Sin duda una de las notas más impactantes de este mes fue la salida de Javier Jiménez Espriú de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes. Oficialmente su salida se debió a un tema de incompatibilidad con la Agenda Presidencial, aunque en diversos círculos se rumorean otras causas. Difícil, pero no imposible, es determinar lo que realmente ocasionó la salida de uno de los más fieles y férreos funcionarios de la actual administración federal. Pero la fidelidad tiene límites.
Su reemplazo se gestó por casi una semana, y el nombramiento de su sucesor creó más dudas que respuestas. Jorge Arganis Díaz Leal asume una titularidad del más alto nivel nacional, pero con extremadamente baja experiencia en comunicaciones y transportes. Lo anterior es significativo, ya que su trayectoria profesional y laboral, aunque tiene coyuntura aparente con el encargo que ahora encabeza, realmente no se ve reflejada una plena compatibilidad con los retos que enfrenta México en la materia. Deseamos franca y sinceramente éxito en esta encomienda, pero también tenemos que ser realistas. Prudencia en los pronósticos y expectativas conservadoras (como descriptivo, no como calificativo ideológico, empero) son necesarias frente a este “nuevo” mando institucional.
La semana pasada vimos ya que comenzó la salida y el arribo de funcionarios a la SCT. El equipo anterior entrega su encomienda y cede el paso al nuevo personal de confianza. Muchos del servicio profesional de carrera también salen por la coyuntura; muchos de ellos sólo buscaban la oportunidad de retirarse en pleno descontento. Se nombran nuevos funcionarios, muchos de ellos sin experiencia real en el ramo; tantos otros con formados en el siglo pasado con visión del antepasado, pero con un contexto del presente milenio; y tanto otros que tienen el potencial de llevar a cabo su encomienda con orgullo profesional. Pero no estamos hablando de “potenciales” sino de “realidades”, y no son “expectativas” sino “hechos demostrados y demostrables”.
El “cambio” no es “mejora”, la “edad” no es sinónimo de “experiencia”, lo “novedoso” no es equiparable a la “innovación”, y la “confianza” no es igual a “competencia”. Parece que estas obviedades se han observado a todo lo largo de la actual administración federal, y parece que debemos seguir recordando estos paradigmas. Grandes retos le auguran a la SCT y al nuevo equipo que la encabeza, pues la expectativa es olímpica y la tolerancia es ínfima. Claro, si no quiere dañarse más al sector que encabezan y, en nuestro caso particular, al sector aeronáutico nacional.
Olvidémonos de que la nueva administración va a hacer algo al respecto de temas pasados en materia aeronáutica. Desde normatividad, procesos administrativos, adecuación a estándares internacionales, retomar casos de rescate comercial, incentivar la proyección y el desarrollo, o bien hacer caso a las quejas y súplicas de auxilio de varias empresas en situación de tragedia derivado de la crisis COVID-19 y/o de un entorno adverso. La semana pasada en algunos círculos se comentó que estos temas “no son de prioridad de agenda del Secretario”. Peligroso es que tan rápido y tan contundentemente este definida la agenda de prioridades, y que se señalen los temas excluidos por herencia o por directiva.
La comunidad aeronáutica global se encuentra en proceso de definir nuevos protocolos de prevención y atención reactiva ante el COVID-19. Esto ya se veía venir desde hace meses. Volar sigue siendo la manera más eficiente de viajar, y el comercio global depende de este medio de transporte. Sin embargo, esta pandemia dejó en claro que para que sea un medio eficiente de interconexión global debe de minimizarse el riesgo, pero maximizarse la utilidad. Lógica comercial inequívoca e indiscutible. Para ello deben realizarse adecuaciones al transporte aéreo, así como en los aeropuertos, instalaciones de soporte y mantenimiento, y los recursos con los que cuentan para desempeñar sus funciones.
Estos cambios, mismos que todavía se encuentran en discusión o bien en desarrollo e implementación para la comunidad aeronáutica internacional van desde “cabinas” de plástico rígido para cada asiento de los aviones comerciales con la finalidad de aislar a cada pasajero, medios de desinfección por iones en los aeropuertos y túneles de enlace de las aeronaves con las terminales, sensores térmicos para las terminales aeroportuarias con capacidad de escanear una multitud e identificar tendencias de temperatura individuales, programas de reconocimiento facial y de identificación electrónica de síntomas de COVID-19, pasaportes y documentación electrónica y virtual, sistemas automatizados con sensores y desinfectantes de ionización para registro de pasajeros y su equipaje, nuevos sistemas de rastreo y de administración de mercancías y carga aérea, nuevo protocolos de mantenimiento aeronáutico, automatización de registros y bitácoras de mantenimiento y suministros, entre tantos avances más. Es una amplia lista de innovaciones técnicas y tecnológicas para hacer del transporte aéreo un entorno verdaderamente seguro, minimizando riesgos y maximizando beneficios.
Escapa al alcance de este breve comentario semanal todos los avances y protocolos que se discuten a nivel internacional, así como su implementación en el entorno global. Muchos de estos desarrollos ya se encuentran en gestión e implementación en la Unión Europea y en Asia. Cuestión de tiempo es que Canadá, Estados Unidos y el resto del continente adopten estas prácticas, si no por convencimiento por necesidad de compatibilidad. Sabemos que nuestro vecino del norte se encuentra en un difícil momento para adecuarse a los nuevos retos mundiales, pero es cosa inevitable que en los próximos meses adoptará estas y otras medidas.
México no se puede escapar. Si queremos ser compatibles con la comunidad internacional, invariablemente tendremos que adaptarnos, asimilar e implementar todas estas medidas acordadas a nivel internacional. Y ahí es donde vendrá el gran reto de la nueva administración de SCT: ¿tendrán la madurez, el conocimiento, la experiencia, la visión, y la disposición para aceptar estos nuevos estándares internacionales y la correspondiente inversión necesaria para implementarlo en la “nueva normalidad”? ¿Estarán abiertos a estas nuevas tecnologías, disposiciones y medidas con una visión de seguridad global? ¿O se aferrarán como hasta el momento a principios y criterios anacrónicos e irremediablemente atrasados? ¿O seguirán ignorando al sector aeronáutico nacional y lo dejarán en el atraso involuntario?
Estos son algunas de las preguntas que hacer al “nuevo” titular de SCT. Su predecesor dejó en el rezago y en el olvido al sector aeronáutico, nunca le dio su justa importancia, y despreció el avance prospectivo para favorecer aberraciones de infraestructura y una visión atrasada de al menos hace un cuarto de siglo. Se esperaría que la administración entrante tuviera otra disposición, pero francamente es difícil de creer. Esperemos una sorpresa positiva, pero estemos preparados el cumplimiento de una predicción detrimental: la visión sobre la aeronáutica mexicana esta atrasada a nivel federal por al menos veinticinco años. Urgente e imperativo es una visión de futuro, de avance y de desarrollo. Debemos olvidarnos del ayer y mirar al mañana. O resignarnos al atraso y al rezago que sólo nos llevará a ser todavía menos compatibles con la comunidad internacional.
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