En ocasiones el reflexionar sobre el presente de la aviación en nuestro país implica la revisión de los antecedentes de nuestro contexto, y en tantas otras el generar prospectiva implica tener plena y contextualizada conciencia del pasado. Pero cuando para contextualizar el presente debemos hacer recurso de una visión del antepasado y la prospectiva se nubla por obviedades de la cotidianidad debe ser una clara y contundente señal que debemos detenernos a pensar qué estamos haciendo y cómo lo estamos haciendo. El entorno del sector aeronáutico nacional tal parece que se encuentra en una “entrada en pérdida”, o como comúnmente se le conoce en el medio “estamos estoleando” (derivado del término en inglés “stalling” que se refiere a cuando una aeronave de ala fija pierde sustentación aerodinámica y se desploma).
En este espacio el lector caerá en cuenta que un tema recurrente y repetitivo del suscribiente es la insistencia que el Estado Mexicano publique por medio de sus instituciones un Plan Sectorial en materia de comunicaciones y transportes a la altura de los retos que la presente Administración 2018-2024 se ha planteado, así como una clara definición en torno al rumbo que nuestro futuro debe orientarse en materia de planeación, gestión, desarrollo, ejecución, proyección y evaluación en materia aeronáutica y aeroespacial como ejes fundamentales del desarrollo estratégico nacional de carácter integral. Esta serie de definiciones y documentos institucionales y de Estado son pre-requisitos vitales para nuestro sector, porque de lo contrario careceríamos de un rumbo que oriente claramente nuestros esfuerzos, se puede incidir en ineficiencias y corremos el riesgo de incidir en deficiencias que más tarde podrían ser contraproducentes para el sector y el país en su conjunto.
Cierto es que todavía estamos en tiempos de ver los Planes Sectoriales de la presente administración, pero también es cierto que al analizar el Plan Nacional de Desarrollo (dos documentos presentados, un por la Presidencia y otro por la Secretaría de Hacienda) se hace una mínima –por no decir nula- mención del desarrollo aéreo y espacial de México en años venideros. Reconociendo que ese es el futuro tal parece que el PND nos condena al pasado, y por tanto no podemos esperar mucho del Plan Sectorial. Tal vez impera una visión del ante-pasado, ya que desde hace décadas (rayando ya el siglo) se tiene claro que el único futuro posible y probable para el desarrollo está en aire y más allá de nuestra atmosfera. Más claro eso no puede ser. Sin embargo, seguimos en la esperanzada espera de una favorable sorpresa.
Mientras tanto siguen ocurriendo percances aéreos, tal vez a una tasa que no habíamos visto en mucho tiempo y con implicaciones igualmente preocupantes y alarmantes. Si el lector recuerda, ya el año pasado habíamos hecho en este espacio un llamado en torno a la situación de nuestra Fuerza Aérea y sobre nuestra Aeronáutica Naval en razón de un accidente aéreo que involucró a una aeronave de ala rotativa sobre el Mar de Cortes. Invocando aquel distante suceso, la tragedia nuevamente vuelve a tocar la puerta de la Aeronaval: el viernes 24 de mayo un helicóptero MI-17 de la Armada de México con matrícula ANX-2206 se desplomó sobre el municipio de Jalpa de Serra, Querétaro, causando la muerte a toda su tripulación.
Recordemos que en la aviación los accidentes pasan (no olvidemos que estamos en un negocio inherentemente peligroso) y aunque es cierto que la mayoría de estos incidentes puede ser evitado siempre el riesgo está presente. Pero cuando esta tragedia se precede por un video donde el comandante de la aeronave siniestrada denuncia la falta de combustible (y se infiere que también de refacciones, de mantenimiento y de comprensión de su mando en torno a estas limitaciones logísticas) estamos hablando de otra cosa totalmente. No tardó la Secretaría de Marina en afirmar contundentemente que dicho MI-17 siniestrado si contaba con el combustible necesario y que contaba con todo su mantenimiento en orden, por lo que se descartan estas como causas del suceso. Pero en el mismo comunicado afirman que es prudente esperar a que concluyan los peritajes y la investigación del suceso. Lo anterior conduce a la pregunta ¿cómo se pueden hacer aseveraciones tan contundentes si en el mismo comunicado se insta a esperar al resultado de la investigación?
Solo falta ver el video al que se hace alusión para ver el semblante del finado Cap. Corb. Miguel Ángel Ramos Machorro: serio, taciturno, frustrado. Tal vez para muchas personas no sea tan evidente, pero para aquellos de nosotros que hemos tenido el honor y el privilegio de convivir con estos Guerreros Águila con acero en las venas y nervios de hierro forjado, el mensaje es claro: algo no estaba bien, pero siempre se da cumplimiento a la misión: ¡orden dada, orden cumplida!
Estos hombres arriesgaron su vida por su compromiso a una noble misión, la última de una larga serie de acciones que integraron su vida como Marinos y como pilotos, una vida consagrada al servicio de México con honor, valor, lealtad, y patriotismo. Los cielos mexicanos brillan un poco menos por su ausencia, y el cielo nocturno ha ganado seis estrellas más en su memoria. Trágico es que esta gran pérdida nos regresa a una realidad incuestionable: es urgente e imperativo que se gestione una inversión informada y programada en fortalecimiento de la seguridad aérea en nuestro país. Las autoridades federales deben dar claro e inflexible ejemplo de los más altos estándares de desempeño, de exigencia y de precisión al cumplimiento de las normas y estándares nacionales e internacionales en materia de seguridad aeronáutica. Algo nos debe decir el elevado número de accidentes aéreos en México desde finales del año pasado y los apenas seis meses que llevamos de este.
Accidentes como el del ANX-2206 no deben ocurrir, ni ese tipo de pérdidas puede ser aceptable. Es por ello que una vez más insistimos en la urgencia preponderante de que el Estado Mexicano defina el rumbo estratégico de nuestro sector, que en el mismo haya claras líneas de acción en materia de seguridad aérea y en desarrollo tecnológico (dos caras de la misma moneda), y que haya una serie de instrumentos de medición de avances con estándares internacionales para medir el desempeño del sector público y privado de nuestro país. Solo entonces el Estado tendrán los medios necesarios para poder ejercer una función reguladora y promotora de la seguridad y del desempeño aéreo, y se dará la certidumbre a cualquier aeronave civil o militar que despegue en nuestro país que tiene todas las garantías de las mejores condiciones posibles para la seguridad de su vuelo, sea cual sea su finalidad o misión.
Ese día el sacrificio del Capitán Miguel Ángel Ramos Machorro, del Teniente José de Jesús Medina Santiago, del Teniente Carlos del Toro Rosas, del Marinero Misael Maldonado y del Marinero Andrés Valdovinos López, así como de Luis Fernando Pérez Banderas (Comisión Nacional Forestal) no será en vano, y sus vidas habrán sembrado una semilla más para la seguridad aérea en nuestro país.
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