar que la aviación no puede ser considerada un tema exclusivamente interno de un país, sino que por su naturaleza y trascendencia es parte de una red de vinculaciones internacionales. Mientras más interacciones haya, más avanzada es la aviación de un país; es un buen indicador de medición del desempeño, trascendencia y potencialidad de una nación en la tercera década del siglo XXI.
México es parte de este proceso desde hace décadas, aunque en los últimos años pareciera que el objetivo es desvincularnos de todo lo externo. Bajo el multifacético y desacreditador discurso oficial vigente de que prácticamente cualquier actor, acción, agencia, comentario, disposición, sugerencia o cualquier otro tipo de determinación que venga del exterior de nuestras fronteras es un atentado y un ataque directo al titular del ejecutivo federal y su “visión” o “proyecto”, y por tanto una influencia nociva para el país, a quien aquellos foráneos ven sólo como una “leonina” oportunidad para enriquecerse por medio de la estafa, el robo, el saqueo o el debilitamiento nacional, tal parece que todo lo que no proviene del residente temporal del Palacio Nacional es un sacrilegio patrio y por tanto debe ser suprimido.
Es así como una y otra vez vemos grandes oportunidades para fortalecer a la aviación mexicana con iniciativas, propuestas, o esfuerzos desde el exterior o que se vinculen con el mismo, son en el mejor de los casos ignoradas y en el peor acribilladas desde el patíbulo público para ser relegadas a la ignominia popular. La marca de la casa y sello personal, sin duda. Pero en esas interacciones nos reflejan claramente la situación que vivimos, tanto por lo que se hace en algunos lados, como lo que no se hace en otros. En este caso podemos analizar algo relativamente menor, pero con una trascendencia considerable.
El pasado 10 de junio se anunció oficialmente que las autoridades de Estados Unidos dejarán de pedir el certificado de la prueba de COVID-19 de al menos 24 horas previas al viaje a su país en todas las modalidades, incluido el aéreo. Bajo una concepción de que la pandemia global de esta enfermedad está relativamente bajo control y con tendencia a la baja, así como asumiendo que las labores de vacunación en todo el mundo contribuyen a mantener este patógeno a raya, Estados Unidos da un paso adelante y pone ejemplo internacional al no poner ya este requisito para
viajeros a su territorio. Ciertamente, para los viajeros aéreos es una muy buena noticia, pues facilita su viaje, así como les evita un egreso muy considerable de dinero.
Lo anterior es en razón de que, aprovechando abusivamente la coyuntura, muchos actores nacionales ofrecieron pruebas rápidas de COVID-19 a los viajeros internacionales en el AICM a precios francamente escandalosos. Algunos de estos llegaban a los $8,000.00 MXN, lo cual es un total abuso bajo cualquier criterio que se viera. Entonces, la noticia del 10 de junio alegró a los viajeros, y “les acabó el agosto” a otros. Aquí hay un tema colateral que dejo pendiente por el momento.
También en la semana del 6 al 10 de junio gran escándalo mediático se generó cuando se difundió que la Unión Europea “exigiría una visa a los viajeros mexicanos” que quisieran viajar a cualquier país del viejo continente. A que grado llegó este problema “informativo” que la representación diplomática de la Unión Europea en nuestro país tuvo que salir en varios medios informativos y en sus propios medios de comunicación para desmentir estas afirmaciones, y aclarar que se trata de un “permiso de viaje”, que es mucho más barato, sencillo y directo que una visa. En otras palabras, es una simplificación del trámite para fines de viaje, no una dificultad adicional.
Pese a los esfuerzos de las autoridades europeas en México por desmentir esta desinformación, no faltó que en AICM “surgieran” personas que “tramitaran la visa a Europa”. Claro, por unas cantidades verdaderamente ofensivas. Desde que la representación de la UE diera claridad a toda esta confusión, hubo quien cayó en la trampa y el engaño de aquellos que buscaron explotar una vulnerabilidad para su propio enriquecimiento en el AICM. A todas luces era una estafa, pero bien sabemos que siempre hay quien cae en los engaños. Aquí esta otra vez el tema colateral que dejé pendiente, repitiendo su aparición.
Finalmente, sigue el caos en el Benito Juárez en lo que se refiere a llegadas y despegues de vuelos nacionales e internacionales. La semana pasada fue particularmente notorio, un verdadero caos en la T1 y T2 en algunos horarios; casi desierto en otros. Y vuelve a aparecer el tema colateral, que es ya prudente señalar: ¿y las autoridades nacionales? En los tres casos que he comentado en esta breve columna -como en tantos más que podríamos recordar- el tema común fue la ausencia de las autoridades nacionales en todos los sentidos para fines de supervisión, de regulación y de observación de las normas. Presencia pues.
El común denominador de los casos que estamos comentando en esta ocasión, así como en entregas anteriores es que las autoridades deben cumplir con funciones específicas, que están dictadas en las leyes y reglamentos vigentes en el marco normativo nacional. Pero una y otra vez vemos su ausencia, su opacidad, y en ocasiones actitudes que sugieren complicidad a ciertos niveles. Ciertamente, para demostrar lo anterior nos hace falta evidencia contundente, la cual este
no es el momento ni el lugar para exponer. Pero también quedaría la pregunta: y si tuviéramos esa evidencia ¿a quién se la presentamos? ¿A las mismas autoridades que son actores, jueces y parte de estas mismas irregularidades u omisiones?
Es un tema delicado. No se aprecia fácil la solución o siquiera la atención a estos y tantos más temas que plagan la aviación mexicana contemporánea. El gran problema que enfrentamos es que llevamos al menos tres años donde las autoridades aeronáuticas en México son los grandes faltantes de nuestro entorno. Algunos de ellos solo hacen su aparición cuando se presenta una situación donde o ya no hay alternativas o bien su presencia desvía el golpe político-mediático de otros funcionarios con mayor jerarquía.
Es así como en los pequeños detalles de lo que está y lo que no está vemos una radiografía de nuestra situación aeronáutica en su vinculación con el resto de la comunidad global. A esto hay que sumarle temas mucho más graves, como la caída de Categoría 1 a 2; las críticas de OACI, IATA, y otros organismos internacionales; los extrañamientos de otros gobiernos y autoridades internacionales en torno a la administración y gestión de nuestro espacio aéreo; así como las
reiteradas solicitudes de actores comerciales nacionales e internacionales en torno la situación contextual y coyuntural de nuestra aviación. ¿Y las autoridades nacionales titulares en la materia?
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