El entorno global contemporáneo se encuentra caracterizado por la abundancia de información, de datos, de insumos y de perspectivas en torno a una amplia variedad de temas, que modelan nuestra cotidianidad y dan forma a nuestro porvenir. En el ámbito de la aviación esto no es la excepción sino la norma. Cada día nos vemos enfrentados a un gran conjunto de insumos informativos vinculados a la aeronáutica civil y militar, así como también de desarrollos tecnológicos y aproximaciones técnicas innovadoras en el ámbito aeroespacial. Esto nos lleva a un entorno “complejo”, sin aludir a la connotación de este término como sinónimo de “difícil” o “complicado” sino como un contexto particular en el cual existe un muy elevado número de variables que interactúan entre sí constantemente.
Surgen entonces interrogantes como: ¿qué debemos hacer con esta aparente saturación de información? ¿cómo podemos distinguir y discriminar entre ella para emplear la más pertinente y relevante? ¿cómo podemos emplear eficientemente este gran cúmulo de datos de manera específica a las ramas de la aeronáutica civil, militar y aeroespacial del provenir? La respuesta a estos planteamientos es clara y precisa, pero a la vez amplia: por medio de la Inteligencia Aeroespacial.
Este concepto –en ocasiones descontextualizado, numerosamente mal empleado, y frecuentemente distorsionado– se ha visto bajo la influencia mediática propia de las últimas décadas del siglo pasado y las dos primeras del presente. En consecuencia, es pertinente efectuar algunas sintéticas acotaciones y precisiones.
Por “Inteligencia” debemos entender el proceso integral por el cual se puede adquirir y concentrar un amplio espectro de información proveniente de diversas fuentes y medios, la administración de la misma para fines de su correspondiente análisis multi e interdisciplinario, y la gestión de dichos productos para coadyuvar al proceso de toma de decisiones en un ámbito o rubro determinado.
Es importante señalar que “información” no es igual que “Inteligencia”, ya que el segundo término implica un procesamiento analítico integral en un producto terminado y orientado a la toma de decisiones informadas y sustentadas, mientras que el primero tan sólo se refiere a “datos”, “fragmentos” o “insumos” en ocasiones descontextualizados y no validados. Es común confundir “inteligencia” con “espionaje”, siendo éste último tan sólo un medio –que es por definición ilegal– de adquirir información.
La Inteligencia se nutre principalmente de dos grandes “fuentes”: la abiertas, o datos que se pueden obtener de medios públicos, audiovisuales, bibliográficos, documentales, electrónicos, hemerográficos, presenciales, periodísticos o cibernéticos; y las cerradas, siendo estas fuentes no disponibles al público y sociedad en general.
En términos generales el 80-90% de los insumos esenciales para generar productos de Inteligencia de alto valor agregado provienen de fuentes abiertas, y tan sólo un 10-20% de las fuentes cerradas.
Así, y de acuerdo con el tratamiento que se le dé a estos insumos básicos, la Inteligencia puede coadyuvar al proceso de toma de decisiones por medio de la explicación puntual y objetiva de la información y, con base en ella, la generación de escenarios prospectivos para fundamentar las funciones del tomador de decisiones.
De manera sintética, una explicación de este término integrador es la siguiente: si describimos algo que ya pasó, es Historia; si explicamos algo que está pasando, es Periodismo; pero si con mi producto busco delimitar y entender qué va a pasar en el futuro, entonces es Inteligencia.
Inteligencia Aérea y Aeroespacial
Ya desde la Primera Guerra Mundial, las grandes potencias del momento paulatinamente concibieron la necesidad de emplear y gestionar la Inteligencia desde esta plataforma de proyección del Poder Nacional. Así nació la “Inteligencia Aérea”, concebida como la adquisición y análisis de información proveniente del empleo de aeronaves, así como de las capacidades e intenciones aéreas de otros actores internacionales, que en su momento podrían ser adversarios en la búsqueda de sus propios intereses.
Para mediados de la Segunda Guerra Mundial la Inteligencia Aérea era ya una rama especializada de la Inteligencia Militar, ya que no sólo se remitía a las capacidades aeronáuticas del enemigo, sino también de cualquier avance tecnológico que pudiera darle una ventaja táctica, operacional o estratégica.
Durante la década de 1950, esta rama de la Inteligencia incorporó también los insumos, capacidades, avances y fortalezas de la aviación civil, experimental y científica de los Estados, reconociendo que estos a su vez formaban parte del Poder Nacional y de los medios de búsqueda y consolidación de los intereses transnacionales de los países, al alba de un mundo bipolar. Señalemos entonces lo que es obvio: en el aire no hay fronteras físicas, muros o barreras de contención para la proyección del Poder de los Estados.
Sin duda existe la soberanía y hay cuantiosos acuerdos internacionales en la materia, pero ya desde la introducción de avión como instrumento de proyección del Poder en el ámbito bélico, quedó claro que la primer línea de avance, ataque, defensa y expresión sería por la vía aeronáutica. En consecuencia, cualquier información o insumo proveniente de este entorno representa un componente esencial para la consideración y toma de decisiones de los Estados modernos.
Con el inicio de la “Era Espacial” a finales de la década de 1950, la sociedad internacional reconoció que se había abierto la última frontera del ser humano, y que quien controlara o pudiera operar desde el espacio influiría fuertemente en las actividades aéreas, y quien hace esto puede influir en las operaciones terrestres y marítimas.
En otras palabras, el entorno “aeroespacial” (es decir, la sumatoria integral de aire y espacio) se convierte desde ese momento en el estándar y medio de expresión integral del Poder Nacional de los Estados modernos; y en consecuencia, para desempeñarse adecuadamente en este entorno, las naciones requieren de insumos analíticos y prospectivos integrales y multidisciplinarios, los cuales den cuenta de procesos políticos, económicos, sociales, militares, tecnológicos y científicos para orientar eficientemente la toma de decisiones en el corto, mediano y largo plazo. Es decir, el ámbito aeroespacial requiere para su aprovechamiento de “Inteligencia Estratégica”.
Este es el ámbito que abordaremos en estas aportaciones semanales, ese complejo pero apasionante mundo de la Inteligencia Aeroespacial desde una perspectiva estratégica. Los insumos para dicha empresa no necesariamente serán claros y evidentes a primera vista, ya que no hay nada más elusivo que un hecho obvio, nada más confuso que lo inadvertido, y nada más enigmático que lo inverosímil. Fragmentos aislados de información, datos y detalles obscurecidos por el ayer o aparentemente irrelevantes, interpretaciones “risibles” y hasta “ridículas”, posturas descalificables, o bien “poco serias” y hasta increíbles, nos pueden ofrecer insumos sobre los cuales realizar un análisis prospectivo de alto valor agregado para el futuro aeroespacial.
En “Inteligencia Aeroespacial” nos sumergiremos en este complejo entorno, donde la realidad a veces supera la fantasía y donde, por lo general, lo aparentemente obvio, sencillo y mundano puede tener consecuencias vigentes y futuras trascendentes. A lo largo de estas aportaciones semanales se retomarán casos históricos y/o contemporáneos poco conocidos y difundidos, y a partir de un análisis integral iremos separando, discriminado y discerniendo aquellos aportes que nos pueden dar un mayor contexto y criterio para orientar la toma de decisiones nacional e internacional en materia aérea y espacial.
Sea esta una invitación al lector a seguir en este camino de apertura mental y a reconocer que no hay nada desconocido, solo temporalmente oculto.
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