Pese a que el regreso de la aviación comercial supersónica puede estar más cerca que nunca, luego de casi dos décadas desde que el Concorde operara su último vuelo, esta tecnología aún debe enfrentar diversos retos.
El más conocido es el la explosión sónica (sonic boom), es decir, el estruendo ocasionado cuando las aeronaves rompen la barrera del sonido debido a que este sonido puede causar, además de molestias, daños físicos, como romper vidrios o provocar derrumbes.
En 1966, el boom provocado por una sola aeronave supersónica provocó el desgajamiento de toneladas de rocas que cayeron sobre un sitio arqueológico en el Monumento Nacional Canyon de Chelly en Estados Unidos, de acuerdo con la revista especializada Jstor.
Para proteger a las poblaciones del boom sónico, los gobiernos de distintos países prohibieron durante el siglo XX el vuelo sobre tierra de aeronaves supersónicas. Estados Unidos adoptó esta medida en 1973, restringiendo en gran parte las rutas que podían ser operadas por el Concorde.
Al respecto, el Departamento de Transporte de los Estados Unidos está trabajando actualmente en dos legislaciones para regular el sonido provocado por aeronaves supersónicas, de acuerdo con un documento publicado por la Administración Federal de Aviación el año pasado.
La primera legislación propone regular la certificación del ruido de las aeronaves supersónicas, mientras que la segunda es una regla que definiría los procedimientos necesarios para que se autoricen los vuelos de prueba supersónicos en los Estados Unidos.
En materia internacional, la FAA, la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) y otros reguladores y organizaciones, están trabajando para desarrollar estándares globales de ruido y emisiones para las aeronaves supersónicas y los motores que las impulsen.
Otro de los retos que enfrenta la aviación comercial supersónica es que las aerolíneas y los fondos de inversión confíen en el desarrollo de nuevas tecnologías. Hace un par de semanas, uno de los competidores más importantes en este campo, Aerion Supersonic, anunció el cese inmediato de todas sus actividades debido a falta de financiamiento para el desarrollo de una aeronave de este tipo, el Aerion AS2.
Por su parte, las aerolíneas deben encontrar un nicho de oportunidad genuino en el uso de aeronaves supersónicas, es decir, deben ganar dinero. El Concorde, es un ejemplo de esto: la aeronave voló durante 27 años, sin embargo, no generó ingresos significativos para las compañías que operaron con él, como British Airways y Air France.
Al respecto, Boom Supersonic (empresa que acaba de firmar un acuerdo de compra con United Airlines) cree que el vuelo supersónico del futuro será tan eficiente como los vuelos en clase Business de hoy en día.
“Nuestro objetivo es competir con la actual clase business desde una perspectiva de ‘combustible consumido por asiento milla’. Somos competitivos para los estándares de hoy en día y también planeamos incrementar nuestra eficiencia. Nuestra visión es hacer la tierra más accesible”, dijo Blake Scholl, director general de Boom Supersonic.
Facebook comments